Hoy arranca el Festival de Cine Venezolano de Mérida con 13 largometrajes en competencia. Habían anunciado 17 pero redujeron el número de la selección oficial.
Efectuarán proyecciones paralelas de documentales y el habitual maratón de «Cine Átomo», suerte de dogma inventado por Árvelo, aunque ya no lo cumple. Rueda con mucho dinero su próxima película sobre Bolívar.
Destaca la selección de óperas primas por encima de la cantidad de piezas de autores de renombre, veteranos y consagrados en patio criollo. Apuesta muy arriesgada, si consideramos la falta de calidad en ambos espectros de la muestra. Por un lado, figuran títulos fallidos como «Memorias de un soldado», «Cenizas eternas» y «Er Conde Jones», cuya inclusión nadie entiende. Reventó la taquilla del país, no ganará premio alguno y tampoco le aportará el menor complemento al certamen.
Del grupo resultará interesante conocer el impacto de trabajos como «Er relajo del loro», «Solo en Casa», «Historias de la urbe» y «The Aspern Papers».
Continúa siendo un misterio la exclusión de «Alias Bambi C4» de Eduardo Barberena, producida por la Villa alrededor del caso de Posada Carriles. Es la papa caliente, la caja negra de la plataforma del gobierno. Prefieren mantenerla escondida y censurada. Matan al tigre y después le tiene miedo al cuero. El Páramo pierde credibilidad al sumarse al juego de su tapadera.
Por otra parte, en el costado de las vacas sagradas y afines, ya vimos «Patas arriba» y «El Manzano Azul», dos esquemas similares estrenados en la cartelera. Le deseamos éxito a la primera en el Palmarés.
Las novedades serán «Las dos caras de la vida» de Jackson Gutiérrez, «De repente, La Película» de Luis Armando Roche y «La Pura Mentira» de Carlos Malavé.
En resumen, un conjunto poco atractivo, limitado y comprimido de opciones.
Al respecto, soy pesimista. Pero igual le auguró lo mejor al evento. Ojalá sus espectadores y organizadores puedan sacar un aprendizaje positivo de la experiencia.
Por lo visto, la curaduría se empeña en tirar cohetes, sonar bombos y platillos. Yo aprovecharía la oportunidad para discutir la crisis interna del gremio y del propio Festival, condenado a morderse la cola, a celebrar una victoria inexistente y a fingir demencia, felicidad, prosperidad, vitalidad.
Por su puesto, la crítica seria brilla por su ausencia. Allá les gusta recibir palmaditas en la espalda, tirárselas de víctimas, aupar la «chorongada» y fomentar el pensamiento único.
Es el contraplano oscuro del suceso cultural. Ni hablar de su corrección política y conservadurismo.
Jamás nos invitan a los disidentes. Problema de ellos.
Por aquí aguardamos para responderles y proponerles un diálogo.
Materia pendiente: el impulso de la participación a través de redes sociales.
De regreso a una burbuja de escape, donde se evaden de las realidades, conflictos y tribulaciones del país.
Viven en su mundo de ciencia ficción, de hadas madrinas, de estrellitas y duendes.
A conciencia, la cosecha del 2011 fue superior, empezando por «Reverón» y terminando por «El Rumor de las Piedras».