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Balance 2011: Cine Internacional entre el Declive y el Renacimiento


Primer año de la segunda década del tercer milenio. Grosso modo, fue un período de rectificación y ruptura de los modelos instaurados durante el pasado ciclo. Hubo puntos de inflexión, así como preocupantes síntomas de estancamiento. A continuación, los comentaremos para ustedes.
En general, el mercado sigue dominado por el cartel de Hollywood y el oligopolio alternativo de los principales Festivales del globo, desde Berlín hasta Cannes, pasando por San Sebastián, Venecia y Sundace.
Ambos frentes, se reparten el grueso del botín de la taquilla a una escala casi planetaria, sin recibir mayor oposición. Con todo, las filmografías locales buscan hacerle resistencia a través de sus plataformas de distribución, producción y exhibición. Pocos países logran sobrevivir a la dura competencia de los grandes emporios de creación audiovisual.
La India, Irán y China asumen el reto de conquistar a sus audiencias cautivas, al costo de censurar y vigilar contenidos, de forma anticuada, estalinista y fascista. Responden a la hegemonía pero al precio de imponer otra. El esquema venezolano, fotocopiado del paradigma subsidiado de Cuba, va por ahí.
Ergo, las alarmas merecen ser encendidas ante la permanencia de los patrones totalitarios de lado y lado, los del capitalismo y los de las economías tuteladas por el estado, donde el gobierno también ejerce poder de veto. Por ello, desconfío de las políticas del CNAC y la Villa, muy a pesar de las palabras de aliento de sus apóstoles, beneficiarios y propagandistas.
En tal sentido, solo quedan las opciones de la red y la tecnología al alcance de la mano en un tiempo de aguda desarticulación de los tejidos sociales.
La paradoja resulta evidente, aunque no menos estimulante. Las comunicaciones virales de los disidentes golpean las cabezas de los ejes de control, gracias a los aparatos y programas suministrados por los pulpos corporativos de Sony, Canon, Nikon, Facebook, Youtube y Twitter.
Las generaciones de relevo canalizan su descontento a través de los canales oficiales de la web y el entorno cibernético. ¿Los vencimos en su propio terreno o nos domesticaron de manera sutil, al estilo de la izquierda cooptada por la mentada revolución bonita? ¿ Somos independientes o esclavos de la “Matrix”?
Las peores profecías de Tom Wolfe parecen cumplirse, cuando observamos los rebaños de “radicales chics” asentados con orgullo en el laboratorio industrial y el laberinto del cine 2.0. Aun así, es preferible su existencia a su atomización. Lo mismo cabe para el asunto polémico de la piratería y el movimiento de las descargas gratuitas, últimos espacios de desarrollo de las expresiones comanches, de cara a la amenaza seria de la reconquista colonial de los cinco continentes por parte de los grupos de presión, los señores de las sombras, los lobbys de cuello blanco y las mesas de conflicto de interés.
¿Es una película conspirativa? Ojalá. En realidad se trata de una suerte de club “Bilderberg” diseñado para manufacturar largometrajes, en función de los gustos de la demanda. Por fortuna, el aparato todavía sabe propinar un bonito espectáculo para la grada.
A veces, la voluntad de ciertos autores, visionarios y realizadores doblega a la tiranía de los ejecutivos. Es la moraleja de “The Artist”. La nostalgia silente consigue un segundo aire, en virtud de la caridad y la providencia de los gordos de la meca. Irónicamente, la respaldan los hermanos Weinstein. De repente, es un retrato hecho a su medida.
Sea como sea, la obra maestra de Michel Hazanavicius proyecta varios de los fantasmas de la época: la crisis, la mutación y adaptación mediática por mero compromiso mercantil, la fábrica intercambiable de argumentos en serie, la repetición, el agotamiento de las fórmulas, el auge y la decadencia del sistema de estrellas, y la posibilidad de resucitar de las cenizas en el contexto de la depresión.
No es casual la relación con el año 1929. Según la metáfora del estupendo título protagonizado por Jean Dujardin, el 2011 es un calco y un retorno al panorama, de tragedia e incertidumbre, de la caída de la bolsa del siglo XX. Entonces, el sonoro emergió para rescatar de la deuda y de la quiebra a los propietarios del negocio.
