De regreso del estreno de «Yo Indocumentada». Por lejos, el documental más políticamente comprometido, activista, demoledor, pesimista y contundente, realizado durante la actual gestión del CNAC.
El film derriba varios mitos y demuestra la abierta diferencia entre la vieja y la nueva escuela dentro del instituto, de la plataforma.
Mientras las vacas sagradas hacen películas de barcos y no se buscan problemas, los jóvenes aprovechan los incentivos del gobierno para criticar y llamar la atención del colectivo ante las falencias del gobierno, la república y la democracia, sin distingo de partidos.
O los veteranos fingen demencia, o somos testigos de un OVNI o es sencillamente un asunto de toma de conciencia y quitarse la venda de los ojos.
Sus promotores no los aclararán en lo inmediato.
Sea como sea, Andrea Baranenko y Daniel Ruiz Hueck escapan de la banalidad del lenguaje de la polarización, para denunciar la intolerancia y la discriminación social, instalada como germen maligno en la cultura criolla, desde la televisión hasta el resto del entramado institucional, donde la Asamblea y las alcaldías son las primeras en irrespetar los valores y las banderas de apertura defendidas por la constitución.
Víctimas de ello son l@s protagonistas de la ópera prima de la directora. Personajes condenados a llevar una vida carente de identidad por ley.
La pieza evidencia las miles de trabas burocráticas impuestas para conseguir el sueño de cambio de nombre, de transexuales y afines.
Potente la inclusión de material de archivo, cuyas imágenes develan la hipocresía y la doble moral de los hombres del país. Distinguimos a Gustavo Camacho en sus tiempos de «Bienvenidos», incorporando un chiste «homofóbico» de mal gusto.
En otra escena, un triste vocero de la revolución, llama al candidato de la oposición de «marico» para abajo.
Hacia la mitad, los testimonios kafkianos de los funcionarios de ambos bandos en pugna, se adueñan de la puesta en escena, causando pena ajena.
El único consuelo reside en descubrir la dignidad de las insignes luchadoras retratadas en la cinta. Caso de la profesora Tamara de la UCAB y de la estilista, Dessiré.
También conoceremos de las limitaciones de los derechos humanos de los miembros de la comunidad LGBT, así como su permanente amenaza y coacción por parte de los cazadores de brujas y los torquemadas del siglo XXI.
No hay final feliz o una promesa de solución del conflicto. En «Cheila» quedaba la alternativa de refugiarse en el extranjero.
«Yo, Indocumentada» invita a decir «Basta» y a continuar en la lucha.
Acertada la banda sonora y el diseño gráfico. Afortunado el humor negro de algunas situaciones tragicómicas.
Quizás plano y redundante el enfoque visual, pero muy efectivo. El contenido compensa con creces la naturaleza del empaque irregular. Se entiende en su contexto de guerrilla. Para la próxima, fajarse el triple con la cámara y la fotografía. Los errores resultan menores y se justifican(la locución leída, por ejemplo).
Señoras y señores, bienvenidos a un cambio de timón. Ya no es un hecho aislado o dos.
Se trata de un grupo de autores, menores de 40 años, capaces de hablar del presente al margen de la censura y el compromiso con el poder. Yo los llamo «los invisibles». No son elefantes sino termitas. Les gusta la no ficción. No mojan pero empapan. Van carcomiendo las estructuras podridas de la industria vernácula. Superarán a sus padres.
Se valen de las redes y forman una suerte de corriente independiente y paralela a la comercial. Ojalá podamos unirlos alrededor de proyectos e iniciativas en común, más allá de un ciclo o de un Festival.
Recuerden sus nombres: Carlos Beltrán(“Voluntad y Paz”), Malena Ferrer( “Yo Mismo, Soy”), Carlos Carrano( “El Día en que No Conocí a Cortazar”), Jonás R. G( “Fantasmo”), Ivanna Chavez Idrogo(“Caracas, Ciudad de Despedidas”), Jonathan Reverón(“Don Armando”), Carl Zitelmann(“La Vida Boheme informa”), Kaori Flores( «Nikkei»), Andrea Baranenko y Daniel Ruiz Hueck(«Yo, Indocumentada»).
Diez figuras para pensar en el futuro del género.
Respuesta a la demagogia y el oportunismo de la tendencia populista, fabricada en casa para el consumo de la cartelera.
Disidencia frente a la visión oficial y oficialista de producir las películas al servicio de intereses manipulados, a diestra y siniestra.