SECRETOS PUBLICOS. VERDADES OCULTAS. DECISIONES. CARACAS 2025. Por Alfonso Carril.

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CAPITULO 1 – JAVIER

Eran días de frio en Caracas, para una ciudad acostumbrada a 30º centígrados hacían unos 20º y la gente despertaba en la mañana con ganas de seguir en su cama arropados con gruesas cobijas, la cobija de invierno, en el verano con 10º más la gente optaba por sacar su cobija de verano, una sábana más bien más ligera para soportar los calurosos días en una ciudad capital de un país latinoamericano situado en la punta Norte del continente, compartido con otros como Colombia, la enorme Brasil, la sureña Argentina y bordeada por Chile que compartía la Patagonia con su vecina sureña; Caracas convertida a más en una pujante y atractiva ciudad más cosmopolita y activa que nunca, como esos apartamentos que no compartían la idea del minimalismo y que más bien sonreían al gusto de lo conglomerado,  no maximalismo, no, era una sonrisa y una preferencia por la personalidad, por un espacio lleno de objetos que revelaban las preferencias de sus habitantes, pero todo dentro de un entorno que de inmediato sumía a los visitantes y a los propios habitantes en un espacio regocijante, cálido, magnifico, seguro, donde la gente se sentía a gusto y quería permanecer, todo colocado en el sitio exacto, todo puesto de la manera más conveniente, y quien llegaba de visita, a uno de esos apartamentos conglomerados, tenía mucho que observar, porque cada espacio tenía algo con una historia, con una anécdota, con un cuento, con un pedazo de personalidad de sus habitantes y a su vez esto hacía que adquiriera una personalidad propia. Así era Caracas, con muchos rincones y sitios para recorrer, mirar y conocer, y donde la vista y el tiempo parecían no alcanzar, quien venía de visita necesitaba más de tres veces al menos para terminar de mirar, pero siempre había algo nuevo por descubrir, con lo que la visita requería una próxima, además el visitante se sentía tan a gusto que en ocasiones deseaba permanecer más tiempo o pertenecer a ese lugar, era encantadora, Caracas, como lo eran esos apartamentos conglomerados, o sea, con suficientes cosas, objetos y recuerdos como para tener muchas conversaciones en ese lugar a partir de ellos. Todo colocado en el sitio exacto.

Javier vivía en uno de esos apartamentos, al entrar a él este nos hablaba de Javier, nos decía acerca de su personalidad y de su carácter, nos dibujaba sus gustos y preferencias, nos confirmaba algunos de sus secretos públicos, nos abría otra puerta que no le pertenecía, nos daba acceso a Javier, de allí que empezáramos a entender que el sitio donde habitamos nos dice de un modo inmediato las características de sus habitantes, es como leer un poco una agenda donde Javier escribía parte de sus ideas y pensamientos, era conocer a Javier sin necesidad de escucharlo o siquiera mirarlo, su apartamento, su contenido, la forma en que estaban dispuestas y colocadas las cosas, todo en un sitio exacto, nos hacia comprender parte de la esencia de Javier, nos hacía entender que allí está lo que somos, pero también lo que queremos ser, el apartamento de Javier nos explicaba silenciosamente quien lo penetraba todas la noches, al abrir la puerta y cruzar lo que separaba lo externo de lo interno, era una verdad oculta, en tantos sentidos.

Javier nacido en Caracas en el año 1.995 con casi 30 años de vivencias en la Caracas del 2.025, habitaba un apartamento ubicado en una zona arbolada y de buena ubicación, como en medio de todo, las urbanizaciones de Caracas eran todas habitables, Caracas experimentaba una bella época, que de cualquier modo no era una bella época para todos, como suele suceder en todas las bellas épocas, pero la gran mayoría disfrutaba de esa Caracas que por muchos años soñaron, ahora era una realidad, sin nada que envidiar a Madrid, Barcelona, París, Múnich, Ámsterdam, Zúrich, Londres, New York, Shanghái, Tokio, Buenos Aires, Sao Paulo u otra gran ciudad de algún lugar del continente, Javier estaba donde ahora muchos querían estar, una ciudad con todas las opciones,  una ciudad fascinante, una ciudad conglomerada pero con gran sensación de seguridad, una ciudad donde la mayoría podía escoger entre las opciones que se ofrecían, donde la gente decidía, donde finalmente se reunían la mayor cantidad de bondades que puede tener una ciudad, un país. Javier pertenecía a esa generación que nacido en un milenio transcurría dos, y había visto como se gestaba esa metamorfosis entre lo que nació conociendo y lo que se fue transformando, para su fortuna, de algo que se va transformando para mejor, como cuando un niño va creciendo, va cambiando, va pasando de la niñez a la adolescencia y ese cambio lo hace más vivaz, más sano, más interesante, más atractivo, más conocedor, más atrayente, más encantador y más fascinante. Ese era el caso de Javier, un joven de 29 años que parecía de 24, que mejoraba con los años y que todo el mundo quería conocer, igual que Caracas.

