Ayer salimos a la calle para cogerle el pulso al carnaval de Caracas. Fuimos con nuestros disfraces de costumbre: blue jean y franela.
La moda es ponerse unas pelucas horrendas de colores fosforescentes. La economía informal hace su agosto en febrero con ellas.
¿Rebusque por la crisis o falta de ingenio? En cualquier caso, la mayoría opta por resolverse con un look de mohicano a lo Ni Fu Ni Fa.
No hay futuro con el procesamiento pirata de la estética Punk, según la interpretación de un payaso triste de Plaza.
Por fortuna, habían excepciones a la regla durante nuestro recorrido: un niño vestido como el Sombrerero Loco de Johnny Depp.
También vimos a una curiosa pequeña con un traje de noche, manufacturado con puro papel de periódico. La mamá aboga por los medios impresos. Bueno para Carlanga.
Mientras tanto, en el canal 8 reportaban olas de infantes disfrazados de próceres de la patria. No los vimos por ningún lado.
Aunque le duela al comandante, los niños prefieren identificarse con sus héroes e íconos del imperio: Batman, Mickey, Shrek y Lady Gaga.
Solo los nietos del Presidente se disfrazarán como «chavecitos». Pasó de moda la nota del 4 de febrero. Hasta Rosines la olvidó.
Posibles disfraces de Rosines: traje de noche(forrado con billetes), reina de la estación de invierno de Suiza, novia de Justin Bieber(Selena Gómez).
Por último fuimos testigos de la entronización de la manzana de la discordia en los carnavales de Caracas: la Tángana.
Ayer presenciamos no menos de tres conatos de tángana por culpa de la Tángana(el foamy de nieve del demonio).
La gente se peleaba, discutía airadamente y se amenazaba con golpes, mientras la policía intentaba separar a las partes en disputa.
Tres conductas subyacen en la actitud del rociador de Tángana: ganas de llamar la atención, socializar con el sexo opuesto o armar relajo.
La Tángana sería, en términos freudianos, como la proyección de una fantasía reprimida de eyaculación colectiva. Síntoma neurótico. Evidencia de nuestra semilla del mal, de la intolerancia, de la polarización actual, de nuestra guerra civil no declarada.
No quiero sonar conservador, pero el uso de la Tángana debería ser al menos restringido. Se evitarían varios conatos de tángana(golpizas).
Al final, yo abogo no por la prohibición de la Tángana, sino por su uso consciente. Juega Tángana con tus panas. Pero no la aproveches para faltar el respeto o molestar a personas desconocidas.
Para concluir, quisimos refrescar la garganta en la barra de un restaurante atestado. Pero fue imposible. Ahí decidimos regresar a casa.
Hasta la próxima,Carnaval de CCS. Eres reflejo de una ciudad de emociones efímeras, malos servicios, disfraces chimbos e ilusiones frustradas.
Pan y circo.