LAS FUENTES, LAS CITAS DE AUTORIDADES, EL FORMALISMO ACADÉMICO Y LA FALACIA DEL CONSIGUIENTE PRESTIGIO INTELECTUAL

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LAS FUENTES, LAS CITAS DE AUTORIDADES Y EL FORMALISMO ACADÉMICO Y LA FALACIA  DEL CONSIGUIENTE PRESTIGIO INTELECTUAL

 

POR CARLOS SCHULMAISTER

 

Hace poco más de un año, el 4 de enero de 2011, recibí el siguiente e-mail:

 

“Hola:

Quisiera conocer la bibliografía utilizada para realizar su nota La rebeldía como valor social[1].

Soy profesora de Ética y estoy cursando un postítulo, busco información bibliográfica sobre mi tema: La rebeldía atraviesa la historia.

Muchísimas gracias.

María Noemí

San Lorenzo

(Santa Fe)

Argentina”

Inmediatamente contesté lo que sigue a continuación:

“Hola:

Bueno, cómo explicarte… Permitime qué te pregunte yo a vos: «¿Por qué habría de contar con bibliografía para escribir una nota que lleva mi firma? (¡¡¡…!!!)»

Te respondo desde mi subjetividad, aunque parezca redundante decir “mi”, pues no se responde desde la subjetividad de otro (si las palabras y las ideas que utilizo no se han hecho carne en mi  será otro quien responde por mi boca). 

Yo hablo por mí, y pienso por mi, no uso bastones ni paraguas de palabras ajenas; no soy traficante de palabras; no cultivo las formas ni las estéticas en desmedro de los significados y sentidos de las esencias.

Tal vez te parezca horroroso, ¡ja, ja, ja! Vive y después filosofa.

Para más datos te copio esto de un ensayo -mío, obviamente, pues no copio, ni robo, ni maquillo nada ajeno-:

«Y como hablar de lo social no es sólo un hecho lingüístico, político o ideológico sino también moral, no concibo otra manera de encarar la reflexión que  aquí   presento que en orden a valores colectivos que engrandecen a la humanidad.

Por eso no han de hallarse aquí manierismos a la moda, ni culteranismos seudo académicos, así como tampoco compromisos con ideas al  margen de  mis convicciones, ni servidumbres ni mandatos de ningún tipo, ni tijera y engrudo de ideas y opiniones de terceros para valerme de ellas como bastones o como paraguas de ninguna clase y menos aún como talismanes.

Sobre todo, no se hallarán acá  “vanidades” metodológicas como aquellas a las que brillantemente sepulta la siguiente cita de Darcy Ribeiro tomada de Internet:

´Darcy Ribeiro, desconfiado hombre de ciencia, rezongaba contra las pasiones por el método –“todo lo que se produjo con extremado rigor metódico, haciendo corresponder cada afirmación con la base empírica en la cual se asienta, y calculando y comprobando estadísticamente todo, resulta mediocre y de breve duración”- y  denunciaba la inocuidad de “quienes hicieron de su vida intelectual un ejercicio de ilustración de tesis ajenas´.

Por lo tanto, permítaseme el presente intento de revisar críticamente, a la luz de mis propios designios, algunas representaciones sociales actuales referidas centralmente a la cuestión de las identidades individuales y colectivas sin que por ello tenga que rendir tributo a la originalidad, el karma de tanto intelectual adocenado.»

Finalmente, María Noemí, porque conozco mucho el paño no uso bibliografía.

¡Éxitos!    

Cordialmente,

Carlos Schulmaister” 

Por cierto, no recibí contestación de María Noemí.

En otra oportunidad envié a una revista universitaria -no recuerdo de qué país sudamericano- una nota de opinión como las que habitualmente escribo, referida a los desafíos actuales de la humanidad, aunque no era éste el título de la misma.

