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El Futuro del Zine Nazional: Manifiesto de agitación para las generaciones de relevo del Festival de Mérida


Las películas nacionales son textos férreos con hombres de mármol. Proyecciones de la historia pasada y presente en imágenes limpias, pulcras y digitales. Desfiles de próceres y estatuas ecuestres, de personajes de una sola pieza, montados a caballo.

Es tiempo de revertirlo.

Hagamos del cine criollo un laboratorio, de ensayo y error, para la reescritura de los géneros, los formatos, los moldes, las tradiciones.

Alberto Arvelo decía en Mérida: “nuestra problema radica en los guiones”. La gente le siguió la corriente y se equivocó. Resultado: una serie de libretos de hierro, blindados con argumentos de manual. Yo propongo lo contrario.

Darle unas vacaciones a los autores con complejo de Syd Field. Renunciar a la redacción de otra línea fallida, ridícula, cursi, melodramática. Concentrarse en la recreación audiovisual de los relatos fundacionales del país, pero desde una perspectiva o lectura inversa. ¿Me siguen?

Propónganle al CNAC, realizar una versión “Z” de “Lanzas Coloradas”, “País Portátil”, “Cangrejo” o “Macu”. Yo sueño con dirigir un remake de “El Pez que Fuma” con malos actores de telenovela y un total irrespeto por el plot original, bajo la sombra de los géneros de explotación de Venezuela. Sería una suerte de Russ Meyer y John Waters conocen a Román Chalbaud.

Por ende, nos olvidaríamos por un rato de la obligación de padecer en pantalla, durante el Festival de Mérida, de las narraciones imposibles de títulos como “Memorias de un Soldado”, “Cenizas eternas» y “El Manzano Azul”, plagadas de asuntos banales, de cuestiones manidas y de rollos políticamente correctos.

Según estudios recientes, al espectador vernáculo les fascinan las obras de Pixar y Disney. Las consumen y las apoyan como locos en la cartelera. ¿La Villa quiere hacerles la competencia de una forma verdaderamente alternativa? Contraten a todos los animadores del país, transgredan los íconos de la casa del Pato Donald y fabriquen la réplica autóctona de “Toy Story 3”, cambiando nombres y situaciones del contexto del film. Lástima, porque de seguro lo aprovecharían como excusa para tejerle una camisa, un vestido al presidente de la república. Entonces contarían la gesta revolucionaria de los juguetes contra el capitalismo mesmo, y no es la idea.

Por tanto, opción superada y descartada. De todos modos, permanece la propuesta de fondo.

Lo importante es sacudir la mata, quitarle polvo y echarle una pinturita de barniz al viejo y anquilosado sistema de producción en el siglo XXI, amén de sus lugares comunes, de sus fobias, de sus conservadurismos, de sus censuras, de sus miedos a crecer.

Miren las piezas de la selección oficial de Mérida y después hablamos. Yo los invitaría a revertirlas con ingenio y creatividad. ¿Se recuerdan de la aburrida “Samuel”? Empiecen por modificarle el nombre. Llámenla “Zamuel”. El resto es decisión de ustedes. Imagínensela como una demolición punk de los pilares de “Gochywood”, de sus edificantes lecciones del Páramo para los simpáticos muchachitos andinos. Ruédenla tipo guerrilla, como “Conejos”, y no permitan su escamoteo, su ocultación.

Utilicen las redes sociales.

Repítanlo el ejercicio con “Una Vida y Dos Mandados”, “Taita Boves”, “El Rumor de las Piedras”, “Cheila” y “Libertador Morales”.

En el mañana cosecharemos los frutos de la ruptura.

Próximos estrenos: “Falke Gore”, “El Pasajero de Truman Show” y “Blue Label, no es otra tonta película de Teenagers”.

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