Antes de iniciar el tema, el autor aclara que dependiendo de las posiciones que los bendecidos, los otros y demás ciudadanos ocupen en la sociedad actual, probablemente adapten lo dicho a situaciones particulares, por ende, políticos, mafiosos, tracaleros, gigoloes, rufianes, gente común trabajadora, etc., pudieran verse reflejados en las descripciones siguientes, no implicando esto que realmente las flechas estén dirigidas hacia ellos. Por otro lado, el autor reitera su profundo respeto por las religiones, y en ningún momento pretende ofender a cualquier creyente.
La historia de estas personas, cuya sumatoria representa la totalidad de seres vivos en nuestro planeta, según el encapsulado entendimiento de un grupo de individuos que se considera bendito, se institucionalizó cuando Cristo, el hijo de Dios según la Biblia, comenzó a serrucharle el puesto a San Juan Bautista, quien a fuerza de creencia, trabajo y apoyándose en los recursos naturales (entiéndase agua bendecida y una vasijas de barro), había decidido forjarse una carrera como profeta, con derecho a estudios Mesiánicos.
“Juancho”, como cariñosamente lo apodaban sus allegados, sufrió las consecuencias del pensamiento mixto, inaceptable para los bendecidos de la época, los cuales se han multiplicado exponencialmente durante dos mil y tantos años.
Según la historia, Juan sabía que el currículum de Jesús era mucho más pesado que el suyo, y entendió, con solo ver la gran melena que tenía y esos ojazos azules (según visión Holliwoodense), que sus ambiciones iniciales debían ser modificadas, por lo que no le quedó más remedio que refrescarle la humanidad y volverse un fiel cordero de la causa. Cabe destacar que el carácter bendito por aquellos días y miles de años previos, se dividía en dos ramas perfectamente definidas: los bendecidos por las autoridades celestiales y los bendecidos por las autoridades terrenales.
Aunque Juan, profeta bendecido por quien no se veía, se apartó del camino para darle paso a la sensación del momento (Cristo), su lengua seguía predicando realidades que pocos querían escuchar, especialmente aquellos que se mantenían en el poder, por lo que finalmente le cortaron el pescuezo, esencialmente por los caprichos de una mujer, que aparte de contar con un despampanante cuerpazo y ciertas raíces reales, no tenía nada mejor que hacer, salvo joder la existencia de los otros.
Todos conocemos el resto de la historia mística del mundo, ya que aquí estamos, en el 2012, con centenares de religiones, pensamientos, opresiones y opresores, hambrunas, poderes extremos y demás cotidianeidades que rigen las vidas de los bendecidos, los otros y demás seres que no entran en esos estereotipos avalados por los bendecidos.
Continuando con el tema, para no perdernos en una interesante porción de la historia religiosa forjada por el ser humano, nos centraremos en todos los falsos emuladores de San Juan Bautista (de una manera muy tosca por cierto), para detallar someramente sus “aptitudes” mesiánicas. Estos señores, generalmente copian fielmente a un ser superior, que podría ser etéreo o de carne y hueso, creyendo por cierto, que ya ha salvado sus deterioradas almas.
Los bendecidos modernos y sus seguidores, son una fuerte especie en vías de extinción, como lo fueron sus predecesores en algún momento, para causar el Génesis de la nueva generación, que antes de ver las primeras luces, ya era decadente (probablemente por contar con una especie de marcador genético defectuoso).
Para muchos bendecidos, los otros no existen, son desleales, no merecen confianza, de hecho, ni siquiera los pueden ver a menudo porque enturbian sus condiciones magnánimas. Ciertos bendecidos se ocultan tras la coraza protectora de los capos que los bendijeron y a estos le lloran cada vez que sus reducidas agallas no les permiten tratar con los otros.
Los benditos, bautizados con las aguas más puras del planeta (embotelladas por empresas como Perrier o Evian), piensan que en algún momento, los otros harán algo en su contra. Los modernos bendecidos saben que la realidad es distinta a la que pregonan, pero mantienen enchufados en sus cerebros una especie de destornillador inhibidor del pensamiento realista, los valores y el sentido común, para manejar una línea filosófica extrema y caduca. El destornillador se asemeja a las láminas plásticas que se colocan en los relojes para mantenerlos suspendidos en el tiempo hasta que alguien los adquiera y los ponga a funcionar.
El resultado temporal de la mencionada analogía “destornillador-lámina plástica”, es que si los relojes pasan demasiado tiempo en el anaquel, siendo observados por millones de personas que no los compran, cuando finalmente son adquiridos y activados, las pilas, sus corazones, habrán fallecido y necesitarán ser reemplazados. Ciertamente, con una nueva pila, el reloj comenzará a andar, pero después de X cantidad de años, la tecnología habrá avanzado hasta tal punto, que el segundo erróneo que posee como desviación el reloj (excelente en su época de fabricación), después de funcionar un año, será una eternidad, comparado con las pocas milésimas de segundos erróneos que producen las nuevas máquinas del tiempo.
