Javier amaba Caracas, sus contrastes, sus sitios, sus lugares, sus vistas, sus perspectivas, sus formas, sus cualidades, sus mañanas, su montaña, sus edificios, sus espacios, sus gentes, sus secretos por descubrir y sus verdades ocultas, la ciudad parecía un poco de cada otra, había venido de ser un caos y casi un pandemónium a convertirse en una ciudad soñada, es como si se hubiera tomado toda buena idea de los demás lugares y se hubiesen aplicado en Caracas, razón por la que Javier amaba su ciudad. Era como un amor que te corresponde, variada, cambiante, bella, sorprendente, deliciosa, placentera, excitante, provocativa, sensual, impredecible, romántica, generosa, apasionante, en pocas palabras daba bienestar, te hacía feliz, Javier estaba enamorado de ella, cada vez más se sorprendía de lo tanto que le agradaba, había visitado otras ciudades, en otros países, y Caracas seguía siendo su predilecta, le encantaba viajar a veces sin conducir para poder observar las ciudad, los paisajes, las personas, los cambios, lo nuevo, lo de siempre, no se cansaba, no se aburría, al contrario conseguía todo cada vez más fascinante, más atrayente, pero pensaba en ocasiones, que el amor tiene también sus riesgos y no sabía que responderse ante esa idea aplicada a su sempiterna Caracas.
Al Norte la rodeaba la montaña, sobre la montaña e incrustada en ella, parecía que se escondían caminerías, riachuelos, parajes, zonas de pernocta, zonas de ejercicio, caseríos e incluso en la cima un hotel con todo un entorno magnífico y maravilloso para la recreación y el enamoramiento aún más de la ciudad que se hallaba a sus pies, todo correctamente señalado y mantenido, una montaña que representaba uno de los íconos de la ciudad; recientemente también se había terminado de construir un largo camino de planadas y escaleras que podían conducir de un lugar a otro para los más caminantes y amantes de la naturaleza, donde podían disfrutar de vistas y estaciones únicas, está, era una idea que se había tomado del Perito Moreno, en la Patagonia argentina, y para los menos deportistas, o quienes ya no podían subir de una manera más extrema, estaban las estaciones de funiculares que luego de su última parada ascendente en el Humboldt, el hotel a mayor altura sobre el nivel del mar de la ciudad, y uno de los lugares predilectos de Javier, comenzaban su descenso hacía la ciudad de playas detrás de la montaña, La Guaira, un lugar que se complementaba de manera extraordinaria con la ciudad al otro lado de la montaña y el cual significaba una aventura emocionante y que era otro lugar para descubrir nuevas razones para entender el amor de Javier. La ruta llevaba del calor de Caracas, en sus épocas de calor, que eran la mayoría, al frío del Ávila, esa montaña que tan bien desde siempre hablaba de Caracas y luego al calor aún más intenso pero delicioso de La Guaira, la cual tenía vida y meritos propios.
Al Oeste, lo que fuera por tantos años una zona casi impuesta a quienes no poseían recursos económicos, era y se seguía transformando en lo que algunos llamaban el nuevo Montmartre, una zona totalmente recuperada y arbolada, tan impoluta y ordenada, con tantas zonas verdes y para caminar, que era otra zona a la que los turistas buscaban incluir en su recorrido por la ciudad. Una gran urbanización llamada 23 de enero, se asemejaba a una enorme maqueta, todo parecía recién pintado, recién construido, recién plantado, recién inventado, luego de un gran esfuerzo y un gran acuerdo entre sus habitantes y el anterior gobierno, la urbanización lucía mejor que hace 75 años, cuando la hubieran ideado.
