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El país de los coñazos

Nuestra educación vial es casi inexistente, obtener la licencia es uno de los tramites más burocráticos del país, no se hacen los mínimos exámenes de manejo, pero llega semana santa y no saben cómo hacer para que las personas utilicen el cinturón de seguridad. Entonces, los funcionarios en un arrebato creativo, se llevan las manos a la cabeza, desesperados y mandan a imprimir en una pancarta:

“Educación vial
Te quieres dar un buen coñazo.
No hayamos como decirtelo
Ponte el cinturon de seguridad” (sic)

En el país de los coñazos se aprende con dolor: a los coñazos. Aquí todo el mundo se da coñazos, mete coñazos, promete coñazos, hace las vainas a los coñazos, fantasea que da unos coñazos, desea toda la fuerza del mundo para meter un coñazo.

Ya la palabra coñazo, de tanto usarse y practicarse, perdió su significado para renacer limpia de su vieja etimología: no es un lugar común, ni siquiera una muletilla, es una filosofía, la filosofía del coñazo, y te vas a aprender esa doctrina de mierda porque si no te entramos a coñazo limpio.

Anda a ponerle los sellos en el ministerio de educación a tus papelitos o vete para un hospital público a ver si no vas a dar coñazos que da miedo. Aquí no hay anestesia, y te vamos a coser a rin pelado, ¿qué? ¿Qué no? Si lloras te meto tu coñazo.

Y que quede bien clarito lo que voy a decir porque ustedes ya saben lo que les espera: el discurso filosófico del coñazo es violento, porque es el ambiente natural donde nace esta doctrina, y por lo tanto este discurso se escribe a los coñazos, porque no hayamos la forma de que entiendan.

A mí me parece sano que nos vayamos sincerando, cada vez más, nuestro fuero interno va cubriendo más superficie y es más visibles, esa pancarta es una placa tectónica que se movió. Un día, usaremos cinturones de seguridad de lava.

Y si es a los coñazos, mucho mejor.

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