Vivo de echar cuentos. Me los publican en todos lados: Prodavinci, Papel Literario, El Librero. Estoy cotizado en dólares, cobro durísimo por derechos de autor, me codeó con la crema innata de la Feria de Guadalajara, donde me extiende alfombras rojas y me permiten pontificar en vivo con mis amigos.
Cada año, lanzó la caña de mis cuentos al río revuelto del mercado editorial y de los concursos del sacrosanto gremio. Siempre algún ingenuo cae por inocente y pica el anzuelo. Es el casino, es la lotería con mayores opciones de ganar en un solo juego. Además acumula y reparte, como el Kino Tachira. Cuando descubres las reglas del sistema, te haces millonario.
Yo lo estudié por siglos y al final detecté sus grietas. Por eso nado allí como pez en el agua. ¿Quieres llevarte el Mont Blanc? Escribe una carta idiota de amor. Rocíale perfume por encima y mándasela al jurado. En cuestión de horas, recibes la recompensa. Mínimo una mención.
¿El de El Nacional? Es complicado, pero no imposible. Ellos premian “constancia” y “resistencia”. Si en siete años no lo ganas, retírate del negocio con la frente en alto o denúncialos por discriminarte. El escándalo, a lo mejor, rinde sus frutos. Vuelve a probar en dos años, y de seguro te consagran.
Con los demás, es un asunto de relaciones y contactos. El talento es lo de menos. Al principio era cándido y lo ignoraba. Pensaba batallar contra el monstruo y doblegarlo bajo mi ley. Pero salí derrotado. Los escritores mediocres me daban palo en cada competencia, me tumbaban la autoestima y se hacían con el botín. Luego entendí la clave de su éxito. Jalar mecate, venerar a los Popes del medio, no amenazar el status quo de Monte Ávila y Mondadori, quedarme callado, pasar agachado, y asistir a cuanto bautizo tenga lugar en la capital, con presentación incluida.
Prepárate para los bautizos de libros de cuentos malos. Serán parte de tu trabajo, de tu camino hacia la fama y la gloria. Te los explico y descodifico, mi niño. Una vaca sagrada o una joven esperanza, te convoca a una reunión de secta en una Librería. Allí un señor fastidioso hará lectura de un pergamino sobre el homenajeado de la noche. En cinco minutos, te provocará salir corriendo. Pero debes ser pragmático y aguantar. Te recomiendo consumir antes café o Red Bull, para no quedarte dormido. Si puedes ir acompañado, pues mejor. Te desahogas con tu pana, a escondidas, y después finges demencia. Hipócritamente bebes el vino de honor, aplaudes a los triunfadores con pinta de perdedores y felicitas a los organizadores por la velada.
Repetirás la dosis incansablemente , hasta lograr tu cometido: ser tú el homenajeado, recibir los aplausos, firmar los autógrafos y dar las ruedas de prensa ante la misma bolsa de gatos de costumbre.
Los periodistas de la fuente caben en un puño y son fáciles de conquistar. También andan pendientes de figurar, hacer contactos y ganar premios. No se quieren rayar con nadie pesado, y siguen las órdenes de los dueños del circo. Algunas llegan lejos por acostarse con ellos y todo. Si eres hombre y feo, como yo, sonríe, asume el estilo Rodrigo Calderón, viste como un señorito de la Academia de la Lengua, tómate fotos con los del Pen Club, y envíale tus textos al Apéndice de Pablo y compañía. Ellos seguro te apoyan y te acogen en su seno. Total, son caimanes del mismo caño.
Al cabo del tiempo, los conocerás a todos y celebrarás tertulias, tenidas y fiestas intensas con ellos en tascas y restaurantes chinos. Se quedaron pegados en la nota de la república del Este y no conocen de otros destinos. Se la pasan en grupo como los Boys Scout y portan por igual el uniforme del proletario bohemio, con jean, franela, camisita arremangada y zapatos de marca. Advertencia: son tipos amarrados y pichirres con el dinero. Te lo dije, tienen los brazos cortos como los cocodrilos. A la hora de pagar, piden permiso para ir al baño o pone cara de “aquí yo soy el importante y tú deberías pagar, por hacerte el favor de acompañarte”. Por ende, debes tomar precauciones y solo ordenar cerveza. Es lo más barato y ellos tampoco saben tomar otra cosa. De repente, un ron o un whisky, como mucho, en días especiales. Nada de tragos exóticos y rebuscados, porque afloran sus complejos de inferioridad.
Recuérdate, la mayoría eran peladores y nerds como tú. Los cerebritos del salón, los pollos de la clase, los hazmerreír. Ahora vienen a cobrar venganza a través de sus conocimientos. Los utilizan para humillar y vencer a quienes antes los humillaron y vencieron. Tampoco faltan los pavitos natos, los bellos por naturaleza, los ricos de cuna y los populares de toda la vida. Con ellos, el problema es doble. Te restriegan sus dotes estéticos e intelectuales. Las chicas caen rendidas a sus pies y los consienten como estrellas de rock, tipo Vinilo Versus. Se las quitan a sombrerazos y las preñan como gallinas. No saben del uso del condón y son proclives a contraer enfermedades venéreas. Cuídate de ellos, si quieres llegar lejos.
Aclarado el punto, me despido con mi último consejo. Escribe en prosa legible, como yo. Emplea oraciones cortas y con pocos signos de puntuación. Nada de frases subordinadas o complejas. La idea es jamás asustar al lector, de entrada y salida. No te compliques la vida con los temas. Agarra el periódico e inspírate en la crónica roja o en los titulares. Habla de asuntos universales: el amor, la soledad en el trópico, la corrupción, la enfermedad, la juventud, la madurez, la vejez, las drogas, el consumismo, el socialismo, el capitalismo.
En todo caso, si no sabes escribir, te puedo sugerir una medida o una solución extrema: haz corte y pega, fusila y copia. Pero no vayas a hacerlo bandera. No seas conejo. Si terminas como Javier Vidal, es por tu culpa. En la actualidad, con internet, es demasiado sencillo. Agarra cuentos de chamos franceses por web o de Hong Kong, búscate un traductor y ponles tu nombre. Solo hazlo con cuentos no registrados. Una vez traducidos, los lleva al registro y listo. El cuento es tuyo por ley. Si te denuncian o descubren, sacas tu registro y contrademandas. Si persiste el acoso, búscate una buena excusa creativa o conceptual. Échela la culpa al surrealismo, al dadaísmo, a la escritura automática, a las tendencias en boga de apropiación. Como eres parte de la familia, ellos sabrán disculparte.
El resto depende de la fortuna o de la suerte de cada quien. Sea como sea, yo soy un digno ejemplo de lo dicho hasta ahora. Mi método es infalible.
Imítalo y replícalo bajo tu propia cuenta y riesgo.
Bienvenido a la jauría de Macondo, del realismo mágico, de Piedra de Mar, de Tráfico, de Guaire, del boom latinomericano y más allá de Bolaño.