El realizador de la “ópera prima” es hijo de Caupolicán Ovalles, el autor de “¿Duerme Usted señor Presidente?”, poema de vanguardia destinado a desnudar la red de corrupción y decadencia política del gobierno de Rómulo Betancourt.
El texto marcó un antes y una después en el devenir de las letras de Venezuela. En mi país lo comparan con el “Yo acuso” de Émile Zola. Representa la cumbre de la mofa lírica del movimiento cismático de “El Techo de la Ballena”.
A continuación compartimos uno de sus pasajes irreverentes:
Si en vez de bailar
bailara tango
con sus ministros
y sus jefes de amor
nosotros podríamos
oír
de noche en noche
su taconeo
de archiduque
o duquesa.
Podríamos reír
sólo de verle,
ridículo como es,
esperar los aplausos
de toda la gendarmería
frenética.
Es obvio y claro. Su vigencia se pierde de vista. Aun así, el descendiente del escritor toma el camino contrario al de su padre con “Memorias de un Soldado”, especie de música celestial para los oídos del inquilino de Miraflores. Canción de cuna ideal para combatir su insomnio de Bolívar y reconciliarlo con el sueño épico de la Venezuela heroica, gestada por la Villa del Cine a la manera de la propaganda indirecta al servicio de Stalin y Fidel, donde el pasado histórico pretende justificar el presente marcial y caudillesco, bajo el estándar caduco de una miniserie cultural de aliento kistch y bélico.
Anticine adscrito a la tendencia qualité del siglo XXI, instrumentalizado por las vacas sagradas del proceso, desde el Chalbaud de “Zamora” hasta el “Miranda Regresa” de Farruco Sesto. Estrategia simplista de manipulación y tapadera clásica para ocultar la realidad del tiempo convulso de la actualidad. Forma de replegarse y refugiarse en la concha de mar y de mango del vano ayer.
Irónicamente, el traje a la medida lo fabrica un niño mimado de RCTV, canal arbitrariamente censurado y clausurado por el estado para concederle su señal a la planta ilegítima de TVES, carente de rating.
En la emisora de Quinta Crespo, Caupolicán Ovalles “junior” fue el responsable de la tristemente célebre, “Archivo Criminal”, franquicia cutre y de explotación de la moneda de cambio amarillista, del morbo sensacionalista. Al menos, era una fuente inagotable de humor involuntario por obra y gracia de sus frases lapidarias, sus horrorosos planteamientos de puesta en escena y sus personajes imposibles, absurdos, mal construidos.
Recuerdo las oportunistas adaptaciones de los casos del asesinato del cantante del Binomio de Oro(“Orozco”) y de Cibell Naime Yordi.
En clase recitábamos sus líneas de memoria, entre risas y comentarios sarcásticos. Por desgracia, “Memorias de un Soldado” ni siquiera funciona como tragicomedia inconsciente. Aquí nos quedamos con el empaque del programa aquel, ahora paradójicamente para fungir de vehículo de un relato trillado, de un contenido edulcorado y estereotipado del gusto del proceso de cambios, de los burócratas del Ministerio de Cultura.
Caupolicán Ovalles hace una telenovela de época con los recursos suministrados por la élite del poder.
Por consiguiente, no solo le expropian la concesión a la cadena de Bárcenas, sino le plagian a sus talentos, a sus creativos y a sus esquemas de producción. Es el resultado lamentable de la guerra audiovisual en el país. Los ganadores momentáneos le roban sus terrenos y paradigmas a los perdedores circunstanciales.
En consecuencia, la plataforma del cine rehuye de la originalidad expresiva, para amoldarse y acoplarse a los cánones del enemigo derrotado. Caballo de Troya para conquistar los corazones y las mentes de la oposición.
Operación similar a la de Hollywood en la India, China y Europa, para asediar y cautivar a la demanda de sus respectivos mercados, según las reglas de la demagogia colonial.
Con Marisa y los chicos de las culebras del horario estelar, “Memorias de un Soldado” quiere seducir al público de la caja boba.
