A mediados de la década de los 80, cuando ingresé a la Facultad de Humanidades, la admiración que el nombre de Luis Britto-García había alcanzado en el ámbito académico era unánime e indiscutible. A lo largo de años, sus artículos de opinión fueron comentados y celebrados por mis compañeros de estudio y por mis profesores más admirados. Por su postura crítica con respecto a los gobiernos de turno, al intervencionismo estadounidense y a la sociedad de consumo, el autor de La máscara del poder era considerado como el modelo indiscutible del intelectual latinoamericano. El aura del autor nacido en 1940 se cimentaba, además, en el hecho de haber obtenido en dos oportunidades, con Abrapalabra y Rajatabla, el legendario Premio Casa de Las Américas.
Más que desalentarlo, la disolución del Bloque Soviético lo obligó a agudizar sus puntos de vista. Una vez acaparado el ámbito académico con el tema de la postmodernidad, resultó estimulante ver el giro de tuerca que él le dio al tópico con El imperio contracultural: del rock a la postmodernidad, un libro notable por su renuencia a subscribir la tesis del fin de los grandes relatos modernos, tan vigente en aquellos días.
Con semejante trayectoria, uno pensaba que Luis Britto García jamás claudicaría ante el poder. Lamentablemente, la complicidad por omisión que ha demostrado en la última década ante la corrupción, incompetencia y abuso de poder ejercido por los funcionarios del actual gobierno dan cuenta de un sujeto que ha antepuesto lo ideológico a lo ético. Sin lugar a dudas, Luis Britto García ha procedido como Hendrik Höfgen, el personaje interpretado por Klaus Maria Brandauer en Mephisto, la historia de un actor que vendió su alma al III Reich para consagrarse como celebridad.
A semejanza de Hendrik Höfgen, Luis Britto García se granjeó un lugar en la historia nacional cuestionando con su oficio la decadencia de los valores burgueses y propugnando la emergencia de un arte comprometido con los valores del proletariado. Con todo, lo que hizo del escritor venezolano un modelo a seguir fue la categórica postura ética que asumió cada vez que el proceder de los gobernantes de turno atentaba contra los intereses nuestra nación. En el film de István Szabó, la mercenaria interpretación que Höfgen hace de Hamlet como defensor del ideal de pureza aria, lo convierte en el artista más emblemático del III Reich, distinción que se traduce en una celebración de cinco días en la que el Estado Nazi invierte sumas astronómicas y decora el Teatro de Berlín con monumentales esvásticas. El inexplicable silencio de Luis Britto García ante el corrupto proceder del actual gobierno, hecho que lo ha convertido en el único y verdadero intelectual de renombre que milita en las filas chavistas, le granjeará el ominoso honor de ser el escritor venezolano al cual estará dedicada la próxima edición de la FILVEN… Paz a sus restos.
No creas, a veces Britto saca las garras cansadas y emite un rugido por compromiso, cual león de zoologico. Busca «humor con humor se paga», en el site del MINCI creo que puedes descargarlo en pdf, y busca la sección de Britto. Sus críticas, si bien tibias, al menos destacan por encima del humor complaciente a favor de la revolución.
En mis tiempos, los humoristas iban presos (Leo, Job Pim). Ahora salen en VTV arrimados a buena sombra.
Como Mephisto (gran film, por cierto).