Caracas era sin embargo, otrora, una ciudad con un fenómeno de pobreza y barrios muy arraigados, pero ahora los barrios estaban dentro de un proyecto llamado “Barrios Turísticos”, que consistía en hacer un estudio de los terrenos en los que se encontraba cada barrio de la cuidad, para así determinar que terrenos estaban aptos para la recuperación y la adaptación de sus estructuras y entornos, esto era, remodelar, recuperar, rehacer y reinventar cada barrio caraqueño, dejándolos convertidos en micro pueblos de encanto y características únicas y diferenciadas para el disfrute tanto de sus habitantes como del turismo, era como un poco de Italia, un poco de Portugal, un poco de España, un poco de Francia, pero a lo venezolano.
Al Sur era una zona privilegiada, con muchos árboles, con muchos sitios para el placer de la conversa, del beber por las tardes, de picar algún pasapalo de cualquier parte del mundo o incluso algún nuevo invento culinario, con muchos nuevos lugares e ideas que daban paso al relajamiento y la risa, al caminar y al ejercitar, al pasear y el conocer, al pensar, al idear e incluso al reposar y el dormir. La zona Sur era como haber tomado lo mejor de Buenos Aires y haberlo implantado en Caracas.
El Centro de Caracas, era absolutamente encantador, era la verdadera zona privilegiada de Caracas, pues todo turista deseaba visitarla y conocerla, se había convertido en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, repleto de descubrimientos agradables por encontrar, muchas de las mejores marcas del mundo competían por un espacio para al menos mostrar sus propuestas aquí por al menos una temporada, pues una vez mostrados en el Centro de Caracas, la certeza de éxito de la propuesta en el resto del mundo era casi absoluta, era ahora como la gran pasarela, la gran vitrina, la gran pantalla mundial, todos se preguntaban ¿Qué está pasando, qué se está mostrando en el Centro de Caracas?. El Centro de Caracas era además excelente zona para vivir, era como una ciudad dentro de la cuidad. Un verdadero punto estratégico.
El Este sin embargo, seguía constituyendo una de las zonas más elitistas para habitar Caracas, aunque ahora daba placer vivir en cualquier parte de la ciudad, aquí seguían estando y construyéndose los proyectos para viviendas de mayor costo y más innovadores y atrevidos diseños, destinadas a los poseedores de mayor poder económico del país y del extranjero, el Este de la ciudad tenía su propia vida, aunque tenía también atractivos para los habitantes de otras zonas, así como las otras zonas tenían mucho atractivo para los habitantes del Este de la ciudad, la gente del Norte, del Oeste, del Centro, del Sur y del Este se mezclaban sin problemas, se hacía de hecho difícil diferenciar en qué lado de la ciudad habitaban unos y otros con una simple pero a su vez analítica mirada, el nivel de vida era tan bueno en términos generales que no hacía falta hacer ningún tipo de distinción. La zona llamada Chacao, era el centro financiero, hotelero, gastronómico y de distracción por excelencia, una zona que empezó desde temprano a desarrollarse con miras a una Caracas moderna y sumamente cosmopolita, las inversiones extranjeras en esta zona venían de todas partes a nivel mundial, no se habían equivocado quienes invirtieron allí aún en la época de una Venezuela de rumbo incierto, tenía aires parisinos, así como muchas otras zonas de la ciudad tenían aires, buenos aires, de otras muchas partes del mundo, así, el Sur tenía mucho de Buenos Aires, el Centro era como una mezcla de Berna, Zúrich y Múnich, el Oeste al antes Este de Caracas, y así Caracas era como una mezcla insaciable de lo venezolano, de lo caraqueño, con lo mejor de Latinoamérica, Norteamérica, Europa, Asia y hasta África y Oceanía, incluso de la Antártida.
Deseo que mis ojos llegasen a ver akgun dia lo aqui descrito… Gracias por hacerme imaginar!!!
najim1212: Mi historia se desarrolla en el 2025, es decir, que todo eso que describo se va gestando en un periodo de 13 años, tiempo suficiente para que sea posible! Claro, con una buena administración de recursos y una mentalidad sana y sincera en cuanto a querer a una Caracas y una Venezuela feliz y prospera por parte de nuestros gerentes, líderes, dirigentes y ciudadanos. Por lo que Tú también tienes que dar tu aporte, dicho sea de paso. :-)