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El hombre hombrillo (o por qué deberían cambiar los parámetros de lo sexy)

Voy por la cota mil, observo a los hombres hombrillo (utilizaré la frase genérica “hombre hombrillo” pero hablo de hombres y mujeres) y de repente pensé: los hombres hombrillo deben ser mala cama: una persona que no piensa en el otro no puede ser un buen amante ¿cómo se puede complacer a otro si no te importa más que tu propia satisfacción? Razonamiento lógico.

Y es que el egoísmo es la característica fundamental de nuestro sujeto. El hombre hombrillo, por supuesto, es el conductor que usted ve por el hombrillo, así no haya cola, y que por alguna razón piensa que llegará más rápido cometiendo esa falta. Al hombre hombrillo le molesta, sobremanera, conseguirse un carro accidentado en el hombrillo. También te toca corneta frenéticamente si estás entorpeciendo unos centímetros su paso por el hombrillo. El hombre hombrillo se queda sobre un rayado peatonal o cruza, sabiendo que en segundos la luz estará roja, y cree que lo que hace, no afecta el tráfico que tanto detesta. Nadie entiende por qué está tan apurado el hombre hombrillo en un país como este ¿Para dónde va?

El hombre hombrillo se colea, cobra comisión por hacer su trabajo, saquea gandolas volteadas, roba a quienes acaban de tener un accidente; construyen apartamentos, les ganan el 100% y te los entregan sin baños y con pisos de exteriores. El hombre hombrillo compra blackberries robados y el día que se lo roban, maldice amargamente. Si hay algo peor que el hombre hombrillo, es el hombre hombrillo con dinero: esos pagan por ser “alguien”, comen pinta y humillan al mesonero que les escupirá la comida. El hombre hombrillo con dinero le dice “compadre” a quien está a punto de joder. El hombre hombrillo tiene un manual , el hombre hombrillo es también responsable de que esta ciudad esté tan jodida.

El hombre hombrillo ha gobernado por décadas en Venezuela, y si le sumas los miles de hombres hombrillos que circulan diariamente en la calle, entenderás por qué vivir aquí es más difícil y exigente que vivir en otras partes. El hombre hombrillo retrasa, interrumpe, obstaculiza y hace que vivir en una sociedad con objetivos comunes sea una quimera. El hombre hombrillo sabotea la convivencia, no tiene ciudad.

A falta de educación ciudadana por parte del estado, ¿qué hacemos con el hombre hombrillo? Hace tiempo, leí una entrevista a Boris Izaguirre, donde decía que el sexo es la verdadera fuerza que mueve al mundo. Ciertamente, no es una idea original pero sí muy poderosa. El desempeño sexual y el ego están íntimamente relacionados. Y allí, en última instancia, es donde está nuestra más escondida y sensible debilidad. Y de ese hilo tiene un rollo el hombre hombrillo, un gran ego.

Está la química, la atracción física, por supuesto, pero también están actitudes y aptitudes que son sexy, y otras que no lo son, depende. Se trataría de cambiar algunos parámetros de lo qué es sexy en nuestra sociedad. Por ejemplo, si una persona compra algo y cuando le dan su vuelto nota, que por equivocación del cajero, le dieron dinero de más, y lo devuelve, debería ser un gesto que lo haga más atractivo al sexo opuesto, que, por ejemplo, un imbécil que se estaciona a propósito en dos puestos, durante una hora, para guardarle uno de los pocos espacios que hay en el establecimiento al amigote.

Claro, este cambio de parámetros no garantizaría orgasmos inolvidables, pero hay que verlo por el lado de las probabilidades. Un buen conductor, o vayamos más allá, una persona que sepa comportarse en sociedad tiene dos características fundamentales: consideración hacia los demás y el estar consciente que no es el único en el mundo. ¿No es más probable que la némesis del hombre hombrillo se preocupe más por las caricias, tenga la paciencia para buscar tus zonas erógenas, que el hombre hombrillo, que lo más probable es que “coja gente”?

El periodista Luis Carlos Díaz y el escritor Ricardo Ramírez Requena están empezando una campaña por las redes sociales para incentivar a la lectura y a escribir respetando las reglas de ortografía y sintaxis, con una premisa simple pero contundente: Leer es sexy, escribir bien es sexy, y estoy totalmente de acuerdo (el hombre de mis sueños escribe como le da la gana). Esto, en contraposición a quienes culpan a las redes sociales de que la “juventud” escriba tan mal, en algunos casos.

El problema siempre ha sido el mismo: las personas escriben mal porque no leen o porque han recibido una educación deficiente, y por ambas cosas, trayendo como consecuencia un colectivo conformado, en su mayoría, por personas con un vocabulario pobre e incapaces de articular ideas complejas y tener sentido crítico, convirtiéndolas en masas manipulables por los demagogos de turno.

Por una nota de El País, me entero que La Fundación Leizaola, con fondos del Gobierno vasco, lanzó una campaña que utiliza el sexo como gancho para promocionar el euskera en las tecnologías de la información y comunicación. Por supuesto, se ha armado un rollo por esos lados: “Los trabajos no han dejado indiferente a nadie. Uno de los más polémicos se titula ‘Euskaltegi bitxia’. En él, un joven entra en un euskaltegi (academia de euskera) y es recibido por una mujer exuberante. Tras desnudarlo y llevárselo a la cama, acaba echándolo de la habitación por no contestar correctamente a sus preguntas en euskera.”

¡Imaginen una cosa así pero con el hombre hombrillo!

No sé cuán efectivas puedan ser estas campañas, en realidad. Una vez leí que la cultura no se puede imponer, porque no es lo mismo un niño que ahorró de su mesada para hacer el viaje final de la escuela para los museos, al niño a quien se lo pagaron y mira los cuadros con profunda indiferencia. Todo depende de los gustos, cuando a una chama le parece sexy que un tipo tenga una camioneta y a mí me parece sexy que el tipo acentúe “esta” cuando corresponde, las cosas se complican un poco. Pero creo que un cambio de parámetros puede ser factible, si se convierte en una moda y después en una tendencia. A lo mejor ¿quién sabe?

Lo cierto es que al hombre hombrillo hay que atacarlo por todos los frentes, ponérsela difícil, porque es soberbio, corto, básico, plano y tira la basura por la ventana del carro cuando regresa de la playa. Al hombre hombrillo hay que obligarlo, de alguna manera, a comportarse, a ser gente, a ver si aceleramos la entrada de este pobre país al siglo XXI (es mentira que Venezuela está en el siglo XXI, tampoco el petróleo es nuestro ni existe el hombre nuevo, puros mitos urbanos).

Por los ejemplos que hemos revisado ¿Podríamos intuir que la sensualidad, el sexyness, jugará a favor de la extinción de la barbarie y a alcanzar mejores escenarios sociales? A lo mejor sí… Tal vez, siempre lo ha hecho, porque apela a lo primordial, a la fuerza que mueve al mundo.

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