Ahora, en un giro histórico tremendo, la reencarnación de los primitivos de la era muda y de la barraca de feria, le salvan la patria a los mandamases detrás de las cámaras y los circuitos en vías de extinción.
No en balde, los diálogos ya no importan nada en los tanques de verano, a merced de sus trampas para cazar bobos y fanáticos de las caricaturas de Marvel, Harry Potter y Dc Comics.
La infografía, la animación y el efectismo se tragan por completo a las palabras y argumentos, mientras el público exige su pasaje de vuelta a la etapa originaria e infantil de los juguetes ópticos. El 3D permite la reevaluación de las pantallas de amplio formato, en su lucha a muerte con las sensibilidades líquidas de la “home movie”.
Por ende, surgen experimentos e híbridos curiosos de ensamblaje conceptual, para acaparar a diversos sectores del colectivo.
Entre los mejores, destacamos: “Drive” ( film noir en “mute” con mucha música tecno), “Súper 8”( el mensaje demagógico de hazlo tu mismo, explotado por los tentáculos del Rey Midas), “Tintín”( más de Spielberg en tercera dimensión y con el viejo enfoque etnocéntrico e imperial de “Indiana Jones”), “Hugo”( obvio homenaje a Meliés y a su utopía derrotada por los garantes de la vanguardia y el relato literario), “El Árbol de la Vida”( tributo al Kubrick silencioso de “2001” y reverberación onanista del Mallick de los setenta en formato panorámico), “Melancolía”( reflexión del renacimiento y de la muerte del discreto encanto de la burguesía, asolada en su castillo de Versalles por el eclipse de su supremacía, a la luz de pinturas negras y de cuadros digitales en movimiento), “Gigantes de Acero” ( Steven contraataca con inteligencia artificial y robots de video game para adultos y niños con sobredosis de “Red bull”), “Medianoche en París”( o cómo solo Woody Allen puede hacer la misma película mil veces, anclarse en el pretérito y sacar réditos en presente), “Los Muppets”( la versión para chicos de “The Artist”, con la rana René en plan de “Sunset Boulevard”, caballo de Troya de la Disney, antihéroe pobre en contra de los ricos bobos de Los Ángeles y regeneración del eterno “american dream”, atemperado por la parodia y la deconstrucción del género musical), “Destino Final 5”( brillante quinta entrega de una saga sintomática del atolladero del terror manierista, ahogado por el caudal de su sangre por la sangre), “Rise of the Planet of Apes”( maravillosa precuela de una zaga agotada, urgida de clonación y consagrada como ofrenda populista al nicho de los indignados de San Francisco y de los Espartacos sediciosos del “Apocalipsis Now”), “Rango”( enésimo remake camaleónico del “Jinete Solitario”, hoy con problemas existenciales y de identidad), “The Beaver”( secuela de “The Passion” en descargo de la demencia y la esquizofrenia de Mel Gibson), “Sucker Punch”( colosal y faraónica alegoría de la emancipación femenina, a cargo del machista de “300”, Zack Zinder, a la gloria del manga revisitado por ordenador), “Bridesmaids”( la fábrica de churros de Jud Apatow aprende a cocinar comedias enlatadas con éxito, para mujeres desesperadas, de partirse de la risa), “Moneyball”( los ganadores se disfrazan de perdedores y la batean de jonrón en el box office), y “Senna”( el mainstream remueve sus archivos y descubre material de “found footage” para reeditar sus cánones añejos).
En resumen, un cúmulo de propuestas con sabor y olor a clasicismo estéril, eclecticismo renovador, posmodernismo reaccionario o iconoclasta, y retrofuturismo en clave de encontrarle una salida al túnel de la linterna mágica. Queremos adelantar, pero dando pasos hacia atrás. Es la singularidad del momento actual. Incluso, marca el rumbo de las selecciones oficiales de los certámenes y competencias curadas por los guardianes del arte y ensayo, no exentos de las dificultades de sus enemigos declarados.
