Noche de Miedo: Para resistir a «Twilight»

Remake de la versión original de 1985.La de ahora es en 3D,con Colin Farrell como vampiro mayor,y además sabe explotar las potencialidades de la técnica estereoscópica,a diferencia de sus compañeras de ruta.Gran parte de las acciones terroríficas cubren al público,de manera literal,cual baño de sangre proporcionado por los maestros del género gore,a quienes la película rinde tributo a diestra y siniestra.
De paso,el reparto luce convincente desde el personaje protágonico hasta los secundarios de la mamá(Toni Collette) y el impostor caza vampiros,refugiado como estrella del rock en la ciudad de los casinos y los prostíbulos al aire libre.
En cierto modo,el subtexto de la cinta busca desmontar el orden de los simulacros y los artificios del tejido urbano de las Vegas,cuyos moradores proyectan la imagen de fantasmas y muertos en vida,carentes de ánimo y vencidos por sus propios delirios de grandeza.
Encima,el film se beneficia de un grato sentido de la ironía y la autoconciencia,donde el principal interés reside en marcar distancia con el precedente de la saga «Crepúsculo».
A la inversa de «Twilight»,aquí los mordiscos vienen cargados con dosis de incorrección política.
Sin embargo,percibo un tufillo moralista y conservador hacia el final feliz,cuando el bien triunfa sobre el mal,el borracho se redime y el chico logra consumar su fantasía con la chica de sus sueños.
Típico desenlace tranquilizador de factura puritana. Los blancos expurgan a los demonios de su alteridad, a punta de fuego y metralla, a la manera de un video game.
Tesis post once de septiembre funcional al pensamiento republicano de los gestores de la última intervención del medio oriente.
De cualquier manera,me la vacilé con los lentes puestos,por su aire de notable revival del cine ochentero,carente de complejos.
No hay nada nuevo bajo el sol de “Noche de Miedo”, y de seguro vuelve a reencarnar el estado de crisis del género en la actualidad, amén de su incapacidad de romper esquemas narrativos y estéticos del pasado.
Aun así, produce un enorme placer culposo disfrutar del estallido y la implosión de su cruento juego metalingüístico.
Después de ella, el mundo no será mejor. Pero al menos, servirá para responderle a las legiones de fanáticos de la familia de Edward Cullen y sus Dráculas reprimidos.
Es el retorno de una tradición perdida y extraviada.