Música! ¡“El regalo de Pandora” tiene música!
Esto pensaba a medida que mis ojos iban recorriendo las líneas del libro de cuentos de Héctor Torres y mi imaginación volaba a confines insospechados con su prosa llana, de palabras simples, más no simplista ni superficial.
A ratos el relato es descarnado, en otros, con expresiones que quieren decir exactamente lo que se quiere decir. Sin “esdrujulazos” rebuscados.
Comienzo a devorar el “Alimento de los mirmidones” y, cuando los personajes del cuento han entrado en contacto entre sí, escucho entre líneas, en el fondo de la página, ya con toda claridad, una balada pop de Yordano y es cuando me doy cuenta que, como hace el cantautor en sus canciones, Héctor nos habla en sus cuentos de historias urbanas, de situaciones que, aunque están ambientadas en Caracas, bien podrían pasarle a cualquiera, en cualquier urbe del mundo.
Los cuentos de Torres tienen una cadencia y un ritmo que se me asemeja al de las creaciones de Di Marzo, como “Perla Negra”, “Manantial de corazón” o “A flor de piel”. Pero, también a ratos, la balada pop cede paso a la salsa y se aparece entre las páginas de El regalo de “Pandora” un “Pedro Navaja” y, al final, en el cuento que justamente lleva por título el nombre de una hermosa canción “Melodía desencadenada” surge desde el fondo de la página “El hombre del Piano”, ese hombre que, como Tego, se perdió por una mujer.
Leo y no puedo evitar evocar “Los cuentos de la locura corriente” de Bukowski, ese último escritor maldito estadounidense que, como lo hace ahora Héctor, nos deleitó en su tiempo con crónicas y cuentos de la ciudad de Los Angeles, porque allí como en Caracas, como en Madrid o Nueva York, como en Bogotá o Rio De Janeiro, a diario se viven historias. Cotidianamente surgen entre sudores y olores en un vagón de metro o un autobús atestado de personas, encuentros eróticos que, muchas veces, duran lo que tarda un recorrido de quince minutos, del trabajo a la casa. Una mirada, un roce de cuerpos, vapores sexuales que suben y aceleran las palpitaciones, posiblemente un orgasmo y una sonrisa de despedida.
De esas historias nos contaba Bukowski y con destreza en el uso del lenguaje lo hace Héctor Torres. En los diez cuentos que conforman “El regalo de Pandora”, el autor hace malabarismos con el lugar común y la frase hecha, coqueteando a ratos con la cursilería pero sin ceder a la tentación de caer en el símil o la metáfora fácil ni en la adjetivación innecesaria. Logra de esta manera crear textos originales y novedosos que sorprenden por su sencillez y calidad literaria.
Otro atractivo que posee el libro de Torres es el singular manejo que tiene del “suspense”. Aún cuando en ocasiones uno puede adivinar o intuir el desenlace, el autor logra mantener la tensión y la curiosidad hasta la última línea del texto. Tal vez por esta capacidad en el manejo del suspenso y por el tratamiento del tema de lo femenino es que por mi mente se cruzó en varias oportunidades el cuento “Circe” de Julio Cortázar, mientras disfrutaba de las historias de “El regalo de Pandora”.
Héctor nos cuenta historias de mujeres u originadas por mujeres. En ocasiones lo hace en primera persona, otras, desde la voz del narrador omnipresente y también a tres voces como lo hace en el cuento “No le contó
nada a Andrea” en el que la historia es narrada desde la perspectiva de cada uno de los tres personajes principales. Pero, sea quien sea el que tenga a su cargo relatar los hechos, lo que más me gusta es que el autor no se toma la licencia de juzgar lo narrado. El presenta la historia y ya queda de parte del lector establecer los juicios ético-morales.
No hay ni un atisbo de prejuicio cuando Héctor nos habla del adulterio, del incesto, del robo o del asesinato. No hace concesiones ni cae en moralismos pacatos o en castigos divinos cuando cuenta hechos que, a la mayoría de las personas educadas en el judeo-cristianismo y con la culpa enraizada en su personalidad, podrían horrorizar.
“El regalo de Pandora” bien vale el bolívar que cuesta cada página escrita por Héctor Torres. La edición que ha hecho Ficción Breve Libros es realmente cuidada, sin errores ortográficos ni de tipeos, cosa que se agradece al momento de disfrutar una buena lectura.