Ya lo hicieron con Miguel Ángel Landa en “El Manzano Azul” y Benjamín Rausseo en “Er Conde Jones”. Los dos pasaron de ser fichas de Venevisión a convertirse en emblemas de la generación de relevo, de la revolución de las luces, las cámaras y la acción. Mentira repetida mil veces por la emisión conductista, en salas, de la campaña publicitaria de “Noticine”.
¿Caupolicán Ovalles le vende el alma al diablo a cambio de filmar su libreto? Algo peor. Reniega de sus orígenes familiares para redactar el título adecuado para su época, su contexto y sus colegas de grupo: «Señor presidente, puede usted dormir tranquilo». No lo perturbaremos, ni lo molestaremos como los niños apátridas de «Caracas, Ciudad de Despedidas». Prometemos ser condescendientes, conformistas y conservadores, como Pérez Pirela en «Cayendo y Corriendo».
Fíjese en el esfuerzo conjunto de “Memorias de un Soldado”. La rodamos en las adyacencias de la Villa con los secundarios y extras de “Días de Poder”.
Las locaciones son como peladeros de chivo, ausentes y faltos de identidad. Es el telón de fondo de innumerables largometrajes por el estilo. Hay maleza, matas de bambú y vegetación marchita. Recuerda el intro de “Er Conde Jones” y el desarrollo de “Zamora”. Luce como la subida al cerro de Sabas Nieves.
A Marisa le fascina porque le retrotrae al tiempo de las guerras intestinas del siglo XIX, cuando las ruinas se fundían con el paisaje natural.
Grabar ahí nos ayuda a ahorrar plata, sentirnos en contacto con la fauna y la flora, y reivindicar el medio ambiente. Nos permite escenificar la obra de teatro.
A propósito, le recomendamos reparar en el vestuario impecable de almidón y cartón piedra. Al contemplarlo, se sumergirá en los desfiles ecuestres del 5 de Julio y el 19 de abril en los Próceres.
Los planchamos y los ensuciamos como acostumbran en las paradas de sus ferias carnestolendas.
Un éxtasis mayor le provocará la estampa del protagonista con su sombrero, sus charreteras y sus numeritos de libertador. Además, Erich asume el rango de Teniente, como usted, mi Comandante en Jefe.
En cuanto a la trama, despreocúpese. Eludimos los asomos de polémica. Dibujamos un cuadro en blanco y negro. Le declaramos la tregua y bailamos al son de dios y el diablo.
Por minutos, pintamos con brocha gorda su caricatura favorita de la polarización. Cargamos las tintas con la perversidad y la ruindad de los españoles, los del imperio, los realistas. José Viera los mancilla con su acento castizo de Radio Rochela, de gallego de zarzuela vernácula.
Javier Vidal los resume con su postizo amarillo de Marqués de Sade, frustrado y neurótico. Al final, en vista de su debacle, lo encasillamos como un saltador de talanquera. Legión durante el trayecto. Verbigracia, destaca el profesor, Karl Hoffmann, el de la academia fraudulenta de “CICA”.
Lo divertido del argumento radica en la plasmación de un país, como el de hoy, signado por la mutación, por el cambio de color del camaleón. Un segundo con el gobierno y el próximo con la oposición. Imagen y semejanza del propio Caupolicán Ovalles. ¿ “Memorias de un Soldado” es su biografía?
Por extensión lógica, la leyenda radiografía a sus cofrades: César Bolívar y Román Chalbaud, aquejados por un vicio análogo.
En su remoto descargo, “Memorias de un Soldado” acierta al recrear el cementerio y la escabechina como corolario de la cruenta batalla de Carabobo.
Holocausto caníbal de proporciones bíblicas, ilustrado con dificultad por el dueño de la batuta. El desenlace agridulce y pesimista nos brindaría la ocasión de meditar y reflexionar en torno a la esterilidad de la división del 2012, extrapolada al conflicto de 1821.
Lamentablemente, el acercamiento al tema peca de superficial, banal, chabacano, farandulero y fallido.
