Si de algo sufrimos los venezolanos es de una mentalidad cortoplacista, siempre buscando la gratificación instantánea y que nos impide conectar las relaciones de causa-consecuencia de nuestra historia como país. Cuando un venezolano viaja a un país donde las cosas funcionan cree que la realidad es así porque sí, porque afuera la gente es más inteligente o más «arrecha» o en caso de ser chavista jura que es un falso progreso porque el desarrollo se mide en la cola del Mercal. Jamás se plantea que si algo funciona es porque detrás hay años, décadas y siglos de trabajo duro. Una posición hasta cierto punto entendible porque en Venezuela el trabajo duro no se premia ni se valora, damos por sentado que tenemos que fajarnos porque sí sin esperar prácticamente nada a cambio en un sitio donde vale más conocer a alguien que cualquier competencia que puedas tener.
Traigo el tema porque de seguro para muchos hoy existe la tentación de pensar que después del éxito de ayer ya ganamos en octubre, que si perdemos es porque nos robaron, que si perdemos el esfuerzo no valió la pena y el resto de trampas mentales en las que suele caer la oposición venezolana. Las primarias no fueron exitosas por sí solas, por el contrario son el resultado de un trabajo que con aciertos y errores se viene haciendo desde hace ya varios años en el país y que muchas veces nos cuesta reconocer.
No es fácil asumir nuestra responsabilidad en este proceso que llevó a Hugo Chávez a amasar la cantidad de poder que tiene, que reaccionamos tarde y que al sol de hoy creo que seguimos sin entender porqué estamos aquí. Nos tomó siete años entender que el camino para retomar al país pasaba por la unidad en el 2006 cuando finalmente se lanzó al ahora crucificado Rosales en contra de Hugo I. Y cómo han ido cambiando las cosas poco a poco, paso a paso porque ya comprobamos que no existen caminos verdes para llegar a Miraflores, no hay soluciones expeditas a este problema.
Por eso es importante entender que la unidad en sí ya representa una victoria y que ésta como dice Teodoro no puede ser algo puntual de las elecciones de octubre y cada quién para su casa. Si perdemos, que es lo más probable, no podemos caer en la trampa de crucificar a Capriles, de repudiarlo y acusarlo de vender al país. Debe convertirse más bien en el líder de la oposición. Hay que ser racionales en la victoria y en la derrota, dejar de darle «frijolitos» al presidente para que haga con ellos lo que quiera y dejar sobre todo de caer en su juego de líderes desechables que son buenísimos hasta que pierden, luego son unos hijueputas que merecen morir.
¿Y ahora qué?
Ahora es el momento de exigirle a los otros precandidatos que hagan campaña, que se muevan, que aparezcan en actos de Capriles, en fin, que hagan lo que prometieron hasta el momento. Siguiendo con la demostración que otra política es posible en Venezuela, prueba de ello fue la campaña respetuosa entre los precandidatos opositores donde no se recurrió a la descalificación o las amenazas como un arma electoral.
También hay que tomarse el tiempo de reflexionar y comprender que ganarle a Chávez no es imposible pero tampoco es facilito y que su derrota no significa que mágicamente el país se va a arreglar. El proceso de reconstrucción de Venezuela pasa por la salida de Chávez pero tomará su tiempo desmontar la corrupción y la impunidad de la que nacen el resto de los problemas. Si perdemos tenemos que asumirlo con dignidad y sacarnos de una vez por todas la tesis del fraude y el robo de las elecciones de la cabeza.
Pero sobre todo es necesario entender que el país no se acaba el 7 de octubre como no se acabó en ninguno de los procesos pasados, que la lucha debe seguir y que no hay camino rápido para recuperar al país. Si alguien piensa que «dictador no sale con votos» no toma en cuenta que la democracia no entra por otra vía que no sean los votos.
Las primarias como ya he dicho me parecen un éxito pero no son más que un paso en un proceso largo que apenas ahora estamos entendiendo. Si perdemos se va el país más al carajo pero tenemos la oportunidad de seguir diciendo que si no somos más, al menos estamos ahí y que se nos tiene que escuchar. Si ganamos tenemos la responsabilidad de empezar a recoger los pedazos de los que nos queda de país para ver si algún día mejoramos.
Luis, suscribo tu artículo completamente (Comprender esto le ha costado tanto a nuestra sociedad). Vamos a ver qué pasa…
Escribí sin darme cuenta que todavía estaba conectada a panfleto, sorrry. Fui yo, Adri
Gracias por la aclaratoria, ya me daba un poco de miedo que Panfleto me hablara. Y gracias por leer.
Buen texto, Luis.
Saludos!
Sí, el triunfalismo está de más. 3 millones de votos son sólo el comienzo. Además, como el otro usará todo el erario público y las ondas hertzianas a placer, Capriles jamás podrá aspirar a tener tanta flexibilidad económica y perfil público. La tiene difícil.
Es cierto, si no bien no es imposible lo tiene bastante cuesta arriba, ya empezaron a decir que si es marico, que si hizo fraude, en fin, van a buscar echarle mierda por todos lados. Por eso es importante saber manejar las expectativas con respecto a su posible triunfo. No se puede andar de brazos caídos pero tampoco comprando el cotillón para la fiesta post chávez.
Hay que ver cual es el potencial real de esos 3 millones de votos. ¿Votaron solamente los opositores duros, o se sumó gente que pudiera definirse como niní, entusiasmada o tal vez hastiada de Chávez? ¿Votaron empleados públicos? Creo que en gran mayoría votó el voto duro opositor, y esa cifra puede facilmente duplicarse. Pero 6 millones tampoco son garantía de victoria, y menos con uno poderes genuflexos que ante un resultado parejo no van a titubear en darle el triunfo a Chávez. Hay que ganar con una ventaja lo suficientemente amplia para que no pueda ser tergiversada. Capriles sugirió la cifra de 9 millones, y creo que ese es el número mágico. Difícil, por supuesto. Imposible, lo veremos en Octubre.
Yo la verdad no sé qué pensar de los números, imagino que no votó todo la oposición pero me cuesta extrapolar las cifras para echar un cálculo de cuántos somos y más importantes, cuántos estamos dispuestos a salir a votar el 7O.