Elton John Caracas 2012: Diferencias y Semejanzas con Madonna en el Súper Bowl

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La crónica comienza de atrás para adelante, porque la memoria nunca funciona de forma cronológica.

Llego cansado, después de atravesar una ciudad peligrosa y vacía, me preparo algo de cenar, prendo la televisión, nada de especial y me refugio en internet, donde todos hablan de la maravillosa presentación de Madonna durante el intermedio del Súper Tazón( como le dicen en “Los Simpson”).

La diva aparece montada en una ridícula escenografía posmoderna, bajo la inspiración de “Cleopatra”. Desciende de su pedestal y baila sin la gracia de antes una pésima coreografía. Aquello parece una fantasía kistch orquestada por Joaquín Riviera para el “Miss Venezuela”. Un verdadero horror.

La música carece del menor interés y queda supeditada a un predecible juego de luces y pirotecnia, del gusto de la MTV. En rescate del show de la chica material, vienen los tipos de “Lmfao” a interpretar por enésima vez, “Party Rock Anthem” y “Sexy And I Know It”. La emperatriz los instrumentaliza para hacer avanzar dos pobres minutos de su espectáculo decadente, egocéntrico, mercadotécnico y carente de genio artístico( a no ser por su capacidad de fusilar y plagiar imposturas de la cultura neobarroca).

Grosso modo, traduce el estancamiento de la industria del pop en la actualidad, su pragmática apelación a las figuras del pasado para sobrevivir a la crisis del presente, y por último, la claudicación del mainstream ante la demagogia del patrón estético de la MTV, donde la parafernalia técnica opaca al contenido, reducido al mínimo y al estado de comparsa audiovisual.

En resumen, Louise Veronica Ciccone volvió a demostrar su facilidad innata para dizque reinventarse delante de sus fanáticos, pero al precio de vender su mismo pote de humo con olor a naftalina.

¿Cuál sería la principal diferencia con el recital de su archienemigo, Elton John, celebrado al otro lado del continente en Caracas, con motivo del cierre de su gira por América Latina?

Mejor arranquemos por las semejanzas. Ambos apelan al recurso de la nostalgia, encarnan el fantasma de la depresión, revelan el agotamiento de un modelo de negocios centrado en la explotación del rubro del disco y manifiestan el cambio de paradigma institucionalizado con la llegada de las redes sociales.

En pocas palabras, internet trajo a Elton John a Venezuela. Evenpro es apenas un factor secundario del sistema. La compañía encargada de contratar al fenómeno, de cara su rentabilización económica. Pronto seguiremos hablando de ello.

Sea como sea, el verdadero responsable del hecho es la web. Ahora procedo a explicarme. En el pasado inmediato, a Elton John le bastaba sacar un EP, realizar un video clip y ponerlo a rotar por las cadenas de televisión del globo.

Dicha metodología la aprende de quienes la entienden primero en Gran Bretaña: Los Beatles. De allí surge Elton, hace largo tiempo atrás, cuando ni se le cruzaba por la mente visitar a Caracas. ¿Venezuela, what the fuck is that?

Era una utopía perfecta para ellos. Vivían en sus castillos y fortines de millones dólares, a kilómetros de distancia de sus fanáticos, dedicados a la composición y a la grabación de cortos publicitarios. VH1, Sony, Virgin y compañía hacían el resto.

Los cheques tocaban la puerta de manera puntual y nadie amenazaba con si quiera molestar al reinado tranquilo del monopolio de los ídolos del rock. De enfrentarse a los cimientos morales de la realeza, devinieron en reflejos contemporáneos de la monarquía consentida de las revistas del corazón, de la farándula.

El propio Elton abandonaba su existencia disipada de antaño para convertirse en un comodín y amigo leal de la Princesa Diana, a quien le ofrenda una versión de “Candle in the Wind” el día de su muerte. Corría el año 1997 y Elton sin saberlo también le cantaba un Réquiem a su estampa de chico malo, a su imagen contracultural de los setenta. Pero sobre todo, entonaba como un relato de anticipación, la caída de su estructura aristocrática, a los dos lados del piano.

En cuestión de meses, su dinastía Romanov conocería de la revancha de los don nadie, de los indignados y de los piratas de la autopista de la información, cuyos programas y esquemas de vanguardia acabarían para siempre con los cimientos del Palacio de Versalles de la élite del Rock.

Resultado inmediato: emergencia de las descargas gratuitas, hundimiento del emporio del CD, democratización del status de estrella por concepto del arribo de las voces anónimas de Myspace, y por consiguiente, cierre de la inversión en manufactura de video clips.

Ya nadie ve televisión, la moda es el reality show, la gente quiere ver videos caseros por youtube.

De repente, Elton John descubre el pánico por primera vez en décadas y lo asolan pensamientos angustiosos. Aunque no por demasiado tiempo. De inmediato, encontrará la solución con sus colegas pragmáticos: regresar al origen, al contacto cara a cara en bares, hoteles, arenas y afines. Así daba inicio la segunda edad dorada del rock de estadio.