Como era previsible la secretaria me hizo llegar las normas de presentación de los trabajos a publicar, una suerte de instrumentos y procedimientos formales de la APA para operar con las ideas a considerar en el artículo. Algo usual en revistas y sitios online dedicados a formatos académicos, además de todo aquello que pueda ser incluido en la modalidad ensayo.

Claro que ese tipo de ensayos predominante suele ofrecer productos de gran seriedad e importancia. Pero existe otro tipo llamado ensayo intuitivo que no procede mediante filiación y registro de antecedentes y consecuentes. Sobre todo en el campo más personal y subjetivo que es el de la filosofía. Y que también ha dado productos de gran nivel.

Por otra parte no es imprescindible trabajar exclusivamente con la primera modalidad de ensayo para que sus resultados tengan visos de seriedad, verosimilitud, originalidad, singularidad y hasta contengan proposiciones irrefutables. Y conste que no he hablado de “verdad” ni de “verdades”, atributos reconocidos habitualmente a las metodologías empleadas en esa clase de ensayos, aun cuando también muy frecuentemente suelen encubrir evidentes sofismas  (dicho esto en la peor acepción del término).

Por cierto, mi artículo poseía una buena dosis de esos atributos que  enumeré en el párrafo precedente y que una lectura desapasionada habría confirmado probablemente. Ahora bien, con respecto a la verdad no era ésta algo que estuviera especialmente en juego, más allá de lo elusiva que ella es, especialmente en el campo del pensamiento especulativo. Lamentablente el texto no había sido considerado.

Respondí a la mencionada secretaria con una breve síntesis de los argumentos que acabo de exponer, confiando en que una mirada serena y profunda a cargo de los directivos de la publicación sería la mejor garantía del proceso de aceptación que daba por seguro.  Y aun así daba por aceptado su eventual rechazo basado en que se estarían violentando las normas establecidas.

Pero hete aquí que me contestó el director de la revista, un catedrático de aquellos, reiterándome con un evidente laconismo que debía cumplimentar los requisitos establecidos, pues de lo contrario se vería obligado a rechazar ad limine mi trabajo.

Como me pareció excesivamente impropia esa intervención de su parte toda vez que no me parecía ni la sentí como un acto de consideración hacia mi persona, sino más bien como uno disuasorio, le respondí muy respetuosamente aclarando de entrada que comprendía su rol en la ocasión y por lo tanto lo aceptaba, pero que hacía propicia la misma para recordarle que después del affaire Sokal[2] se vería con buenos ojos por parte de todo el mundo una actitud de bonhomía, de sencillez, de empatía, de diálogo y de sensatez con los interlocutores que elevaran sus artículos a las revistas académicas, so riesgo de repetir eventualmente un papelón similar por causa de esa soberbia formalista.

Esa vez tampoco recibí respuesta.

Lo cierto es que el recuerdo de ambas anécdotas me permite ahora referirme a los fuegos fatuos que a menudo representan en las ciencias humanas y sociales las remisiones a las fuentes y citas de autoridad relacionadas con el tema que se está tratando. Hablo con conocimiento de los degradados niveles de promoción y evaluación mediante “trabajos”, “documentos”, “monografías” y “tesinas” en niveles terciarios y universitarios y hasta  en “tesis” de doctorados, fundamentalmente en el campo de las ciencias sociales y humanas.

Este fenómeno se expande cada vez más en todo el mundo, sobre todo en aquellos países en los cuales la educación y la cultura no poseen fines ni metas propios, ni mucho menos medios ni recursos a ellos relacionados, sino sólo aquellos que les atribuyen los agentes, factores y variables políticas y sociales intervinientes en las respectivas escalas movilizados por designios de carácter no democrático ni republicano.

Dicho de otra manera, ello ocurre cuando la educación, la cultura y la ciencia son bastardeados por intereses espúreos de operadores políticos, institucionales y particulares cuyos afanes no sobrepasan el horizonte de la vida social de cualquier sociedad, y también  cuando la educación, la ciencia y la cultura son variables de ajuste de las burocracias en función del saldo de caja del día a día de la política.