Un tipo de piel blanca sémi bronceada con un brillo natural, con una melanina excelente para el sol de Caracas, unos 172 centímetros del piso al tope de la cabeza con cabellos negros intensos, con lo que era frecuente que la gente le preguntara ¿Ese es tu color de cabello natural Javier? O de una manera menos halagadora -¿Te tiñes los cabellos?- a lo que siempre Javier respondía de un mismo modo, en un mismo tono y con una sonrisa – No conozco aún una sala de operaciones ni se ha abierto una caja de tinte para ser aplicado en mi cabeza – y luego soltaba la natural risa que le causaba siempre decir lo mismo, para luego esperar la reacción de quien lo interrogaba, era un juego en el que le encantaba verse envuelto, las preguntas acerca de su aspecto, de su edad, de su porte, de su naturaleza atractiva, con unas manos y pies que causaban ese morbo intenso que padecen quienes gozan y sufre al ver unas manos y unos pies desnudos a los que desearían abalanzarse y tocar, lamer, besar, oler y toda esa gama del ritual que provoca en los amantes de pies y manos hacer con unas manos y unos pies que no logran dejar de ver, que desean disfrutar lo más posible aunque sea con la mirada, los pies de Javier eran de dedos robustos pero coordinados, con el largo que parecía exacto de cada uno de sus dedos, con las uñas impolutas, inmaculadas, listas para ser lamidas sin contemplación, con esas pequeñas protuberancias de las venas que activan la imaginación, eran divinos; mientras que sus manos hacían juego con sus pies, eran un fetiche casi insoportable que causaban placer y sufrimiento a quienes excitaba ese deseo, y que solo pudiendo verlos desearían desesperadamente actuar, sobre todo, en la humanidad de Javier.

Él, por supuesto lo sabía, y si no lo sabía se lo hacían saber, era atractivo, era tentador, era un generador y desatador de fantasías y perversiones, siempre tenía la última palabra, siempre podía escoger, siempre podía decidir, vestido Javier no podía dejar de generar miradas, menos o más evidentes, menos o más resistidas a mirarlo, que buscaban penetrar su ropa como un rayo laser y despojarlo de sus vestimentas, causaba ese deseo invasor y repentino en los demás, de desear besarlo al pasar por su lado o de intentar rozarlo al tenerlo al lado, de pie o sentado, Javier era esa clase de cuerpos deseables que habitaban Caracas, de rostro armónico, de cuerpo proporcionado, con piernas fibrosas y brazos que hacían juego, pero todo natural, con mínimo esfuerzo, espalda ancha, fibrosa, simétrica, provocativa, unos pectorales y un abdomen que volvían a hacer juego, con los sensuales quiebres que se forman a la altura de la cintura en un cuerpo bien torneado y con carencia de grasas excesivas y por detrás se formaban los dos agujeros al nivel del coxis de lado y lado con un canal que bajaba casi desde el cuello hasta las nalgas y se inundaban cuando boca abajo el agua caía sobre lo que lucía como un terreno hermoso y fértil, por supuesto unas nalgas y un miembro viril que cualquiera desearía, pasando desde mujeres exclusivamente heterosexuales, hombres exclusivamente heterosexuales con deseo de experimentar una primera y única vez, hasta heteroflexibles y homoflexibles en cualquier grado, y naturalmente por casi todos los homosexuales, y para complementar todo este juego de estructura humana creada por la naturaleza, se unían unos labios tentadores que cubrían unos bellos dientes y que se abrían para mostrar una linda sonrisa, con una nariz perfilada ni grande ni pequeña y unos ojos marroncito claros que causaban ternura y a su vez eran extremadamente sensuales. Javier era el tipo de hombre que desearía casi toda la gama de gustos, para ser igual a él o para tenerlo a él, causaba sensación en cualquier continente, y difícilmente se tropezaba en algún lugar con alguien que superará sus rasgos de pantera en su mejor momento. Javier era el tipo de persona que los demás veían como “perfecto”, como “ideal”, como “el hombre de mis sueños” y ojala como “el hombre de mis noches y mis despertares”, era el producto de los genes unidos de su padre y de su madre, que hacía una unión que llamaríamos, perfecta. Javier era como esa foto, esa palabra utilizada, esa oración y esa característica específica todas juntas, que lograba en cada quien dar en el punto exacto para lograr un morbo, un deseo y la excitación a partir de un hecho en extremo sensual del cual su protagonista no tenía idea que era capaz de generar en alguien específico.

Había estudiado en la universidad más reconocida de Caracas, y había obtenido un titulo de Estudios Internacionales, el segundo de tres hermanos, de los tres, el único que había permanecido en Venezuela. Ese era Javier Lirrac.

6 Comentarios

  1. Bárbaro! no me dejo ni darme cuenta por mi mismo! el comentario fue inmediato! Tiene razón, gracias micro ferri sette! Aunque como dirían por ahí, la cosa no está en la forma sino en la sustancia!

  2. Jaja lo que dice xluis es cierto, quienes lo hemos leído lo sabemos. De hecho, y no se si fue a drede y debido su alto nivel de IQ o si fue producto de su consustancialidad, en su aclaratoria hay al menos dos errores de forma, es una especie de elisión, pero de palabras, aunque cortas, completas.

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