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UNA VERDAD SOSPECHOSA: Capriles y Chávez se dan la mano

Por Pierina Herrera

Se abre el telón y aparece Chávez hace año y medio respondiendo -con cara de muchacho pillado por su madre sacándole dinero de la cartera- la pregunta de la periodista de Radio Francia Internacional que, como todos los venezolanos que queremos que nos digan la verdad, deseaba una explicación de por qué si el oficialismo sacó menos votos que los opositores, aquellos obtuvieron mayores escaños en la Asamblea Nacional, recibiendo la periodista venezolana un aluvión de soberbia, insulto, contradicciones, evasiones, mentiras (afirmaciones de Chávez que fueron desmentidas por RFI; que aún espera su respuesta a la invitación a réplica que le hiciera la emisora francesa) y todo mal lenguaje que hace sentir un gran bochorno y enorme vergüenza a unos ciudadanos que escuchan hablar así al hombre que dirige los destinos de su país. Se cierra el telón y de nuevo se abre para ver a Capriles en su primera rueda de prensa tras el triunfo en las primarias respondiendo -con la misma cara de muchacho adolescente- la pregunta que hoy nos hacemos todos los venezolanos que sólo queremos verdades -y sobre todo líderes verdaderos- al joven periodista de VTV (que no debe llegar a los 25 años de edad) con respecto al posible fraude, a la quemada de actas y todas esas “sombras” que a cualquier ser con raciocinio le parecen sospechosas en un acto que se supone debería de ser el más trasparente de todos, recibiendo el muchacho (que al igual que la periodista de Radio Francia hacía su trabajo, y preguntó con la misma profesionalidad) un aluvión de soberbia, burla, ironía y evasión (sobre todo evasión poniendo en boca del muchacho palabras que no dijo) dejándolo -como a todos nosotros- con la sencilla explicación de que él tardó 15 segundos votando y que «el organismo rector» estuvo allí (la otra parte nos dice que votar dura más de un minuto y que sólo las máquinas del CNE estuvieron allí sin funcionarios fiscalizando lo que se hicieron con ellas) y, como siempre ocurre en Venezuela, esas palabras confiables, provenientes de un político confiable, junto a las de la máxima autoridad del CNE (una señora cuya única diferencia que hallo con Carmen -la señora que limpia y cocina en mi casa- es que por ésta última sí puedo meter mi mano en el fuego) y las felicitaciones de observadores extranjeros por la pulcritud de las jornadas, basta para que todos los crédulos nos quedemos confiados y tranquilos. Se cierra el telón y… ¿cómo se llama la obra? “Capriles y Chávez se dan la mano”. Ahora bien, todos los espectadores salimos de la obra con la misma sensación de aquellos a quienes les han dado como respuesta final “una verdad sospechosa”, y debemos continuar nuestro andar por la patria resignados a creer ciertas esas verdades sospechosas que hemos visto y veremos repetir año tras año por Globovisión y canal 8.

¿Saben?, lo doloroso no es que nos mientan (eso es parte de la humanidad, y la Verdad, con excepción de Cristo, todos los sabios durante tres mil años han asegurado que nunca se sabrá), tampoco duele ver a Capriles, pocas horas después de gritar al mundo que gobernaría también para los rojos (con un norte de conciliar, unir, fraternizar con ellos), demostrar la misma hipocresía tan característica de un político al hablarle de esa vergonzosa y ponzoñosa manera al periodista, sino (y esto duele de verdad, porque aniquila toda esperanza de que algún día despierte verdaderamente el pueblo) ver como los ciegos fanáticos de la oposición aplaudían la arremetida verbal que injustamente recibió el joven rojo rojito.

