La semana pasada compré algunas cosas para instalar una exposición de arte, entre otras necesitaba un nailon de pescar y unas pinzas de ropa de madera. Pateé media ciudad para encontrar los dos enseres, sobre todo las pinzas, porque donde quiera que entraba las que habían eran de plástico y de colores, no me servían para lo que quería, hasta que por fin las conseguí, adivinen dónde. ¡Bingo!
En una tienda de chinos se consigue de todo, desde un elefante rosado que baila polka hasta ponchos impermeables para chihuahuas, es la feria del mundo en doscientos metros cuadrados. Nunca pensé que las pinzas de madera las iba a conseguir, me dije que ya estaban descontinuadas en esta era del todo-hecho-de-plástico, pero sí, ahí estaban, un paquete de veinte pinzas en 5,50 Bs, más baratas imposible, y el rollo de nailon para pescar 8 Bs, ¿qué tal?.
Haciendo la instalación, el nailon me manchaba las manos de colores, supuestamente era nailon coloreado y la tinta, eso sí, era muy buena, por más que me lavaba las manos no me salía, bueno, era tinta china. Espero que las pinzas y el nailon no se rompan antes de finalizar la exposición.
Siempre que compro algo en una tienda de chinos me llevo un chasco, las cosas que venden nunca sirven, si es algo eléctrico a las tres semanas ya no funciona, y obvio, a quién reclamarle, los muy vivos se hacen los locos para no darte el tique de compra (para evadir los los impuestos, claro está), a menos que se lo pidas, si es que te entienden, porque nunca te entienden, quizá los más chicos, que quizá nacieron o se criaron acá, pero los más adultos no, sólo saben de números, si acaso.
Según hay cerca de mil trecientos millones de habitantes en China, pero estoy seguro que unos mil millones más están en el resto del mundo, no hay lugar en donde no estén, desde Ushuaia en la pata sur de Argentina hasta Hammerfest en Noruega. En Colombia no se ven muchos, en los restoranes chinos nomás, y es porque los paisas tienen tomado todos los comercios, son los chinos criollos, al menos nos entendemos con ellos.
Quién no ha pasado en una sola cuadra que hay una quincallería de chinos, panadería de chinos, supermercado de chinos, cafetería de chinos, restorán de chinos, hasta arepera de chinos. Y es que trabajan duro, a lo bien que sí, 18 horas al día los 365 días del año. Si te hacé falta un martillo, clavos de acero, un estante, una guitarra, todo eso un domingo a las cuatro de la tarde, ¿dónde lo conseguís? En un único y solo lugar.
Bueno, la instalación aún no se ha caído, pero la linterna que compré la semana antepasada ya no sirve, ni tampoco el camioncito de bomberos que le regalé al nene de la vecina (no por el nene sino para congraciarme con la vecina que no está nada mal), fui a la tienda de los chinos donde lo compré a ver si me lo cambiaban por otro, al principio nadie me entendía, o se hacían que no entendían, luego cuando al fin uno de ellos entendió me dijo algo así como “no hay cambio, cambios sólo día siguiente”. Ah, gracias.
Pero nunca aprendo, siempre digo que no voy a comprar en tiendas de chinos pero es como cuando digo que más nunca me voy a enamorar. En fin, nunca le pude cambiar el camioncito de bomberos al nene, y lo quise arreglar pero siempre se me olvida que los chinos hacen las cosas para que se dañen y no para arreglarlas. Y bueno, ya me enteré que la vecina está saliendo con un boxeador, como que mejor me quedo tranquilo, y el nene me tiene bronca. Y todo por culpa de los chinos.