“Colombiana” fue dirigida por la marioneta de Luc Besson, Olivier Megaton, alrededor de un guión calcado y fotocopiado de “El Profesional”, con visos de “Nikita”.
La única diferencia estriba en el origen y el destino final de la protagonista, interpretada por Zoe Saldana, a quien solo le falta lucir un traje azul para certificar el parentesco con “Avatar”. Vuelve a gritar y a brincar como en aquella, al servicio de una trama disparatada de buenos contra malos, a la luz del cliché de la venganza. Tarantino lo hizo mejor en “Kill Bill”. Igual Joe Wright con “Hanna”.
Ciertas secuencias e imágenes se quieren homenajes a la tradición “pulp” de los géneros malditos. Pero nada menos auténtico. El trazo grueso de la caricatura inconsciente, lastra el acabado de la puesta en escena, donde la cámara flota y se mueve por inercia, programada por los hilos de un clon despersonalizado.
La dirección roba y saquea patrimonios ajenos del western, bajo la sombra de su dudoso gusto por la acción estilizada de los europeos con pretensiones de emular y superar a los americanos.
En realidad, el film trasluce los complejos de inferioridad de una industria francesa, condenada a renegar de su identidad para subsistir en el mercado de consumo. Lo mismo se puede decir de los demás integrantes del casting, prestos al juego etnocéntrico de disfrazarse de “latinos desalmados”, cuando apenas balbucean el castellano con dificultad.
Ni hablar de los jamones ibéricos en plan de “Padrinos” de los carteles de la droga. Lo de Jordi Mollà es patético. Preferible quedarse en España comiéndose la verdes.
Lástima por el venezolano-peruano de Beto Benites, al rebajarse a incorporar a un “Caracortada” de cuarta categoría. Lleva una copa de Brandy en cada segmento, apenas opacada por el absurdo de un peluquín oscuro. En el país vecino, hay mayor cuidado por los detalles de la factura.
Así es el tono neocolonial de “Colombiana”, una producción pirata y en fuga de unos vampiros galos con doble moral. Proyectan sus problemas y miserias sobre Estados Unidos y el tercer mundo, para rentabilizar sus arcas. Por desgracia, aquí les seguimos abriendo las puertas y brindando apoyo. Me recuerdan a los chupasangres de la pornografía social de “Agarrando Pueblo”. Yo les recomendaría regresar a París y atreverse a retratar su rollo con los inmigrantes.
Lamentablemente, “Colombiana” deja en total evidencia porque surgen políticos fascistas y presidentes xenofóbicos en la nación de Le Pen.
No en balde, el largometraje resume los múltiples prejuicios raciales y culturales del Sarkozy promedio. Es antiamericana y antilatina, a partes iguales. Dibuja un mapa maniqueo para continuar justificando la intolerancia hacia la alteridad en el viejo continente. Por ello, merece discutirse.
En efecto, refleja una tendencia global rayana en la esquizofrenia. La de un cine internacional obligado a abandonar sus fronteras, para instalarse en el extranjero, a objeto de recibir prebendas.
Desde allí, ejecutan sus planes, ruedan con prisa y encima se dan el tupe de pintarnos como un espacio yermo, carente de humanidad, de matices. Luego retornarán con la lata terminada, para vendernos su mezquino espejo de lo nuestro, de lo distinto. Por lo visto, es una operación de conquista, harto conocida. En consecuencia, su entramada ético describe y desnuda el cinismo detrás de la concreción del trabajo.
Por tanto, prefiero la honestidad de los thrillers de la meca.
Por su parte, “Colombiana” es un caballo de Troya, cuyo olor a rancio la descalifica de plano. Todo en ella es plástico, caduco y tieso, como sus vulgares principios románticos, sus plagios a “Seven” y sus fofos consejos de autoayuda para mujeres desesperadas. Feminismo de cartón piedra, no para liberar sino para esclavizar. Predecible desenlace de una película supuestamente cool, artie y pesimista.
Ya lo dijo Fernández Porta: es la impostura de prefabricar la naúsea, a merced del sensacionalismo como negocio. Ahora lo llaman “Benettonismo”. Fase superior del empaquetamiento de la diversidad, amén de la coartada de la incorrección y el afecto por lo exótico.
Pura trampa.