No sólo eso, sino que la empresa intenta convencer al gobierno de que el pez de dos cabezas (aparte de otras deformaciones en la fauna) no tiene absolutamente nada que ver con sus prácticas ecocidas. De hecho, la foto que ven arriba fue tomada de la propia evaluación de Simplot, a quien no le pareció nada extraño este animal, que parece un extra de la última película de Ridley Scott.
El selenio, en altas dosis, se convierte en veneno: produce la caída del pelo y las uñas en los seres humanos, así como pérdida de sensiblidad en las extremidades. En los animales acuáticos, es aún más nocivo, especialmente en los ovíparos. Según el New York Times, el nivel «normal» de deformaciones que avanza Simplot, de 20% de los peces expuestos al selenio, es completamente falso y se acerca más al 70% de la población animal.
Sin embargo, nada parece detener a estos jardineros constantes de Simplot. No sólo pretenden convencernos, con el cinismo más descarado, de que sus acciones no tienen ninguna relación con el mutante asqueroso que ellos mismos fotografiaron, sino que están llevando a cabo acciones legales para aumentar el nivel máximo permitido de selenio en otros ríos de los Estados Unidos.
Una prueba más del virtuosismo egoísta postmoderno, que lleva a banqueros a ocultarle información a sus inversionistas para venderles subprime basura, a la Monsanto a envenenar la leche que se le da a los niños en los colegios y a Simplot a crear mutantes dignos de la isla del doctor Moreau.