AL QUE LE CAIGA EL SAYO… ¡QUE SE LO PONGA!
POR CARLOS SCHULMAISTER
“Muchachos Kristinistas…
… la gracia no está en que la ficha les caiga después del hundimiento del barco o de acá a diez años, como es la tendencia en Argentina, pues de esa manera ustedes serán siempre oficialistas pasando de oficialismo en oficialismo como lo vienen haciendo aquellos de ustedes que conozco.
Cada vez se reacomodarán con el jefe de turno y hablarán mal del que estuvo antes, como todos sabemos que es la regla dentro de los diversos peronismos que hemos conocido. Entre tanto, hacia adentro del Partido/Movimiento/Banda/ pretenderán pasar como «leales» o «incondicionales» de un antiguo mandato que ya ustedes mismos perciben distorsionadamente, a menos que crean que -como a ustedes les gusta afirmar- la que se ha distorsionado es la realidad y no los principios transmitidos y heredados por «nuestros» (los de ustedes) semidioses.
La gracia está en ser libre y liberarse en cada momento presente, no más tarde. Lo contrario, lo que ustedes están acostumbrados a hacer, es resultado de vuestra falta de inteligencia… o de vuestra cobardía.
Ahora es el momento.
Carlos”
Envié ese e-mail a mis contactos, con copia oculta, hace muy pocos días (marzo de 2012). Sabiendo que varios son kristinistas esperaba y espero ansiosamente que la abrumadora masa informativa cotidiana acerca de los omnipresentes casos de corrupción y de desgobierno actuales en nuestro país provocara en ellos aunque más no fuera un íntimo y vergonzante arrebato de indignación, el cual pudieran expresar a sus allegados, o por lo menos a las cuatro paredes del baño si es que más lejos no se atrevían.
Por cierto, nadie me contestó… sospecho que más de uno se habrá ofendido y hasta me habrá dedicado algunos ex abruptos…
No se los reprocho. Los comprendo porque conozco acerca del tremendo peso del sentimiento de pertenencia al Partido/Movimiento/Banda en la subjetividad de sus miembros. Esa membresía constituye para ellos una suerte de prosapia que cuanto más larga es más brillo y más dignidad les hace sentir.
Para ellos no importa que la línea histórica que reivindican tenga tramos que encierran más ignominia que orgullo puesto que, aducen, como herederos del nacionalismo católico pueden remontar sus orígenes hasta Dios, de modo que cualquier contradicción coyuntural entre la fe (sus inmarcesibles principios ideológico-político–morales) y las obras (de sus representantes políticos y de sus gobernantes) es para ellos una anécdota, algo que superarán en conjunto, unidos, y con lealtad al P/M/B ya mencionado.
Conocí a muchos de ellos en los tramos anteriores. Públicamente se identificaban como peronistas, luego fueron vandoristas hasta que Perón se encargó del traidor, más tarde se identificaban como monto/camporistas, luego peronistas auténticos, en los ochentas se llamaban renovadores y menemistas en los noventas, después kirchneristas y hoy kristinistas. Y lo fueron no por espíritu crítico, ni porque vieran necesidades de cambio en las concepciones sostenidas, ni porque experimentaran rechazos o disconformidades con los métodos políticos utilizados desde el llano o desde el gobierno. Claro que no.
Siempre pasaron -y pasarán seguramente- por cada fase histórica de su P/M/B encolumnados tras el jefe con absoluta “Lealtad”, valor que estiman supremo y sitúan a años luz de otros como el espíritu crítico, la sujeción a valores universales como la justicia, la igualdad, la paz, el respeto, la tolerancia (en el buen sentido del término), el honor, etc. Valores que sucumbirán una y otra vez ante la Lealtad, pero que serán reflotados durante las campañas electorales, claro que sólo hasta que se ganan las elecciones, luego de lo cual el jefe vencedor de este P/M/B exigirá nuevamente absoluta Lealtad a su Proyecto.
Recuerdo uno de estos personajes, un profesional que cada vez que se le pedía su opinión, en las décadas del 70, 80, 90, 2000 y 2010, acerca de algún asunto urticante de la vida política interna o de su gobierno nacional o provincial respondía inexorablemente, poniendo cara de profundo, “es difícil, hay que evaluar”.
Nada de jugarse este varón prudente, circunspecto, que sobrevolaba sobre las disputas y los conflictos partidarios tratando de aparecer ante los demás como un hombre reflexivo, digno hombre de consulta de cualquiera de los caudillejos que eventualmente se encaramara en el poder. Así fue como hizo de la suspensión de su juicio crítico un estilo que algunos trataron de imitar como si de un carisma especial se tratara.
Claro que este “muchacho” nunca se peleaba con nadie, por eso siempre frecuentó los corrillos oficialistas de su P/M/B independientemente de quien se hubiera llevado la Copa. Ysi bien tampoco obtuvo ninguna representación político electoral sí obtuvo algunos merecimientos pane lucrando, algo que siempre llega si se sabe tener la perseverancia de este personaje. Y la Lealtad, por supuesto.
Ciertamente, tipos así se encuentran a montones en otros partidos, pero sólo los que estoy analizando se creen herederos de un mandato celestial. Voy a aclarar: los ejemplares que vengo mencionando son esos que cuando alguien les preguntaba “¿usted qué es?”, solían responder con tremendos alardes, sobre todo en tiempos pasados, “¿qué voy a ser…? ¡Peronista, como todo hombre de bien!”
Por eso mismo esa ubicuidad, esa lealtad, esa incondicionalidad partidaria, convertidas en atributos valorables por otros como ellos puede ser vista más que como pragmatismo como oportunismo, que no es lo mismo, y tanto desde afuera como desde adentro de sus filas (nunca hay que perder la esperanza de que esto último sea posible). También puede ser considerada, como hago ahora, mera expresión de su estolidez, de su baja estatura cívica, de su cobardía y de su ignorancia en materia política, por más ínfulas que demuestren, y aunque “se la hayan creído”.
Para tipos así está reservada la repisa de los Bolas de Bronce del P/M/B, dignamente representados por el más grande de ellos, don Antonio Cafiero. Algún día habrán de llegar. Sólo se trata de esperar.
El que está re-cansado de esperar que cambien soy yo, un contemporáneo que hace rato que perdió la paciencia.
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