“El ignorante no es el que no sabe sino aquel que no quiere saber”. Cuando Alejandro Cephas (escritor editado en Venezuela por mí) me dijo estas palabras después de comentarle mi indignación por este suceso y de las respuestas que me tocó leer en mi muro tras difundir su artículo “Votar por botas y botar el tiempo”, me dio la guinda perfecta para pasar el trago amargo que significa tragar (y digerir) la ceguera que padecen los demócratas venezolanos, pues han llegado al punto donde sencillamente NO quieren ver lo falsos que son sus líderes políticos, NO quieren ver que en lo fundamental Capriles y Chávez se dan la mano… Ah, pero esperen un momento, en otro sentido, sí rescato lo único acertado que dijo Capriles en esta rueda de prensa: “No pierdo la capacidad de asombro” (en este país tenemos que tener más de eso que petróleo), pues nos toca tener esa capacidad para ver actuar así a uno que fue educado por las digna academia militar de Venezuela y a otro cuya carrera fue pagada por una de las familias más acaudaladas de Caracas.

Como mujer venezolana, cuánto me hubiese dado confianza, cuánto me hubiera enamorado oír a un Capriles caballeroso, comedido, sin rastros de rencor, hablarle a este joven -de una generación que sigue a la suya- con el lenguaje juvenil, franco, sabio y amable de quien debe abrir un camino donde quepamos todos (como tanto lo prometió). Pero, como ya lo presagié antes de las elecciones, a las que no fui a perder mi tiempo porque toda esta hipocresía politiquera siempre la lectura de la historia me la ha predicho, me tengo que resignar con vivir en un país con dirigentes que predican lo que no hacen, que son fiel reflejo de una sociedad inmadura (idéntica a un malcriado adolescente que no le entra en la cabeza las cosas serias y habla y se conduce con tal descuido e irresponsabilidad), que cambiaron el lenguaje de Andrés Bello para adoptar el de Andrés Feo, que señalan a un dictador cuyo discurso es odio y le responden con el mismo odio (cuando a Chávez, sin duda el individuo más empobrecido, solitario e infeliz del planeta, debe hablársele con infinita lastima), y, para peor de males, resignarme a sumar otra verdad sospechosa a las otras miles que los venezolanos hemos tenido que tragar a lo largo de nuestra democracia. ¿Acaso ya no son suficientes los problemas tan graves que debemos sortear en este país como para que estos dirigentes nos obliguen a ponernos a averiguar el tiempo exacto que dura una persona votando para saber la verdadera cantidad de votos sufragados? ¿No les parece que después de tanto luchar y ver morir a tantos conciudadanos por perfeccionar nuestros derechos constitucionales estamos para recibir respeto y para que los organismos competentes (¿competentes?) nos den cifras cuya autenticidad las verifique tanto una notaria de Catia como una de Madagascar o Hong Kong? ¿No se hubiese evitado con unos resultados serios, dados por unos organismos respetuosos del tiempo y esperanza de los ciudadanos, la muerte del joven en el Estado Aragua? ¿Será que siguen burlándose de la vida e inteligencia del pueblo por que aún carecemos de la mínima necesaria para exigir nuestros derechos con la seriedad que nuestra situación más que lamentable nos demanda?
La ceguera de los opositores es tal que por difundir estos argumentos en las redes me tildan de chavista, apátrida y de “cómoda” que habla mal de la democracia sin aportar nada, sin dar soluciones sentada en la poltrona de mi casa (yo, que di el paso en el camino repleto de minas que representa imprimir dos libros en este país -666 y El Eterno Caminante (libro vejado por Mario Silva en el programa más putrefacto que pueda existir)- porque considero que el mensaje impreso en sus páginas es idóneo para comprender y tratar de extirpar este odio-divisor que los venezolanos, los árabes, los europeos, los terrícolas respiramos, y puede ayudarnos a sobrellevar los difíciles tiempos mundiales que nos han tocado vivir). Cuánto me gustaría que algún solidario miembro del mundo editorial (que se supone letrado), del terrible mundo de los libros y librerías de este país (no muy distinto al político), salga en la red (dudo que salga alguno por el egoísmo que hoy impera) y le explicara a mis discrepantes el colosal vía crucis que es tratar de imprimir y hacer llegar un libro a los venezolanos (que en comparación con nuestros países vecinos NO leen, o leen con lentes que no les permite razonar lo leído), que les haga entender que con los libros escritos por hombres honestos (que como Cephas no buscan adeptos) se puede hacer una verdadera revolución (no política sino de CONCIENCIA, que es la que los nuevos tiempos nos está demandando con urgencia), y les haga ver a estos ciegos que también existimos venezolanos que buscamos la sabiduría en donde verdaderamente está: en el camino del medio, en el epicentro del equilibrio, y no donde la mayoría cree que está, y van transitándola en las veredas izquierdas y derechas.

