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«De cómo mamarse un huevo o de las vicisitudes de la búsqueda de placeres en la guerrilla cultural»

«De cómo mamarse un huevo o de las vicisitudes de la búsqueda de placeres en la guerrilla cultural», es una improvisación de danza llevada a cabo por la bailarina venezolana Ana Chinaloy. Su intención contracultural, sus riesgos y la cantidad de imágenes que contiene debieron hacerla protagonista de algunos centímetros en la prensa nacional, pero todos sabemos qué significa aquello de «prensa nacional». Sobre todo porque «De cómo mamarse un huevo…», no es exactamente el tipo de cosas que pueda reseñarse fríamente en las páginas bienpensantes del país, donde escriben los escritores que ganan premios y todo eso. Su comprensión necesita un proceso cognitivo donde toda la sociedad, especialmente los centros tradicionales de poder, reflexionen sobre sí mismos. Esto a veces es difícil y puede hacer que la cabeza le estalle a más de uno.

Si bien entendí en mi intercambio a altas horas de la noche con la China, su idea nace del estricto control y filtros que existen en la alcanforada y -por qué no decirlo-, aburridísima vida cultural caraqueña. Aquellos herederos bourdieussianos del establishment, aquellos que se dedican a juzgar y filtrar toda propuesta artística para asegurarse de que no proponga absolutamente nada y sea lo más aburrido posible. No se les debe menospreciar: hay que trabajar con ahinco y tezón para escoger libros tan carentes de riesgo y originalidad, o aplaudir monólogos dizque comicoides en las cuatro salas de teatro que quedan. No se preocupen, venezolanos: con estos perros de guardia, podemos dormir seguros, sabiendo que en este país no se apoyará nada que no sea un libro de cuentos, escritos en primera persona, sobre un escritor periquero que tiene una pistola. O un grupito de rock insulso, una especie de Maná venezolano. Jamás habrá algo remotamente parecido a arte en una Feria anual. Fiu. Qué alivio.

Sin embargo, a veces aparece gente como Ana Chinaloy. Invitada al festival «Día 9» en el nec plus ultra de la farandulería intelectualoide veneca, Chacao, la China quiere experimentar sobre cómo es imposible hacer algo en Venezuela sin mamarse un grandísimo güevo. O que todos son una cuerda de mamagüevos; la cosa no queda clara, es arte, get it? Entonces nace esto, el coñazo punk más rudo posible. Un arte transgresor, puede que repugnante para algunos. Los críticos no se hicieron esperar, con sus ojos saltones que proclamaban que «eso no era danza», o las madres del público preocupadas por «los niños, los niños; esto no es apto para niños», mientras que los niños se entretenían con una sonrisa inocente en la cara.

Acá se los dejo. Algunos verán plasmado en esta improvisación la carrera de más de uno de nuestros adalides culturales, quienes conocen muy bien el olor de la papaya verde (ahora roja rojita) venezolana.

«De cómo mamarse un huevo o de las vicisitudes de la búsqueda de placeres en la guerrilla cultural»

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