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ESE BENDITO Y SAGRADO CIGARRILLO

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La habitación está oscura. Apenas entra un poco de luz a través de las rendijas de la vieja persiana de tablas de madera, parecían rayos de sol de madrugada pero eran los faroles de la calle que iluminan sin cesar. No se escuchaba nada mas que un blues que salía disparado de un parlante escondido en algún rincón oscuro de esa habitación . B. B. King retumbaba con su guitarra endiablada y su voz de cartón, acompañado de un teclado casi inaudible y un saxo romántico. Mi cabeza reposaba sobre la panza de la mujer mas dulce que había conocido hasta ese entonces. Sus pies a mi derecha, su cabeza a mi izquierda… formábamos una T. Estaba con mis ojos cerrados y un cigarrillo a medio fumar en mi mano derecha.

‘Que bien que me vendría un whisky ahora.’ dije mientras acariciaba su brazo y sentía como acariciaba mi cabeza. ’En mi caso un ron.’ agrega para no quedarse callada. ‘Un cuba libre.’ la corrijo sabiendo a que se refería.

Sigo ahí tumbado pensando en todos los pasos de mi vida que me llevaron hasta ese momento, hasta esa habitación. Veinticinco años, sin futuro claro alguno, sin un mango concreto, con una mujer que me juraba amor y a la que no amaba. Me pongo a pensar bien en ese vaso de whisky que tanta falta me hace. Me doy cuenta que estoy desnudo y caigo en la cuenta de que acabamos de tener relaciones. A eso se debe ese pucho en el futón blanco y pulcro como toda su casa. Intento fumar y no pensar en nada mas que en ese cigarrillo, en ese bendito y santo cigarrillo. ¿Cómo puede la gente molestarse tanto por la mugre? ¿Cómo pueden creer que lo mas importante en la vida es ordenar? ¿Acaso no tienen nada mas inteligente que hacer? ¿Acaso no piensan? ¿Donde encuentran tiempo? Llegué a la conclusión que la gente demasiado limpia no sabe pensar por si misma, sino a base de una idea predeterminada. Mi madre es demasiado pulcra y lo único en lo que puede pensar es en dios y en lo que va cocinar. Mi padre es limpio y su único pensamiento es servirle a la patria y blandir su espada, o fusil en éste caso, en el nombre del señor. Dios y patria o muerte, es lo único en lo que sabe pensar. Nunca pensó en nada más. Un poco de mugre siempre hace bien, la mure representa el estado de la cabeza de una persona. Limpiando creemos poder controlar algo , cuando lo único que controlamos es la mugre que creamos.

Escucho la música y pienso en lo romántico del ambiente. ¿Le gustará la música o estará complaciendome? No me importa, sólo quiero escuchar buena música con una mujer hermosa al lado y un sabroso cigarrillo entre mis labios. Si tuviese un vaso de whisky esa noche sería perfecta. Especial. Casi termino el cigarrillo y ya estoy pensando en encender otro. Ella no fuma, pero dice no molestarle el humo en la habitación o el sabor a tabaco en mis labios. Eso lo dice ahora. ¿Pensará lo mismo al año, cuando finalmente se dé cuenta de mi apatía? Seguro que dice algo diferente.

Enciendo otro cigarrillo y decido que nada me importa. Quiero dejar de pensar en lo que puede ser y en lo que fue. Dejar de pensar un instante, ya no analizar todo lo que veo y se aparece frente a mis ojos. ‘Si pudiese pedir un deseo.’ me dijo Juan una vez, ‘pediría fe.’ No lo entendí cuando me dijo eso. Aunque tirado ahí con un cigarrillo entre mis labios, dudando de todo, haciéndome miles de preguntas, cuestionando cada paso y todo en el cuarto oscuro con esa mujer con la que no podía hablar, con la que no tenía de qué hablar, lo único que quería para llevar una vida mas fácil era fe. Fe en cualquier cosa. La misma fe ciega y pelotuda que tienen mis viejos, la que intentaron inculcarme y no logré retener. Quería creer en algo, al menos en el hombre o en mi mismo. Me importaba un comino -en esa cama- el principio del universo, el porqué estamos acá y donde vamos. Quería tener fe en algo para poder hablar con esa mujer. Una mujer que incluso podía no ser real, que sabía que estaba ahí por su respiración.

Supongo que ella no sabía que decirme por el echo que yo no sabía que responderle. Quiero gritarle en la cara, no para insultarla para que despierte, para que deje de ser un robot. ‘¡Despertá!’ grito en mi cabeza, ‘salí de ese estado de aburrimiento… pensá sola… no te gusto de verdad, te estás conformando tanto como yo… crees que soy lo mejor para vos… pero no siento nada. Podés morirte en éste momento y dudo poder derramar una lágrima por vos. Me levantaría tranquilo y llamaría a una ambulancia. Probablemente fuese el sospechoso principal por falta de emociones. Iría a tu funeral porque el protocolo lo indica, le daría un beso a cada uno de tus padres y les diría que eras una mujer genial. Tal vez lo sos, nunca lo voy a saber. En mis ojos no sos mas que un robot.’

Siento como mi virilidad es cada vez mas latente y me doy cuenta que me está acariciando la pansa, como diciendome que me tranquilice y deje de pensar. Es lo único que necesito para poder dejar de pensar, para apagar la maquina que me da la vida y al mismo tiempo me la caga. Una erección y una mujer desnuda dispuesta a permitirme entrar en sus partes mas intimas. Decido apagar el pucho antes de terminarlo, todavía me quedaba poco menos de la mitad, pero nadie puede discutir con una erección.

Me transformo en un animal y la poseo sin pensar en nada mas que su cuerpo desnudo. Beso cada parte de su cuerpo, cada rincón. En mi cabeza está sólo el sabor de su piel y el olor a sexo en el aire. El aire está denso, las ventanas empañadas, su respiración es entrecortada, mi corazón salta con ritmo irregular perdiendo uno que otro latido en el camino, suena como la trompeta de Louie Armstrong que sonaba de fondo. Ella grita, gime… respiro profundo y la beso, su cuello, sus pechos… siento el calor de su flor y el latir de su corazón, su respiración cada vez mas entrecortada y difícil. No hablamos, nadie dice nada. Siento su aliento en mi cuello mientras la abrazo fuerte y nuestros cuerpos tiemblan.

Nos quedamos tumbados lado a lado, agarrando bocanadas de ese aire espeso, intenso… reímos… carcajadas, esa risa orgasmica de agradecimiento. ‘¿Agua?’ pregunta entrecortada ‘Sí.’ es lo que logro responder. Se levanta, enciendo otro cigarrillo y vuelvo a pensar en lo mismo de siempre, deseando tener a mi lado a otra persona con la que puedo hablar. Pero me quedo con ese bendito y sagrado cigarrillo al que le puedo contar todo.

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