¡Que pena! ¡Cuánto dolor produce caminar sobre esta bella Venezuela que ha sido convertida en una burla de país! Porque por donde pasamos tropezamos con la burla de los comerciantes que nos hacen pagar los productos al precio que les venga en gana, con la burla del empleado público que nos atiende chismeando y acicalándose las uñas tras el escritorio, el de la caja registradora del supermercado, del chofer del autobús que cree llevar ganado (quizá tenga razón), con el que lleva su camión con contenedores a más 120 km por hora (y en bajada hacia La Guaira), la burla de los motorizados que rayan nuestros carros y circulan por nuestras aceras, del oficial de tránsito distrayéndose con su Black Berry debajo de un semáforo y pasando todo esto frente a sus narices, de los policías y guardias nacionales muy atentos en la sopotocientas alcabalas dispuestas por todos los rincones para resguardajajar nuestra seguridad, de los honestos abogados y jueces en nuestros tribunales, de los mafiosos corrompidos que controlan desde un quiosquito en la playa hasta el mayor complejo industrial, de los millonarios (chavistas y opositores) que atiborran los restaurantes de Las Mercedes porque su indiferente frialdad -en este contaminado río revuelto- les proporciona las ganancias de todos los pescadores del mundo juntas; pero, sobre todo, la burla de los políticos y medios de comunicación que debiendo concretar soluciones y educar a las masas, son simples portavoces y promotores de esta lamentable burla de país hundido en un abismal universo de inmoralidad, indefensión y corrupción.

Ultima reflexión: para aquellos que deseamos asegurar eso tan primordial en nuestras vidas llamado futuro, les recuerdo (recuerden) que la raza humana, durante miles de años, emigra, se desplaza y va en busca de cambios: y eso, aunque es un viaje difícil y doloroso, es lo que ha forjado nuestro mundo presente; gracias a los hombres y mujeres de esas migraciones estamos vivos, con sus sangres corriendo por nuestras venas y pisando sobre esta tierra americana. Entonces, por qué resistirnos tanto a algo positivo que nunca se ha detenido. Lo voy a decir con las palabras de un amigo vecino (que anoche comparamos la manera en que la junta de condominio de nuestro edificio nos presenta las cuentas con la manera con que nos las dan los gobernantes, y no hallamos diferencia alguna: “Nunca se sabrá que hicieron con nuestro voto de confianza”): Oye, Pierina, cuando un matrimonio se habla y se trata con odio, y te toca aceptar que no hay solución, sólo te queda el divorcio. Por eso, yo ya firme el mío con Venezuela; pero, ojo chama, eso no quiere decir que dejaré de recordarla, quererla y desearle lo mejor a mi ex mujer”.
Quizá muchos de nosotros tendremos que buscar el futuro, o la verdadera felicidad, en algún sitio apartado del territorio nacional, con llaneros, Yanomamis o sembradores de la cordillera de los Andes (cualquier lugar que se le sea fastidioso a un político ir a buscar “sus” votos y difícil a un antisocial llegar para pasarnos por encima con su motocicleta)… O quizá todo lo contrario, y, como me dijo mi vecino con las maletas echas en una esquina de su sala, aún exista una última solución para muchos venezolanos: “cualquiera de las puertas de salida del Aeropuerto Internacional de Maiquetía”.

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