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«¡HAY QUE SER CONSECUENTES, COMPAÑERO!»

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“¡HAY QUE SER CONSECUENTES, COMPAÑERO…!”

POR CARLOS SCHULMAISTER

Advertencia: esto de que alguien o que todos sean consecuentes no es tan descabellado como para que los que eventualmente se sientan afectados por tamaña pretensión del título de esta nota, en lugar de tomar posición respecto a la inexcusable justicia de su mensaje desvíen la atención propia ni la de los demás arguyendo imaginarias maniobras destituyentes contra ninguno de los aquí nombrados.

Entiendo que eso de la justicia del mensaje tiene dos lecturas. No soy tan ingenuo de creer que en la vida real las palabras y los mensajes valen por si mismos y en consecuencia son aplicables a cualquier destinatario en cualquier contexto social, y menos aún en la política, pero muchísimo menos en el peronismo y en cualquiera de sus subsectas.

“¡Eso no es ser realista, compañero!”, dirá el militante con afectada indignación. Ya lo sé, ya sé que la política es el arte de la guerra de modo tal que provoque los menores costos para uno y los mayores para los adversarios, y para los enemigos también, que son los mismos, verdad? Ya lo sé.

Pero para aclarar el panorama a los lectores quiero decirles que el ser ladinos, astutos y taimados en la política ya resulta cansador para la mayoría dela gente.  Algunosestán muy cansados, y otros están muy contentos porque creen que aquella condición no se aplica a sus líderes. En fin, ya se van a dar cuenta de los giles que son… De modo que a aquellos que lo sean les conviene no demostrarlo, o disimularlo lo más posible para ahorrarse muchos contratiempos.

Por lo tanto, si los “compañeros” quieren restaurar el valor de ciertas palabras, y todos sabemos que siempre quieren hacerlo, es necesario recordarles y pedirles que sean consecuentes, de lo contrario nuevas desilusiones ganarán a sus acólitos, y nuevos desafectos padecerán unos y otros. Lo de siempre, por ciclos…

Veamos: en los últimos meses he escuchado decir al posteriormente exitoso candidato a gobernador rionegrino, el Dr. Carlos Soria, que iba a meter presos a todos los corruptos y ladrones de la administración radical de Río Negro.

¡Por Dios que muchos simpatizantes de Soria sintieron un  estremecimiento que hace mucho que no sentían, que ya habían olvidado y que hasta creían que nunca más volverían a sentir! ¡Por fin aparecía un peronista de los buenos… de esos que no han perdido la vergüenza como la mayoría de la dirigencia! ¡Un caudillo en ciernes!, por más que la palabra caudillo tenga connotaciones ríspidas en los tiempos actuales, especialmente en los sectores juveniles, progresistas y “progres”, tan cuidadosos de la semántica.

Por otra parte, ningún peronista de los buenos (es decir, apóstol de Perón y Evita) podría no sentir una tremenda indignación con los que roban al Estado y al Pueblo, y sobre todo al Pueblo Peronista. Por lo tanto, esas reacciones eran previsibles y no tienen nada de malo.

Hasta ahí la primera escena del teatro electoral. Ahora veamos la segunda:

El inefable garantista vernáculo reiteró hace unos días que los violadores no deben ir a las cárceles porque lo que éstas hacen es fijar los patrones de conducta desviados. ¡Quién no ha escuchado decir cosas semejantes en la televisión o en la calle! Dicho pensamiento es actualmente “pensamiento políticamente correcto”, es decir, incuestionable para las mayorías.

Ahora bien, todo mundo sabe que el versado ideólogo supremo sostiene un cuestionamiento profundo y en similar sentido respecto de toda transgresión del sistema político, del jurídico, del derecho penal y del sistema carcelario (salvándose el sistema económico capitalista por lo que se conoce de su aficción rentística). De ahí que conceptúe la cárcel como inútil respecto de cualquier clase de delitos, obviamente incluidos los políticos, como de hecho se puede colegir ante tanto desencuentro como el que vemos a diario en la política nacional, entre ella… la cárcel, y tanto delincuente de guante blanco, pero de los “amigos”.

Dado que dicho pensador representa una de las fuentes primordiales del Nuevo Derecho, y que sus concepciones revisten valor axiomático en las filas K, en los cenáculos de amanuenses Komprometidos y entre los repetidores pancistas del sistema educativo nacional, no se puede menos que esperar que el pensamiento del Dr. Soria se alinee en un todo de acuerdo con la matriz del  pensamiento oficial al interior de las filas que actualmente integra y que tan dignamente Konduce  para llevarlas hasta la victoria siempre Doña Kristina Fernández, hoy ya refulgente por si misma, sobradamente.

En consecuencia, y enlazando nuevamente el pensamiento vivo del ideólogo mentado, sería auspicioso que los allegados al Dr. Soria le plantearan la factibilidad de crear Centros de Rehabilitación para los funcionarios corruptos y ladrones de la administración saliente que eventualmente fueran castigados por la ley, teniendo en cuenta que la cárcel no haría otra cosa que fijar esas conductas desviadas, con lo cual ganará el Dr. Soria y la sociedad toda.

Ahora retomo aquello de que “¡hay que ser consecuentes, compañero!”, remedando el acting de los que aprendieron, reproducen y expresan con estética militante… quiero decir con prepotencia, apretando los dientes y golpeando la mesa con el puño, que ellos tienen la Verdad, es decir, con fervorosa entrega a los más nobles ideales llevados hasta las últimas consecuencias, para recordarles a éstos pero también a los que perdieron las elecciones en Río Negro, que corruptos y ladrones también se encuentran en abundancia en las filas K dado su “natural” hegemonía, y me eximo de demostrarlo para no ser Perogrullo.

En consecuencia, “¡hay que ser consecuentes, compañero!”.

Por eso se vería muy bien que se llevara a cabo un gran programa nacional de construcción de Centros de Rehabilitación -de ninguna manera cárceles- con sentido democrático para todos los hijos de… Mamón, el dios de la codicia, el jefe de todos los ladrones de la cosa pública y privada.

¿Por qué así? Porque de lo que se trata en verdad no es de mortificar ni de humillar a nadie, sino de corregirlos, verdad?

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