Cabrujas decía en un artículo que cada gobernante es recordado junto al criminal mas renombrado de su época. Aunque ese link nunca lo he establecido yo mismo, hay mucha verdad en la notoriedad que se adquiere gracias a la extensa cobertura de prensa que reciben crímenes de naturaleza escandalosa. Eso no es exclusividad de nuestro país. Personajes como Capone o Dillinger o incluso Bin Laden han gozado de una fama que cuantitativamente supera la de la estrella pop promedio y son sólo ejemplos del fenómeno que dió paso a Natural Born Killers, una película que prácticamente marca el inicio de toda una generación cinematográfica.
En todo caso, es debido a esta explotación mediática de un hecho criminal que relacionamos momentos de nuestras vidas con esos sucesos que mantuvieron al país en vilo. En mi caso, o en el caso de mi generación, un inventario de estos momentos nos llevaría en el Perú esta la toma de la Embajada del Japón en Lima y en Colombia a la captura de Pablo Escobar Gaviria. Pero en Venezuela, dada la descriminalización del hecho violento más notorio de mi época, y dado que el terrorismo no ha sido nuestra mayor amenaza (gracias a la playa y el petróleo, asumo siempre), nos quedamos con Recadi y Hernancito.
Hernán Gregorio López Ortuño, alias “Hernancito”, salta a la palestra pública cuando el 28 de abril de 1995 participa en el asesinato del grandeliga Gustavo Polidor. La captura de Hernancito recuerdo que fue ruidosa, pero los detalles se me escapan. Quizás se nos escapan a muchos, porque no es sino casi un año más tarde que Hernancito entraría por la puerta más fea al imaginario colectivo Venezolano: el 15 de abril de 1996 tiene lugar el infame secuestro de Terrazas del Ávila. Ese día, María Magdalena Meléndez Monagas fue obligada a regresar a la residencia en la que se encontraba su hermana Laura Lorena, obviamente con la intención de saquear el apartamento.
Cuando la policía interviene, pude ver de cerca una vez en Las Mercedes y lo pudimos ver todos de lejos durante el caso del Urológico San Román, cualquier cosa puede pasar. Y eso le agrega misterio a la cobertura audiovisual del hecho. Pero el giro argumental que el mejor guionista hubiera podido imaginar resulta mediocre frente a la sorpresa nacional que fue ver a Hernancito comunicándose con la mayor familiaridad con Lazo Ricardi, director de la PTJ, en lo que en la praxis era una cadena nacional.
De repente empiezan las preguntas. ¿Pero Hernancito no estaba preso? ¿Que hace ese carajo tuteando a Lazo Ricardi? Hernancito se entrega y todo parece terminar, pero después se arma el tiroteo y caen los muertos y lo que en primera instancia puede haber sido una estrategia para distraer a la prensa, termina por ser una estrategia para distraer al país y empeora la cosa.
Como el Skándalo de Desorden Publico lo retratara con anterioridad. ¿Era acaso este otro “escándalo para evitar / un mayor alboroto porque los peores hechos / son otros que no conoceremos nosotros”?
En medio de medidas poco populares en la época post 4-F temprana, en medio de una Venezuela Post-Caracazo aguda, al gobierno de Caldera (personaje que quizás sea recordado por el Cabrujas de ultratumba en una dupla infalible junto a un busto de López Ortuño) le resultaba útil un día de vacaciones. Eso parece obvio para el instinto popular de detección de truculencias, un instinto que va mucho más allá de la compleja naturaleza de las teorías conspiratorias y siempre se ha caracterizado más por hacer preguntas que por ofrecer enrevesadas respuestas. Quizás porque las respuestas a un acto de magia como el de Hernancito son tan misteriosas que la intuición Venezolana ha aprendido a ahorrarse la energía que consume dicha tarea.
“No piense en esas vainas, compadre, que se va a morir de la arrechera”, suele ser la respuesta final a misterios como el de Hernancito.
En eso me hizo pensar el desenlace de la tragedia de Toulouse. Después de que un asesino anónimo elimina a tres soldados Franceses y medio, todos de visible origen extranjero, lo cual a 50 años del tratado que le daría la libertad a Argelia apuntaba con claridad a motivos xenófobos, llega un ataque a una escuela judía cuyos muertos refuerzan la teoría del ataque a minorías étnicas y religiosas en suelo Francés. El fin de la era Sarkozy parece segura, pues el hombre fuerte ha estado siendo demasiado duro con los inmigrantes con su discurso nacionalista de derechas, formula política que parece infalible en medio del actual trance financiero Europeo.
Y entonces, contra todo pronóstico, resulta que el asesino es Hernancito. Su presunto link con Al Qaeda ya parece tan predecible que resulta chistoso hasta que nos recuerdan que la cosa va en serio. El matón de minorías pertenece a una minoría. Los soldados eran todos “accidentalmente” de origen extranjero. Y se fugó de una cárcel en Afganistán, fíjate que casualidad.
Y el asesino, encerrado en un apartamento en Terrazas de Toulouse es invadido luego de una actividad que despista a la prensa, al parecer. Y Hernancito muere. Y Carla Bruni se prepara para su segundo término como Primera Dama y la xenofobia Europea seguirá avanzando a pasos agigantados, porque nadie pone en duda, nunca, que un extranjero tarde o temprano mate gente.
Creo que deberíamos dejarnos de falsedades y aceptar que el mundo contemporáneo vive una profunda Alqaedocracia, la primera gran doctrina política del siglo XXI, una doctrina según la cual el popular grupo terrorista determina quien será el próximo presidente de un país.
Porque cuando Wikileaks logre obtener algún documento va a ser muy tarde. Ya Hernancito habrá vuelto a hacer de las suyas.
Independientemente si se trata de un pote de humo o no, lo de Sarkozy ha sido vergonzoso, el tipo no encuentra ya de que palo ahorcarse, se radicaliza, se suaviza, se vuelve a radicalizar y nada que logra mejorar su imagen. Como me dijo alguien en Twitter, lo único que lo salva es Carla Bruni.
Pues el enano siniestro de Sarkozy está subiendo, sobre todo porque los demás no tienen ninguna propuesta. El Partido Socialista promete presentar su plan de gobierno en la segunda ronda (wtf?) y el radical gritón de ultra-izquierda Melenchon le ha robado muchos votos, hasta colocarse casi de tercero.
Sarkozy ha empleado la técnica de Mamá Gansa: yo los protegí de la crisis, vean a Grecia, acá no estamos tan mal (desempleo galopante, inflación, etc., pero bueno; sí, «no es Grecia»). A eso le agrega el viejo switcheroo populistoide: «ahora sé lo que es el amor, tengo una mujer que adoro y una hija».
En fin. Una vaina que, para seguirla, tienes que hacerlo con una bolsa o un tobo para el vómito al lado, porque las náuseas son increíbles.
The Economist, en cambio, entendió todo:
http://media.meltybuzz.fr/pmedia-816256-ajust_614/the-economist-utilise-sarkozy-et-hollande.jpg
Saludos