Hoy la historia del arte kistch, de quinto grado, selló uno de sus capítulos universales de la infamia con la inauguración del salón, Néstor Kirchner, en el palacio de Miraflores.
La verguenza llegó al extremo y al borde del ridículo al develarse los horrorosos cuadros pintados por el presidente en homenaje a su homólogo fallecido.
Las imágenes son entre patéticas, bochornosas y reaccionarias, propias de un pasado de genuflexión superado en el ámbito de la estética.
Parece una exposición curada por Farruco Sesto al gusto ingenuo del teniente coronel, quien hace unos lienzos chambones, grotescos e involuntariamente tragicómicos, para retratarse al lado de Fidel y compañía.
El rey desnudo ahora luce como una fotocopia a color de «El Gran Dictador» de Chaplin.
Cualquier explicación e interpretación, sobra.
Una vez más, sean testigos del subconsciente del gobierno proyectado a través de la cultura oficial.
Una radiografía de una época oscura.
Muerte del caballete.
Reverón debe andar revolcándose en su tumba.
Tremenda caricatura.
Digna de un mural de la Misión de la semana.
Ni la Galería del Hotel Alba cae tan bajo.
Es para colgarlo en Facebook y dedicárselo a un enemigo.