PEQUEÑO PREÁMBULO TEÓRICO
El análisis transaccional (AT) es un modelo terapéutico basado en el análisis de las relaciones interpersonales. Este análisis se hace mediante las nociones de juego y guión. De acuerdo a la propuesta, nuestras interacciones se estructuran como juegos y, como tales, los pasos se encuentran definidos por un guión que a) está predeterminado y que b) usualmente se encuentra velado – oculto – para los participantes.
Sólo miren una relación de pareja donde el drama sea la marca, por ejemplo. Probablemente el objetivo del juego sea “en la bajadita te agarro”, pues es común que muchas parejas basen su interaccion en la competencia, en quién tiene la razón. Si este es el caso, es probable que la secuencia de pasos sea:
1. Uno de ellos dice algo (con la intención de herir o no), por ejemplo, “no me gusta ese vestido”.
2. Como es un guión el que estructura la interacción, la otra persona percibe el comentario como un ataque, se siente a la defensiva y responde: “tú siempre criticándome”.
3. Ya está montado el juego, y solo es cosa de que el otro continue “tú siempre tan sensible… no se te puede decir nada, era solo un comentario para que te pusieras algo que te luciera mejor…”, etcetera.
En cada interacción podemos reconocer a) un objetivo (no evidente para los participantes) y b) una serie de pasos. Estos pasos están basados en la interpretación de los hechos, antes que en los hechos mismos. (Desde otra interpretación, se hubiese podido decir “es el único vestido limpio que me queda” o “que prefieres que me ponga” o “a mí me gusta”).
Así pues, se tiene que para cada encuentro:
- Yo digo o hago / tu dices o haces
- Tu reaccionas diciendo o haciendo algo / yo reacciono diciendo o haciendo algo
- Así hasta lograr el objetivo del juego, como en un partido de tennis o ping-pong.
DE LOS PÁJAROS A LAS FOCAS
Con un país polarizado como el que tenemos, es fácil notar que las interacciones entre chavistas y opositores pueden ser analizadas de acuerdo a la misma estructura. La cosa puede ser compleja, pero en lo esencial, y mirado desde el hecho de que el chavismo tiene ya más de una década en el poder, podríamos decir que el juego se parece a Angry Birds.
Como en el original, la estrategia es la misma: estás lleno de odio resentido, y cada vez que ves una estructura, te lanzas sobre ella para destruirla. No es que quieras contruir algo nuevo pues, a fin de cuentas, es demasiado complejo y tus ideas acerca de cómo deben ser las cosas no solo son abstractas e impracticas sino, por encima de todo, irrealizables.
Además, destruir se te da fácil, pues las estructuras con las que te encuentras son bastante precarias. Claro, prefieres hacer caso omiso de este detalle, focalizándote en un supuesto poder para transformar (que en realidad es, simplemente, desaparecer con lo poco que se ha construido). Como plantea Melanie Klein, la envídia destruye el objeto. Ese es el quid del asunto, eres de los que prefieres que los demás no tengan lo que tu no puedas poseer. Si no es tuyo, ¡no sera de nadie! (¡dime si no estás marcado por las telenovelas latinoamericanas!)
Así vas por la vida, sin notar que el juego es absurdo y que no solo acaba lo que te encuentras a tu paso, sino que tú mismo te consumes en este ejercicio. Mírate en Angry Birds y asúmelo: eres un suicida; algo así como un musulman radical en guerra santa, pero light, muy light.