De hecho se observa en las instituciones educativas la firme instalación de un sesgado principio de autoridad con la consiguiente utilización abusiva de las citas de autoridad no sólo en los trabajos para aprobar cursados sino también en los concursos de oposición para el ingreso de catedráticos.  

La cita de fuentes en este último caso, así como en los libros de gran cantidad de presuntos intelectuales, resulta abrumadora no sólo para los neófitos sino incluso para los expertos y especialistas, toda vez que en muchos casos resulta evidente que el autor nunca habría podido leer la irrisoria cantidad de fuentes que ha consignado por no poder disponer ni él ni nadie del tiempo real para ello.

El resultado de esta modalidad formal de organización del trabajo en el campo del pensamiento social y humano es un creciente disciplinamiento metodológico y una creciente adaptabilidad a los cánones vigentes, todo lo cual es considerado de hecho como dispensador de credibilidad y prestigio intelectual, tanto por parte del mundillo productor de contenidos simbólicos en las industrias culturales como de los correspondientes consumidores y divulgadores.

En consecuencia, cada vez más se asiste a una desenfrenada expansión de refritos adocenados que la mayoría de las veces no agregan nada nuevo, ni original, ni importante, ni generador de nuevos e interesantes interrogantes. Lo cual ya vimos con Darcy Ribeiro que no es nuevo.

Más grave aun, a mi juicio, es que con estas modalidades de trabajo no es posible el crecimiento del saber en si ni de la capacidad científica de los especialistas pues todo queda reducido a un constante movimiento de las siempre iguales calidades, condiciones y magnitudes de las materias tratadas, maquilladas y llenas de afeites hasta el hartazgo, pero siempre iguales a si mismas.

Y si esto sucede con los supuestos creadores e investigadores adscriptos a las instituciones universitarias imagínese qué ha de suceder con los habituales consumidores de breves síntesis que circulan en el mercado comunicacional mediático, el omnipresente redistribuidor de significados y sentidos políticamente correctos.

No cabe duda, pues, que cuando el desarrollo de la ciencia y la cultura se expande realmente por la ampliación auténtica del conocimiento y no por la mera expansión de lo que en América latina y especialmente en Argentina se da en llamar “democratización de la cultura” o “libre acceso a la distribución social de significados y sentidos” –meros tópicos para la manipulación de cuerpos y conciencias en lugar de constituir logros sociales efectivos y reales- entonces sí es posible el crecimiento intelectual individual y colectivo en la sociedad, acorde con la ampliación del cultivo de la cultura, si se me permite esta intencional asociación.

Cuando se llega a este estado el pensamiento discurre libremente, sin corsets ni modas ni esnobismos, sin pensamiento políticamente correcto alguno, sin miedo a mostrarse diferente y hasta eventualmente sólo frente a los demás.

Entretanto, y a la espera de que llegue algún día ese momento en nuestro país, hago votos para que los melindrosos, los oportunistas y los estúpidos que tanto abundan y se multiplican en los ámbitos educacionales de todos los niveles vayan siendo cada vez menos, no por extinción física de ninguna clase, sino por el descubrimiento del triste papel que significa ser “carne de cañón” y tener “espíritu de rebaño”, y, en consecuencia, intenten desaprender esa cultura de callejón sin salida que han adquirido y cuidan patrimonialmente para comenzar a aprender nuevamente, pero esta vez, sin las falacias obligatorias a que nos somete el sistema cultural vigente.         

 

o0o   o0o   o0o

 

 

 


[1] Publicada por primera vez en el diario Río Negro, de General Roca, Argentina, el 5 de septiembre de 2006 y más tarde subida a mi blog El ansia perpetua el 3 de enero de 2010.

 

[2] Si le interesa saber a qué se refiere dejo a su cargo la búsqueda de la información consiguiente.

 

En: El ansia perpetua – 11/05/2012 – http://www.elansiaperpetua.com.ar/?p=2149

 

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