Asistimos al fin de una etapa de la sociedad humana y al surgimiento de nuevos modelos de convivencia, de un nuevo pacto social, de una nueva historia de la historia.
Si bien el cambio está presente de forma continua en nuestras vidas, hay momentos en los que las transformaciones adquieren un mayor dinamismo, profundidad y trascendencia.
Los grandes cambios sociales comienzan con la acción de pequeños colectivos que deciden oponerse a lo establecido. Así como nos adaptamos como especie hace diez mil años a llevar una vida sedentaria, lo cual nos llevó a aceptar nuevos patrones y reglas del juego para la convivencia, desde hace dos siglos nos venimos adaptando a un mundo cada vez más globalizado pero más dividido, con brechas crecientes entre ricos y pobres, entre privilegiados y excluidos. La base de ese modelo social está en la competencia individual por alcanzar posiciones progresivamente más privilegiadas, en un juego donde unos pocos tienen todas las fichas y la inmensa mayoría no posee más que su trabajo y su propia ambición.
Los dueños de los grandes capitales han apropiado dentro de sus patrimonios a los estados, convirtiéndose en los nuevos monarcas de un mundo capitalista. Son quienes definen las reglas del juego, colocando y quitando gobernantes según la utilidad que representen para sus insaciables intereses, tal como ocurrió recientemente en Grecia e Italia.
Una corriente de cambio inesperada está amenazando el equilibrio logrado con democracias simuladas, guerras y abundantes limosnas. Esta corriente de cambio viene desde abajo, desde aquellos que no deberían tener voz.
Cuando los monopolios financieros han llegado a ser más poderosos que nunca antes en la historia, movimientos de personas excluidas del juego han decidido decir ¡no más!, derrocando dictadores enraizados en el poder, señalando directamente a los grandes dueños del capital de ser los responsables de la usurpación de su futuro.
El cambio ha llegado para quedarse. El miedo pasa de los gobernados a los gobernantes, que no entienden por qué los viejos métodos de la intimidación y la coerción ya no funcionan, que no saben cómo actuar ante multitudinarios movimientos pacíficos, que se extienden por todo el planeta sin lograr ser controlados.
El inequitativo equilibrio está en crisis. Los movimientos sociales y las transformaciones están a la orden del día. Una nueva historia se abre paso en medio de la caída de viejas estructuras.
Ya no se está dispuesto a esperar toda una vida a que se puedan ejercer unos derechos reconocidos como universales. Las nuevas generaciones quieren educación, salud, democracia y ambiente sano ya.
Los telones de la democracia simulada y la incomprensible economía están cayendo, dejando al descubierto a unos pequeños grupos de seres humanos que creen ser dueños de otros seres humanos, sin más argumento que su propia ambición.
Este torrente de cambio corre el riesgo de perder su rumbo una vez logre tumbar las viejas estructuras. Su memoria histórica le permitirá estar alerta al resurgimiento de los modelos de exclusión, pero el tránsito por escenarios desconocidos lo puede agotar, en medio de la división y la desesperanza.
Tiempos de cambio inciertos pero esperanzadores. Asistimos al fin de una etapa de la sociedad humana y al surgimiento de nuevos modelos de convivencia, de un nuevo pacto social, de una nueva historia de la historia.