Hoy se conmemora el 181 aniversario de la muerte del Libertador y el gobierno lo celebra, descaradamente, como otro evento de su campaña política permanente.
El chavismo hace uso grosero de una figura épica de la historia, en beneficio propio, tal como lo descubrieron y explotaron nuestros tiranos y dictadores del siglo XIX y XX.
En tal sentido, la historia vuelve a repertirse de manera fiel. Solo cambia el escenario, el contexto y la magnitud demagógica del presente, donde la manipulación mediática permite la proyección de las fantasías necrofílicas del teniente coronel, quien gusta sentirse entre momias, zombies y cadáveres insepultos de la memoria colectiva, para exorcizarlos y conjurarlos a su favor.
Así convierte en pública su obsesión privada y morbosa de consumar actos y rituales de secta, de brujería. Al respecto, protagoniza cadenas en forma de películas de terror baratas, donde afirma hablar con los desaparecidos y fantasmas de la Venezuela heroica. Razón suficiente para recomendárselo a un buen terapeuta( no precisamente Chirinos). Al hombre le sale psiquiatra.
Sin embargo y en realidad, todo es parte del plan. El militar sigue cuerdo pero le conviene hacerse el loco y comunicarse con los espectros, como Hermes, el Iluminado.
Por desgracia, su show «new age» nos cuesta caro. Es la diferencia con los programas de televisión del género. En su caso, él se consiente con el dinero de los ciudadanos, para encima repartirse las ganancias y dividendos proselitistas.
Vaya nacionalismo de teatro del absurdo. Ni siquiera provoca festejarlo. Dejen dormir y descansar en paz a los muertos. Ya basta de revivirlos sin su consentimiento. Antesala de la próxima película kistch de «La Villa». Espérela.
Dios nos agarre confesados.