Escribe sin parar. Sufre de incontinencia literaria. Redacta textos de cuatro cuartillas a diario. Nunca se da por satisfecho. Lo hace para llenar un vacío, un profundo malestar, una carencia, una necesidad de afecto, de atención. Le cuesta detenerse. Es el caso contrario del protagonista de “El Resplandor”. Pero la locura, la esquizofrenia, la enfermedad es idéntica.
El personaje de Jack Nicholson no podía parar de teclear, como rutina y jornada de trabajo, el mismo contenido. Él llenaba la página en blanco con sus desahogos matinales, producto del despecho y de la soledad. Soñaba con ser estimado y querido por la comunidad. Aunque el tiempo comenzó a pasarle factura. Nunca llegó la fama, el dinero y el afecto del público.
Murió en la penumbra rodeado de libros impublicables y cuartillas corregidas por su afán de perfeccionismo. Al cabo de los años, una tía quiso reivindicarlo tras su fallecimiento. Llevó sus ensayos a la editorial équis y su dueño aceptó el trato de la señora, a cambio de convertir a su sobrino en una leyenda incomprendida, en el Roberto Bolaño del 2012.
A la doña le gustó la idea, previa discusión de sus beneficios económicos compartidos. Durante una cena famosa en un restaurante de Caracas, celebraron con vino de honor su pacto con el demonio. Hoy, el otrora escritor frustrado se cotiza como el último Kennedy O’ Toole del mercado del libro en crisis.
Ahora nuestro antihéroe funge de bálsamo para curar las heridas morales y mortales de los lectores de autoayuda. También le propina dinamismo al sector en alza de las Ferias y Encuentros de compañías de impresión en bancarrota. Por un instante, vuelve la bonanza al gremio gracias a la compra venta de su imagen. En la escuela de Letras, los profesores discuten sus historias con cientos de alumnos, quienes portan sus franelas con el ícono de moda, el Paul Auster de la temporada.
Mientras, Federico Vegas y Javier Vidal lo acusan de plagio. Hay interés de montar una obra de teatro sobre su vida. En Facebook discuten la posibilidad de entregarle un Nobel postmorten.
La gente dice: “es nuestro, como la arepa, y se lo merece por irse sufriendo a la tumba”. En Venezuela nos encanta un artista mártir. Una víctima de su megalomanía. Un Miranda, un Bolívar, un Reverón, un ídolo romántico erigido en el abismo de su fracaso.
Por ello, Caracas es la ciudad de las segundas, terceras y cuartas oportunidades. Acá, por nuestra falta de memoria y conciencia, perdonamos al corrupto, al ladrón, al tirano, al genocida, al perdedor y al humillado del pasado. Somos condescendientes, hasta la exageración, y les permitimos reinventarse en presente y futuro.
Un teniente coronel irrumpió contra el estado de derecho, se hundió en el intento y lo elevaron al altar de Miraflores. Un presidente robó plata y luego los intelectuales lo reclamaron como el líder de una avanzada del progreso llamada “La rebelión de los Náufragos”.
Ni hablar del mundo de la cultura, del cine. Es peor. Abundan los condenados eternos a la quiebra. Con su cara muy lavada, regresan a la acción, los apoyan con fondos del estado y les exoneran sus deudas. No hay contraloría social, menos memoria a corto y largo plazo. Mañana estrenan su nueva catástrofe en la cartelera. El círculo de críticos de Caracas, descubrirán la forma de justificar sus despropósitos.
No en balde, la Villa del Cine junto con el CNAC planean dedicarle una biografía, de tono “Zamorano”, al escritor venezolano en boga( el de arriba, por supuesto).
Lo pintarán como un insigne caballero de las letras, inspirado por las musas del boom latinoamericano y la generación del crack. Lo retratarán como un imposible descendiente de Uslar Pietri, Rómulo Gallegos y Picón Salas. Le inventarán romances ficticios y exacerbarán su carisma, su pose de galán, de intelectual borracho, bohemio, fumador compulsivo, desgarbado y querendón.
El propio Édgar Ramírez se prepara para encarnarlo. Si lo dejaran, Farruco Sesto sería el director de la pieza.
Espérela en su cine de confianza bajo el título de “Camacho, la verdadera historia de un escritor incombustible”.
Una telenovela filmada y largometrada en toda regla.
Con guión de la laureada pluma de Leonardo Padrón.