Cree en tu pasión, los astros se extinguieron hace millones de años y pronto descubriremos
a las crías perdidas en la niebla que irrumpían en nuestros sueños después de hacer al amor
pidiendo salvar sus pequeños y enfermos cuerpos sabios
movidos por el corazón de la ciudad,
llorando en nuestros pechos abiertos por sus furiosas y frágiles garras
también en otras épocas en las que no pudimos salvar
a nuestras familias de las pestes y la locura,
en la luz intermitente del presente que llamea en el iris
cada vez que nos acercamos al origen de nuestras cicatrices.
Mira la luz que viene del sol y llega a los ríos
sentirás el flujo de tu sangre y conocerás la extensión de la tierra
los escritos de las criptas de cristal donde los cuerpos opacos
beben de las aguas del mar primigenio.
Nada habrá cambiado desde la sangre de la primera herida, sólo la máscara del demonio
con la que recorremos los pasajes nocturnos, la razón de las constelaciones.
Los colores de nuestra alma habrán de volver al mar
como toda la madera desperdigada en los campos y barracas,
como cada ánima rebelde que narra en las paredes de la ciudad desbastada
la nueva vida que el sol le ofrece;
la fuerza del regreso, las visiones de las antiguas guerras oceánicas
en la vigilia de los refugiados,
la ira con la que abrazo al agónico;
todo vuelve a suceder menos tú, sedienta flor del fuego,
la pérdida del miedo a la sangre en la oscuridad.
Cada espíritu en la niebla tiene su pueblo y tiene su aliento.
Los animales indómitos que esperamos que nos rescaten del depredador escondido
permanecen erguidos bajo el temporal, escuchando cada uno de nuestros pasos,
siguiendo cada rama que se quiebra en la búsqueda de las piedras del sol muerto,
cada fractura resonando en el eco de las cavernas…
Antes de alcanzar el poder de las garras de nuestros salvadores
veremos nuestros cuerpos transformarse,
nuestros sentidos unidos en una sola luz frente al rostro de la bestia.
Anoche en los sueños pude ver a mi padre después de quince años
de pesadillas con mis hermanos y las dagas escondidas con nuestros nombres inscritos…
Se derramará sangre, y será la tuya, has dejado de estar en mis ojos
y ahora eres el espectro del pavimento esperando la hora de la revuelta nocturna.
Estaba viejo y se veía derrotado, no quiso hablar más;
esperaba de él un beso en la frente como el signo que creía en la niñez
aceptado como recíproco por los desahuciados,
esperaba que nuestra fe sanara las expresiones de dolor
de los cuerpos extintos a nuestro alrededor: esperaba por el caos…
Frente a las constelaciones, seré juzgado al finalizar la noche de mi juventud sangrienta
por el barrio que me vio nacer y alejarme hasta el delirio con la justa eternidad,
en nombre de lo que logremos entender, despiertos y heridos
de la fuerza y la angustia de las siguientes generaciones.
Permanece en la persistencia de tu sangre, sigue tu intuición,
los rumores de que la peste avanza
se extienden por todo el mundo y el credo de los líderes enferma,
los hijos ya no creen haber tenido alguna vez un nombre
y preparan lienzos en la plaza nocturna, con todos los colores de sus cicatrices.
Permanece en la persistencia de tu sangre,
sigue tu intuición, sabes que las hogueras están prendidas
justo a esta hora, sabes que los más jóvenes lo entienden
desde que vieron llegar una noche
el rostro demacrado y asustado de su madre mientras el sonido de los balazos lejanos
se acercaba cada vez más y la frente de ella se inclinaba como un animal de la luz
encarnado en su descendencia,
que los viejos lo recuerdan con los ojos rojos de carbón de trabajo ensangrentado
resistiendo las amenazas y la tristeza
del planeta que se eleva como un dragón negro
hasta el fruto del la conciencia flamígera en los ojos de los transeúntes.
Seguimos esperando el testimonio irrevocable de los muertos
nacidos de los esteros de los cuerpos secretos,
los sueños con los consejos de las sabias calaveras,
el conocimiento de los ocasos grabados en los metales de la penumbra.
El cuerpo desnudo y herido libera el calor que comunican los recuerdos en el espacio.