De salida de «Casa de Muñecas». Empezó con retraso por el desorden logístico de la entrada. La cantidad de gente esnobista en cola, no era normal. Parecía la audiencia rococó de «Los Juegos del Hambre». De espanto y brinco. Lástima porque algunos confundidos solo van para ver y dejarse ver. Figurar y levantarse la autoestima. Cumplir con un compromiso social.
Llevamos las expactativas en alto. Acabamos con sentimientos encontrados.
Por un lado, valoramos el esfuerzo de hacer una adaptación diferente y contemporánea del clásico de Ibsen.
Por el otro, no termina de convencer la mezcla de referentes heterogeneos y eclécticos, desde Tim Burton hasta Hitchcock.
Resulta siendo un pastiche difícil de digerir. El uso de la música de «Psicosis» y «Vértigo» nada le aporta a la obra. Es un cliché.
Ya lo escuchamos en «El Artista» y tampoco funcionó. Aquí no produce ni suspenso ni risa. Recurso fallido.
Según Claudia, el vestuario es lo mejor de la pieza, junto con el arte. La acompaño en su idea. Sin embargo, la escenografía es bien nula.
En paralelo, la intención revisionista y deconstructiva del guión, se pierde en la traslación y se hace obvia, predecible, redundante, aunque se quiere audaz y políticamente incorrecta. Pero es demodé.
Nos gusta la reivindicación de la mujer frente a la decadencia de un patriarcado devenido en un desfile de zombies. Crítica a la explotación del cuerpo y a la imposibilidad de la emancipación femenina en un contexto dominado por viejos verdes.
De igual modo, la pintura expresionista y goyesca describe un mundo de pesadilla, sin salida y escape para nadie.
También reconocimos el talento y el profesionalismo de los intérpretes. Aun así, el saldo y el balance no son los esperados.
Por supuesto, nuestro público generoso, y a veces complaciente, aplaudió a rabiar, a pesar de todos los fallos en la organización.
En el medio, nos perdimos una secuencia completa de diálogo por problemas técnicos con la pantalla de los subtítulos.
Interesante el juego con las luces y los videos. Clara influencia del teatro expresionista alemán. Con todo, una obra irregular.
Sinceramente, «Casa de Muñecas» me dejó frío. Me la vendieron como una comedia de terror. No es ni chicha ni limonada, dice Claudia.
Me quedo con «Calisto», mil veces mejor.
Afuera nos aguardaba una suerte de barra abierta patrocinada por Absolut. Presencia de marca un tanto invasiva. Nosotros pasamos de largo.
Por fin conocí el Teatro de Chacao. Lo prefiero por dentro con su diseño industrial. Por fuera es un mamotreto kistch de color naranja, supuestamente inspirado en el Ávila y el arte del Origami.
Arquitectura arrogante. Mucho ruido, pocas nueces. Lo austero del interior choca con la estética posmoderna y efectista del exterior.
Contradicciones propias de «Casa Muñecas» según los alemanes del Festival.