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Ravi Shankar y la Dictadura del New Age


Ayer Sri Sri Ravi Shankar tuvo la ocasión de estafar al primer lote de venezolanos con su conferencia de «Vivir sin estrés y encontrar la paz”, dictada en el Aula Magna de la UCV, a un costo de entre 150 y 400 bolívares por localidad.
Antes el teatro fue sede de eventos y ponencias de mayor envergadura o seriedad. Hoy es un templo asaltado por toda suerte de mercaderes, demagogos, músicos de baja estofa y cómicos de escaso vuelo.
Así la sombra vence a la casa allanada por la intolerancia.
¿Cuál es el aporte del invitado a su visita por Caracas? Reivindicar el valor de la meditación y la respiración.
De tal modo, disminuirán los índices de criminalidad en el país. En consecuencia, ya lo saben. Cuando los atraquen, apliquen las técnicas del famoso «Guruji», nominado al Nobel, y no sólo saldrán ilesos sino felices del trámite.
Parece un mal chiste, pero no lo es. Ello explica la clave del éxito de las políticas oficiales. A su modo, las misiones son el verdadero opio para el pueblo. De igual modo, a la clase media le gusta comprar gato por libre. El último vino importado de la India, y aprovecho nuestro clima de desconcierto, para hacer un negocio redondo, instalado en su habitación del lujo del Hotel Tamanaco, donde en los ochenta un señor disfrazado de Jeque hizo de las suyas.
Poco o nada cambió desde entonces, apenas el disfraz del embaucador, legitimado por sus títulos y credenciales del extranjero.
Mientras tanto, la página roja informa de los asesinatos y homicidios de la noche anterior, cuando el gobierno difundió su pote de humo en forma de cadena de pare de sufrir, sin la presencia del enfermo terminal. En su lugar, dos títeres ejercían el poder de facto: Maduro y Elías.
En pocas horas, Shankar volverá a electrizar a la capital con una charla en lo alto de la colina. El Humboldt acogerá a su pan y circo. Por lo visto, al señor le encanta eclipsar a los iconos de la arquitectura milagrosa. Al menos es un show privado, una droga, un sedante financiado por el bolsillo de cada uno de sus adoradores(del becerro de oro).
En cambio, el teatro del inquilino de Miraflores, cuesta el triple y lo financiamos nosotros. Enorme diferencia. Sea como sea, los une la misma raíz y semilla del mal. De ahí brotan las principales carencias y padecimientos del presente. Ojalá les encontremos cura en el futuro, al margen de la filosofía de autoyuda.
Bienvenidos a la dictadura del New Age.

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