Prólogo de Javier Flores a Desvariaciones Transversales de Mario Caamaño.
Editorial electrónica Río Negro
39 Páginas
“..No entregues tú, espíritu Antes de luchar
No me toques
El pecho Por donde Pienso y respiro.”
(De Antes de luchar)
Se evoca así a través de un llamado silencioso al elemento de lo que podría ser un demonio, a una suerte de guía en el que podamos confiar por las marcas de su rostro y cuya boca gris antes castigada y vagamente sonriente no tema pronunciar las palabras secretas que nos lleven a la libertad del encuentro con la sensualidad, no por eso estando ausente la introspección a través del cuestionamiento del origen metafísico; el placer y el sexo como tierras polares dominantes de ciertos minutos particulares de la sensación del tiempo, se rinden ante una sensibilidad húmeda y serena que parece describir la complejidad del Universo en un canto ritual en el que relata la transformación:
“…Oscuro está aquí, ha venido a visitarme y creo que tiene grandes intenciones de quedarse junto a mí, un buen acompañante como él puede ser indispensable para lograr todo lo que me he propuesto durante el viaje, un poco de compañía no humana puede ayudarme a recordar mi existencia personal. Robusto se inclina, el pobre árbol sobre mis escamas, he cambiado, mi cuerpo lo ha hecho.”
(De Las des variaciones transversales de la mente)
Ya en los primero versos se nos ha anunciado: este no será un viaje cualquiera en el que se pudiera haber acusado a aquellas criaturas de la memoria que han decidido desnudarse y tocarse entre ellas, no es la excusa para un éxodo en el que el orgullo herido tan sólo quiere ver las conclusiones acerca de los estados de la miseria humana para olvidarse de lo que era originalmente el anhelo. Queda pactado el no volver atrás y no olvidar que somos vida salvaje, tomando, poseyendo, respirando sustancias que nos alteran. Jamás fuimos la imagen del observador del cuerpo que nuestros delirios eróticos querían alcanzar, nunca hemos podido obtener esa paz. Pero sin embargo, nuestra destemplanza es capaz de reconstruir en los ojos de los amantes el vivo holograma de la noche íntima y solitaria, o dicho en las palabras del autor:
“…Pues nadie jamás En este mundo Sabrá Lo que soy de verdad Un intruso Dentro de otro cuerpo Tratando de escapar Haciendo fluir mi semen Por el cuerpo de alguien más Ese soy yo Un muerto Dentro de un cuarto Escribiendo lo que ni siquiera alcanza a Pensar Y componer Ese soy yo…”
Y es que todo podría resumirse a nuestra fatigada presencia en una habitación a oscuras en la que no somos capaces de distinguir la luz artificial de la natural, habitamos una tierra que parece cada día más distanciarse de las otras tierras, pueblos, ciudades, callejones, pero tenemos en nuestras manos al imperio subyugado de la carne. Somos seguidores incansables del placer que esconde el amor, y del amor que esconde algo que sabemos que es de suma importancia para la supervivencia y trascendencia, de lo que llamamos espíritu.
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