Ello permite comprender la venida de Elton John a Venezuela y la presentación de Madonna en el Súper Bowl. Ni hablar de la defunción de Michael Jackson. Al rey no lo asesina su Doctor de cabecera. Lo aniquila el stress y su obligación de salir de su rancho para pagar sus deudas con el tour “This Is It”. Su documental fúnebre lo confirma.

Otra víctima de la época será Gustavo,de retorno a sus andazas de rock star, por puro conservar su status, cuando sus médicos le recomendaban guardar reposo.

Por fortuna, Elton John ostenta un vigor envidiable, fruto de su entrenamiento en tarima. Elton John es un todo terreno de Viva Las Vegas, toca su repertorio al pelo, y aprendió rápido la lección del siglo XXI: a falta de MTV, llévales MTV a su ciudad y paralízala. Mejor si es donde todavía no te conocen en persona. Es decir, en el tercer mundo. Así inicia la nueva invasión y conquista británica de las colonias. Irónicamente, hoy continúan las batallas por la autonomía y la independencia de Las Malvinas. Argentina no es uno de los destinos de su tour.

En tales circunstancias, Elton John pisa Caracas por segunda vez. La primera fue patrocinado por Buchanans, para el regocijo de un público selecto de salón acartonado. Una copia tropicalizada, devaluada, esnobista y provinciana de sus toques para La Casa de Windsor.

El segundo abre las compuertas del acceso a una audiencia de mayor diversidad, aunque los precios de los boletos restringen el aforo a siete mil personas. Los organizadores todavía sueñan con pajaritos preñados. Con una entrada más barata, hubiesen triplicado las ganancias. Por desgracia, su creatividad es nula. En efecto, dividen la capacidad del espacio con sus ridículas nomenclaturas de Bar de Ficheras: Platino, Platino B, VIP, General, Grada.

Por supuesto, impiden el acceso de la grada al foso. Establecen una barrera de contención sectaria, para mandar a general a cien metros de distancia de la tarima, detrás de la torre de luces y sonido. Por delante y por detrás, solo venden whisky, vino y vodka. Nada de cerveza. Vaya complejo, mi hermano. Acá es el terreno de la Etiqueta Negra. Compramos un par para entonarnos a 70 bolívares la unidad. Una grosería. Los borrachitos folklóricos, de camisa Columbia, compran la botella completa y se la empinan como una caricatura de Condorito. Se ven comiquísimos en su plan de Garganta de Lata.

De comida, te sale tequechongo, pizza, nuggets, perros calientes y refresco. Ergo, el ingenio culinario en cero. Comida rápida y fast food. Interesante la mezcla de Dominos con Etiqueta Negra. Los ratones de hoy serán de pronóstico reservado.

Afuera los buhoneros rematan la blusa en 100 bolívares. Hay dispositivo policial de arriba hacia abajo. Es por las elecciones, mamita, no te emociones. Después nos arrojarán a las fauces de los leones del hampa seria.

En general, me consigo con panas y auténticos conocedores de la materia. Caminan con cara de escepticismo e ironía entre la muchedumbre. Asumen los problemas del barranco para disfrutarlo.

A la hora pautada, suben los cellistas croatas de la banda y nos seducen con sus memorables versiones de Nirvana, AC-DC y Michael Jackson. En adelante y por dos horas, ocurre la magia. Se me olvidará Evenpro, la guerra con internet, las absurdas clasificaciones de la franja posterior, los típicos rollos de acústica en la Simón y las miles de contradicciones del contexto.

El recital de Elton John por dos horas y media, nos reconcilia con valores en desuso como la química en el proscenio, la excelencia en la ejecución, el respeto por el público, la madurez de un profesional, la dignidad de los veteranos en comunión con las generaciones de relevo, la enorme capacidad de la música para derribar fronteras, evadirnos de las locuras de la agenda política y abogar por la paz, el reconocimiento de la hermandad global.

El sabio Elton John comparte su humildad y recuerda la esterilidad de la guerra. Su mensaje indirecto sobre la polarización del país, del planeta.

Por un instante, pienso en la posibilidad de alcanzar la paz a través de la música. Mis padres andan por Platino con mi hermana y no aguantan tanta bondad, nobleza y belleza juntas. Yo estoy embobado con Claudia. Montado en una nube. Aullándole a la luna llena cubierta de una espesa niebla, de un frente frío. Escuchando los compases de “Rocket Man”, “Im Still Standing”, “Daniel”, “Cocodrilo Rock”, “Circle of Life” y “Bennie and the Jets”.

Extasiado con los mortales tiros de cámara. De infarto.

Soy feliz y no logro detectar algún defecto digno de mención o análisis. Quizás la voz de Elton John ya no es la misma. Pero su espíritu sigue intacto. Le agradezco por su entrega y por cumplir la fantasía de muchos de nosotros.

En conclusión, es el reverso de Madonna en el Súper Bowl. Ella hace un show de Sábado Sensacional. Él hace música de altura despojada de artificios.

Fusión de jazz, soul, blues, pop, glam y clásico.

Ayer presenciamos uno de los mejores conciertos en la historia de Venezuela y punto.

Al terminar, me esperaba la boca del lobo, el apocalipsis de la capital del miedo. Es el epílogo inquietante de nuestra historia inconclusa, inacabada, incompleta.

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