Después de 72 horas de vacío de poder informativo, el presidente regresó a su pantalla, a su hogar de Gran Hermano, para reconfirmar los rumores de Twitter. Durante el tiempo de ausencia, VTV llenó su parrilla con el equivalente de las comiquitas de los días de golpe de estado: postales anodinas de un país imposible, henchido de felicidad por la celebración de las «festividades carnestolendas».
Mientras tanto, el desaparecido en acción volvía a cobrar el protagonismo por efecto de su aparente huida para hacerse un chequeo médico, donde le descubren una lesión en el mismo foco de su enfermedad cancerígena. Es la versión oficial de la historia, pero llega con tres días de retraso. Algún objetivo político habrá detrás de ello.
En consecuencia, varias hipótesis surgen al respecto para compensar la falta de transparencia y la incertidumbre de la gente. Primero, se trata de un montaje, de una farsa, de un simulacro, porque el caballero anda mal en las encuestas y debe apelar a la lástima para subir sus números de cara a las próximas elecciones.
Segundo, le descubrieron metástasis y ninguna operación lo logrará salvar de la muerte. A cuentas gotas, como con Fidel, preparan a la militancia roja rojita para lo peor. Hugo no se presentará en la competencia del 7 de octubre.
Tercero, el Teniente Coronel dice la pura verdad con honestidad y humildad. Baja la cabeza y reconoce la dureza del reto por afrontar.
¿Cuál es la orientación auténtica del fenómeno? Sea como sea, un asunto es cierto. El militar aprendió la lección de la semana pasada. De hecho, ignoró a su oponente y prescindió de su clásico tono de confrontación épica, bipolar. A lo mejor cogió línea y prefirió asumir el papel de moda, el de hombre conciliador. De repente, es su máscara para cerrar con broche de oro el carnaval. No por nada, lo llaman el Rey del disfraz. Como fuese, el Momo necesitaba acaparar la atención de la palestra pública. Mañana comienza la cuaresma en miércoles de ceniza. A él le gustan las fechas con contenido metafísico y esotérico. Es un mago de la cara de vidrio, del escamoteo de su figura. Allí radica su principal fuente de poder.
Difícil creerle o tomárselo en serio. Ya conocemos su repertorio de víctima. Desde ahora hasta semana santa, padeceremos el remake de «La Pasión de Hugo». Un calvario mediático en horario estelar de telenovela. De ahí la decadencia del género por los canales comerciales. Suficiente tragedia descarnada y plástica por las señales de televisión, como para requerir de los servicios de Leonardo Padrón. Paz a los restos de Cabrujas y su generación. Los folletines de hoy se escriben por Facebook y en 140 caracteres.
Es el mundo según Nelson Bocaranda, el hijo 2.0 de Delia Fiallo. Su hermano se llama Mario Silva y le gustan las películas chorongas, como “Amores Perros”. Pinches Caínes.
Ellos nos controlan.
Lanzan potes de humo como el Guasón.
Todo es parte del plan.
¿Y las cifras rojas de la temporada de asueto?
Ya las olvidamos.
Esperen por primeras planas predecibles y del gusto de la Hojilla.
Castro, el productor de la obra de teatro de operaciones, sonríe desde su palco de honor.
Nos tocará resistirle a la continuidad de su reality show importado de la Habana.
Cambio gatopardiano.
Nuestras telenovelas siguen siendo cubanas con guiones calcados del ayer.
Es como un tumor escondido dentro de otro.
Una secuela directo al corazón.
Si pudieron esconder lo de PDVAL, ¿no es más fácil ocultar el surgimiento de un pequeño furúnculo sencillo de operar? La respuesta es obvia: o es un asunto gordo, grave y lo quieren minimizar; o es una mentira para manipular.
Lo dicho: nos ven cara de conejos.
Por meses dejaré de comer zanahorias.