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¿ES RATZINGER UN TERRORISTA?

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Alguien tiene que hacer la pregunta obvia, ¿no? Ahora que por enésima vez el cristiano más poderoso del mundo hace uso de su posición privilegiada para agredir al colectivo LGBT, creo que conviene empezar a pensar en acciones específicas que le enseñen a su majestad a vivir en un mundo plural.

Claro, no es que el papa ande lanzando bombas, pero no por eso queda excusado del uso de la violencia, violencia que es de un tipo muy particular: violencia simbólica.

 ¿Nuestros derechos civiles un atentado contra la humanidad?

¿Somos responsables de la disolución de la sociedad?

¡Por favor! ¿Qué pasaría si en vez de decir ‘gays’ y ‘matrimonio homosexual’ dijésemos ‘cristianos’, y habláramos de lo dañinas y contraproducentes que son sus creencias en torno al sexo y la salud sexual, o del machismo y la misoginia, entre otras perlas inherentes a la doctrina vaticana? ¿Qué tal que cada vez que pudiésemos, en cada foro, sin importar lo desubicado que sonemos, apuntamos al peligro de tener gente tan rígida y reprimida, y de paso con pretensiones colonizadoras y opresivas para con el resto del mundo?

Porque eso es lo que hace Benedicto XVII. Cada vez que puede transmite una imagen distorsionada del colectivo LGBT, a la vez que clama porque se cercenen nuestros derechos civiles. ¡Imaginen lo que nos haría si no estuviésemos en el siglo XXI!

Es acá que entran en juego las definiciones que nos permitirían clasificar a Ratzinger como un terrorista:

1. Violencia simbólica: cuando se aplica la fuerza de manera no física, sino a través de la imposición por parte de los sujetos dominantes a los sujetos dominados de una visión del mundo, de los roles sociales, de las categorías cognitivas y de las estructuras mentales. El concepto fue introducido por Pierre Bourdie y alude precisamente a la presentación pública de Benedicto XVII, quien usa su influencia para determinar un cierto modo de ver a los gays, tanto como de un lugar en el que pretende colocarnos y mantenernos.

2. Terrorismo: uso sistemático del terror – esa exacerbación del miedo hasta su extremo – para coaccionar a sociedades y gobiernos con miras a lograr objetivos específicos. El terrorismo, como táctica, es una forma de violencia política.

Creo que se puede ir viendo, primero, que Ratzinger tiene una agenda política bien clara (v.g. prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo), que apunta a un grupo específico (los gays) mediante unos medios que apelan al terror («amenaza contra la humanidad», «disolución de la sociedad»). Este comportamiento, está a la vista, es algo sistemático del personaje a lo largo de toda su carrera eclesiástica (recuérdese que como cardenal se hizo infame con su «pastoral para las personas homosexuales»). En definitiva, el ahora Papa ha estado, desde siempre, obsesionado con los gays, como Hitler con los judíos.

No se qué se puede hacer, pero se que ya es hora trabajar para poner al Benedicto XVI en el lugar que merecen sus actos.

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