Después de la famosa mentada de madre a un sujeto que no se la merecía (porque es prestarle demasiada atención), hay algunas cosas que me gustaría comentar. Como son bastante generales, creo que vale la pena escribir un corto artículo sobre ellas.
No voy a decir que estaba «haciendo un experimento» como Virus. No era un experimento. De verdad estaba molesto, fuera de mis casillas, cuando el patiquín en cuestión me colgó el sambenito de Carmonista de buenas a primeras.
En mi larga experiencia dentro de diversas comunidades virtuales, incluso esta, he notado una cosa: el que se resbala, pierde. A ti te pueden insultar todo lo que quieran, te pueden llamar lo que se les ocurra. Pero que ni pienses en reaccionar, porque si reaccionas estás frito. Si reaccionas eres un salvaje, eres un «imbécil», no sabes «argumentar» (y no saben cómo me río al leer esa palabra viniendo de personas que no saben lo que significa).
Pero pienso que ya basta. Me parece un mal chiste, que alguien me llame Carmonista y que tenga que quedarme callado, quietecito, como si no hubiera sido conmigo. Si le respondo, entonces mi respuesta es «desproporcionada» o soy un «imbécil», y soy el diablo en persona. ¿No ven las ofensas, los insultos y el abuso de los demás? No.
Tal vez les guste a ustedes clavarse puñaladas por la espalda, les agrade el insulto refinado, la hipocresía. A mí no.
Esto es todo. Adios.