Los Festivales atraviesan por el colapso de una burbuja, similar a la del 2008. Sus presupuestos se achican y aprietan como el cinturón de Chaplin en “La Quimera de Oro”. Por consiguiente, apuestan a las cartas marcadas y a los naipes con chance de asegurar ganancias.
Premian a las vacas sagradas en Cannes(“The Tree of Life”de Terrence) y Venecia(“Fausto” de Sukurov), regalando Conchas y Osos digitados por las organizaciones respectivas, a espaldas de la gente y escudándose en sofismas anacrónicos de élite. Después se quejan del Óscar y sus elecciones predecibles y amañadas.
Ojo, yo disfruto un kilo con las triunfadoras de Cannes, de la academia, de San Sebastián, de Berlín, de Rótterdam. Pero francamente su andamiaje comienza a lucirme obsoleto, demodé y apenas funcional a sus incómodas e intricadas burocracias de facto, llenas de funcionarios y comisarios atrincherados, quienes se sienten como los herederos legítimos de un trono, tipo Mubarak, Gaddafi,Ben Alí, Fidel y Chávez. Discriminan con su solemnidad de eruditos y doctores en historia del séptimo arte. Por favor.
Por los lares de San Sebastián, observé la entronización de la corrección política y el tono consensuado en ruedas de prensa.
Un crítico bastante respetado, me miró con cara fea porque le hice una pregunta dura e indiscreta a sus invitados de honor en la mesa del “film noir”. La arrogante hija de Michael Mann y Walter Hill esgrimieron dos tesis inexactas y nadie les salió al paso. El crítico bastante respetado sabía la respuesta, pero fingió demencia.
En paralelo, el clan Almodóvar puede darse el lujo de estrenar el último bodrio de Pedro en Cannes, nada más por el valor de cambio de su firma. Así es imposible competir en igualdad de condiciones. ¿Cuántos buenos directores quedan por fuera, en vista de la inclusión del pequeño desastre de Pedro? ¿Docenas, cientos, miles? Ni hablar de la proeza de arribar hasta allá, luego de atravesar sopotocientas alcabalas. Es todo un reto y un desafío a la paciencia.
Al final, como sucede con el universo del periodismo, nos toca conformarnos con las opiniones y las depuraciones de los centros de poder, donde nosotros no tenemos voz ni voto. Únicamente la ocasión de subir y bajar los pulgares, de debatir, de apreciar o de rechazar.
Por tanto, es urgente renunciar a la pasividad de costumbre, la de decir: “aquí les publico mi lista con las 20 y 30 gemas del 2011”. ¿Cuáles gemas? ¿Las tuyas o las de ellos? ¿Las de nosotros? No, mi pana. No te complazcas con las migajas a la cuales accedes por entes fiscalizados. Aprende a descodificarlos con conciencia. Distínguelos en su seno de irradiación y contagio. No seas ingenuo y mentiroso. Tu no eres árbitro de nada. Tu ves el equivalente al uno por cierto o menos de la oferta mundial. Por ende, no te confundas. Debes ser humilde. Como mucho, puedes proporcionar una lectura sobre las tendencias en boga. Pero lo del top ten, no te queda bien. Termina por revelar tus carencias, vacíos y huecos.
Para el 2012, abogo por la eclosión del cine distinto, diferente al habitual. Abogo por la modificación de las estructuras rígidas de los Festivales. Pero tampoco me hago ilusiones. Hay intereses en juego. El Oscar, el mercado y Cannes, cavarán su propia tumba si no se adaptan a las reglas del tercer milenio.
Las monarquías carecen de futuro.
La apertura, la participación y la interacción auténtica, son el camino.
Ya no esperes nada de Almodóvar.
Preocúpate ahora por hacerle sombra.
Ya no esperes nada de la política de autor.
Convierte tu mismo en el autor de tu política.
Mi llamado es a la acción en aras de superar el declive de la cultura del cine.
No esperes el llamado o la confirmación de Cahiers Du Cinema.
Tu eres el potencial editor de tus cuadernos de cine.
De pana.

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