Una de las películas que reveo con mayor regocijo es «Fear and loathing in Las Vegas»: las actuaciones de Depp y Del Toro son tan demenciales que constituyen una obra de arte del absurdo, para mí. Bajo esta premisa ayer compramos, en un tenderete de los tantos que pululan en la ciudad, «The rum diary», una película basada en el libro homónimo de Hunter Thompson, quien es el periodista en el cual se inspira «fear …». Teníamos altas expectativas con esta película, pues la combinación entre la capacidad actoral de Depp y la fuerza argumentativa de Thompson nos auguraba una gran experiencia.
La primera decepción: la película no tenía menú. Esto ya empezaba a oler mal, era una copia bajada de internet y no plagiada lealmente de una pasta original. Y cuando arrancaron los diálogos la cosa se puso peor: parecía traducido por un estudiante de 4to año de bachillerato, aunque supongo que lo hacen apoyados en algo como Tradukka o similar. Total que por fortuna el audio de la película estaba bastante aceptable, y gracias a ello pudimos captar la esencia de la trama, en líneas generales.
La segunda decepción: la guerra interna de Depp para no repetir el papel anterior. Aunque se trataba en definitiva del mismo personaje, un periodista cínico y adicto a cualquier experiencia asociada con las drogas, en esta oportunidad me pareció demasiado correcto. No tuvo esa vena de locura; estaba, cómo decirlo, en una posición seudomoralista que no creo le haga justicia a Thompson. No quiero decir con esto que la actuación haya sido mala, Depp ya es demasiado actor para no poder interpretar con solvencia cualquier papel.Más bien me refiero a la óptica desde la cual construyó a Paul Kemp.
La tercera decepción: me pareció estar teniendo un deja vu cuando apareció Giovanni Ribisi en el papel del periodista experto en religión irremediablemente dañado. Esa actuación la había visto antes. Y en efecto es así: me pareció un calco del jíbaro de Pulp Fiction, en cuanto a su vestimenta y gesticulación. Ribisi me parece un excelente actor, a quien no se le ha dado su gran oportunidad, pero esta vez (a lo mejor son cosas mías) se copió de Erick Stoltz.
Ahora bien, no es que me haya parecido una mala película. Capta, desde la óptica particular de Thompson, la vida de los norteamericanos que por alguna razón tuvieron que hacer vida en Puerto Rico, al cual consideraban una especie de zona de diversión a donde iban a comprar, jugar en los casinos o emborracharse en los bares, sin ningún contacto con los locales, considerados una especie de empleados al servicio de los turistas o los contratistas de negocios; tal vez algo estereotipada la visión sobre el tercermundismo, llena de colorido bullicioso y gente bailando por las calles (bueno, era carnaval, después de todo). Creo que el personaje más entrañable de la película es el fotógrafo Sala, muy bien interpretado por Michael Ríspoli. Geniales sus apariciones en las galleras, y su cínica forma de ver la vida. También me gustó el papel interpretado por el Richard Jenkins como el director del periódico, Lotterman.
En conclusión, si tengo la oportunidad de volverla a ver pero en mejores condiciones lo haré, pues creo que merece una segunda oportunidad.