En el balance general, prevalece el discurso enfático, declamado y castrense, favorable a los intereses de la gendarmería oficial.
La sumatoria de calamidades de “Memorias de un Soldado”, rendiría para rellenar una lista de 90 páginas de torpezas, arbitrariedades, gazapos y errores.
Hagamos un mínimo recuento para rematar la faena.
Marisa trafica con el “Correo del Orinoco”(edición original), el “Granma” del periodismo afecto al PSUV. ¿Publicidad de gratis?
Su hermanito es patriota, se alista a la causa y antes cruza su sangre con una criada. Imitación burda de Diego Rísquez y Lamata. El filón sufre de agotamiento. Repetirlo es reaccionario.
Al joven rebelde lo matan por la espalda. Marisa recibe la noticia y llora lágrimas de cocodrilo. Los oligarcas gruñen y revelan complejos de clase. Resucitan al marxismo para niños de los programas con marionetas de Vive TV, con los “escuálidos” conspirando contra los “chavistas”.
La gente entra por la izquierda y sale por la derecha. Todos se quedan callados como estatuas. Dimas González siempre grita por cualquier cosa. La patillas de mentira de Gustavo Camacho, me contagian de urticaria. Se las pegaron a los trancazos.
Asdrúbal Meléndez arriba con una caravana de juglares y cirqueros. Uno es bizco y se las tira de “freak”. Jamás entiendo la utilidad de los miembros del reparto de relleno.
El romance de ella y él, roza el límite del esperpento, del capricho. Entablan conversaciones forzadas. Ella le ofrece un suspiro, él se queda cortado, ambos desentonan con la voz. Les cuesta mantener el registro. Erich abusa de los susurros y los costumbrismos.
Marisa modula como para un comercial de radio. El colmo es Luciano D’Alessandro. Posa con su cara de galán y tampoco te lo crees con su uniforme de piñata.
Marisa y Erich se dan un beso y entra la música conductista a subrayar el enunciado. La socorrida secuencia en la cama, es un timo, como un corto de porno suave de los ochenta. Seudoerotismo de folletón de escaso vuelo a la luz de las velas.
Se funden en un beso obligado como dios los trajo al mundo. La pacatería y el puritanismo impiden despertar un pensamiento lascivo. Para el ramillete de la cursilería.
Apunten el gesto de tocar el himno con el cuatro en una parrilla nocturna. Gloria al bravo pueblo.
Por último, el castillo de naipes se derrumba en el tercer acto. Los planos cerrados procuran disimular, en vano, el escaso presupuesto.
Los cortes, los encuadres y los movimientos de la cámara, desarticulan y desarman el endeble esqueleto formal, precipitándolo a la ruina. Los ruidos de sable suenan a librería, a machetazos de video game.
Las cortaduras emanan y botan hemoglobina falsa, salsa de tomate.
Mutatis mutandis, la conflagración definitiva equivale a la viñeta de un partido de fútbol sala, jugado en la sabana llanera de una hacienda. Las amplitudes se tragan a las mínimas infanterías de los cruzados.
Para rematar, la técnica 3D rompe la continuidad e infecta a la pantalla con un virus de Power Point, con unas placas digitales de unas panorámicas espantosas.
La mujer fallece en brazos del héroe accidental y el caballero la despide en su tumba, soltando una arenga redundante y de doble rasero.
Es el cuento de convocar a la paz, tras glorificar el arte de la guerra. Remachar el victimismo de la condición femenina, al precio de rendirle tributo a los fundadores de la nación. Adorar al soldado anónimo y restarle importancia a los ideólogos civiles de la Gran Colombia. Apelar a la identificación con los mártires.
Legitimar con solemnidad el santuario y el panteón del chauvinismo rojo rojito.
“Memorias de un Soldado” certifica la extinción del cine histórico en Venezuela a través del filtro tradicional de papá. Solo nos queda un camino por recorrer.
Ir de regreso al “Techo de la Ballena”. Hacer una parodia iconoclasta del pasado.
Recobrar la flama de “¿Duerme Usted, señor Presidente?”.