Precisas condiciones particulares permiten que estos relojes, usados por los bendecidos y los cuales le añaden tiempo el tiempo, se multipliquen aceptablemente, y contaminen el tiempo del resto de los mortales, manteniéndolos en una especie de sopor nocturno interminable. A partir del primer Tic Tac, los errores que rigen el tiempo de los bendecidos, se integran a la sociedad, por ende esa desviación anual se vuelve común e incluso se aplaude en condiciones particulares; indiscutiblemente, solo el Mecías de turno y sus fanáticos pueden entender esta aberración tecnológica.
Los otros, no necesariamente mejores que los bendecidos, se mueven como personas en una dimensión alterna mucho más rápida, observando la creciente decadencia a su alrededor durante millones de microsegundos, contenidos en los pocos segundos adicionales que los relojes de los bendecidos producen. No nos equivoquemos respecto a la pureza de los otros, ya que muchos formaron parte del bando de los bendecidos durante periodos previos.
¿Qué pueden hacer los otros al respecto? Obviamente los benditos no tienen estas necesidades.
Muchas opciones son viables; la que más resalta es la reprogramación de los relojes de los bendecidos para que mensualmente resten a su tiempo un doceavo de segundo, a fin de alcanzar un segundo por año. Dicho segundo podría denominarse: “Segundo bisiesto” en honor a los Gregorianos y el almanaque moderno, aunque no necesariamente exista una relación directa entre el concepto y la tarea.
Los otros podrían crear una rutina en sus relojes modernos para retrasar su funcionamiento e igualar la percepción del tiempo de los bendecidos. Debe quedar claro que esta acción no los convertirá en bendecidos automáticamente, pero les ayudará enormemente, porque el principal alimento de los bendecidos es la ciega obediencia alineada, acompañada por una especie de enfermedad mental degenerativa
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Los otros, parcialmente vistos por los benditos, podrían igualmente seguir siendo personas que crecieron linealmente con padre y madre o criadores sustitutos; lo importante radica en los valores que no se pierden a cuenta del destornillador, la lámina plástica, la enfermedad desconocida o todas las anteriores. Al respecto, cualquier experto moderno en autoayuda probablemente diría que el cielo es el límite, mientras no sea bendecido y clasificado como propiedad de los benditos. Los otros piensan que 10 o 20 segundos es un periodo demasiado largo para soportar a los bendecidos.
Es interesante observar como un integrante de los otros recién bendecido, cambia completamente su actitud y se convierte en el mono que golpea a los nuevos amigos que entran a la jaula, certificando la ausencia de raciocinio y la proliferación de conductas adquiridas por imitación. Quizá esta sea una forma de escapatoria para soportar tantos años de abuso, porque existen pocos valientes que mantienen su alma intacta y se atreven a mantener el pescuezo a la vista, como lo hacía San Juan Bautista.
En el párrafo anterior radica la clave de la existencia única y representativa del ser humano con derechos y deberes, cuya espina dorsal no puede ser doblada y debilitada por técnicas de acupuntura certificadas por organizaciones celestiales (que solo los benditos conocen y utilizan). Una vez que el alma se pierde (no necesariamente debemos morir para perderla), desaparecen padres, madres, tíos, tías, amigos y demás valores que por años se esforzaron por crear unidades independientes pensantes. Al perderse el alma, el destornillador habrá sido clavado completamente en la cabeza, la lámina plástica habrá detenido al reloj interno y las enfermedades degenerativas empezarán a construir el túnel que guiará el desplazamiento fútil.
Mientras tanto, todo sigue sucediendo alrededor de los unos, los otros y los demás, las vidas continúan, al igual que las reiteradas quejas y cambios de bandos para acomodar las realidades individuales.
Lo que está plenamente demostrado, es que los unos y los otros, siempre se mantendrán en el hogar binario representado por ellos (bendecidos y malditos), el espacio físico que ocupan los demás no forma parte de sus ecuaciones y es considerado como esa zona del universo que está tan lejana que no vale la pena tomarla en cuenta. Lamentablemente, ninguna de las partes entiende que las palabras representadas binariamente, requieren, salvo en los extremos, de los picos y los valles (unos y ceros), para ser significantes.
C´est la vie, como diría Jean Michel Schumacher, un campesino hijo de un inmigrante alemán que vive en una de las tantas provincias de Francia.
Pompeo Paolo Zotti