A Elsy Manzanares la conozco como “@elsymanzanares”, así, con la @ antes de su nombre pues es el username de su cuenta en la red social Twitter. Es decir, nuestra amistad es una amistad 2.0 porque, aunque tenemos amigos en común en el mundo 1.0, el mundo real, nunca hemos tenido oportunidad de compartir personalmente.
Sin embargo, esta amistad virtual, a principios de diciembre de 2009, tuvo su momento 1.0 cuando, por medio de los servicios de un correo rápido, recibí un ejemplar de “La noche de anoche”, como regalo de navidad y autografiado por su autora con este texto:
“Golcar, amigo twittero, transformador desde ese 2.0… Ahora en tiempo de bolero!
Con cariño, Feliz Navidad”.
La magia experimentada al momento de recibir el regalo de Elsy es solo comparable con la vivida al leer las maravillosas líneas escritas en su libro de boleros, una historia tan completa sobre el género, que uno no puede evitar las ganas de escudriñar en la discoteca o en youtube para disfrutar, una vez más, de las canciones de amor y desamor, de pasión y despecho que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida.
«La noche de anoche» y mis noches de infancia
Leer el libro “La noche de anoche” de Elsy Manzanares publicado por el Banco de Venezuela, Grupo Santander, ha sido como realizar un viaje a través de mi propia vida. Las magistrales líneas escritas por esta, más que escritora o estudiosa, “vividora” del bolero me han transportado, desde el comienzo de la lectura, a mi más lejana infancia.
El libro de la Manzanares me ha develado cómo el bolero y la radio, sin darme cuenta, han estado presentes en la mayor parte de los momentos de mi vida, como supongo que le pasará a la mayoría de los latinoamericanos que se acerquen a sus páginas.
Mientras leía el capítulo dedicado a la radio como pilar fundamental del bolero, no podía evitar recordar cuando, de niño, escuchaba en casa la emisora merideña Radio Universidad. Cómo disfrutábamos en la
familia los cuentos de terror que transmitían en las noches y los programas musicales donde nunca faltaba la presencia de los boleros.
Como soy el menor de una familia numerosa, la música con la que crecí no se corresponde con la edad que tengo pues, esa música, era la que escuchaban mis hermanos mayores a quienes desde siempre les gustaron los boleros. Ellos me cuentan que cuando yo apenas tenía unos seis años, La Lupe, a quien Elsy le dedica un capítulo especial, era mi ídolo y que mi anhelo en ese entonces era que mi madre se vistiera y se peinara como ella.
A medida que avanzaba en la lectura, mi mente divagaba por los recuerdos infantiles, volvía a escuchar a Riquelmi, mi hermano mayor, tararear “Campanitas de cristal” o a mi hermana Lala cantando “Magia blanca” o a Moreida, otra de mis ocho hermanas cantando: “Buscaba tu alma, con afán mi alma, buscaba yo la virgen que a mi frente…” canción que me encantaba.
En esa época, La Parroquia era un pueblo pequeño ubicado como a una hora de la capital merideña y la casa paterna estaba ubicada frente a la Plaza Bolívar, donde continúa estando. En dos de las cuatro esquinas de la plaza había sendos bares con sus respectivas rockolas en las que se escuchaba la mayoría de los boleros mencionados en el libro de Elsy.
Cuando yo pasaba frente a esos bares, disminuía el paso para escuchar las canciones reproducidas en discos 45 de acetato, de los que ya no se ven pues fueron sustituidos por los CDs, y para oir las conversaciones gritadas de los contertulios y el sonido de las piezas de dominó al ser barajadas sobre la mesa. Todavía hoy, cierro los ojos y, al rememorar esos instantes, puedo sentir el olor a cerveza y tabaco que salía junto con el ruido y la música por las ventanas de los bares.
Por supuesto, era apenas un niño de unos 8 años de edad y no se me permitía entrar a esos locales de la “mala vida” y, tal vez por esta razón, la fascinación que esos bares me producían se hacía más intensa.
Madrugadas serenateras
“La noche de anoche” me llevó también a las madrugadas de serenatas en mi casa, cuando a altas horas de la noche, se presentaban los amigos de mis hermanos y pretendientes de mis hermanas con guitarra y cuatro en mano a ofrecer sus canciones a las señoritas de la familia. La mayoría de las canciones interpretadas en esas veladas eran boleros, los mismos boleros mencionados por Elsy en su libro, los de Olga Guillot o de Daniel Santos.
Todavía recuerdo la impresión que me produjo cuando escuché, por primera vez la letra de aquel bolero de Daniel Santos cantado por los trovadores en una de esas noches serenateras: “Vengo a decirle adiós a los muchachos, porque pronto me voy para la guerra…”.
Los boleros de Carmen Delia Dippiní y el “Tu sabes” de Estelita del Llano, no podía faltar así como las canciones de Cheo Feliciano, La Lupe o del carrasposo Bola de Nieve.
Las líneas de Elsy me llevaron de la mano a otra etapa de mi vida, cuando en San Cristóbal, durante mi vida universitaria, nos reuníamos en casa de amigos y, con una guitarra y unos cuantos tragos, volvían a sonar los acordes de los boleros como Delirio y Punto y coma, que se alternaban con las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés y con más de un tango.
O cuando íbamos después de clases a una casa cercana a la Universidad donde vendían cervezas, a tertuliar y oir música. Aunque yo no bebía -nunca lo he hecho-, no puedo negar que me emborrachaba con la emoción que me producían los boleros y las animadas conversaciones en las que derrumbábamos el mundo y lo volvíamos a levantar.
Al avanzar en la lectura de La noche de anoche, me consigo con las líneas en las que la Manzanares menciona a Dalila Colombo y Estelita del Llano y, una vez más, mi mente sufre un flashback y me remonto a los momentos vividos en Caracas y a mi amistad con el prematuramente fallecido Manolo Manolo, con quien tuve la oportunidad de asistir en primera fila a uno de sus Shows del Bolero, con las apasionadas interpretaciones de estas divas, junto a Alicia Plaza, quien me confirmó con sus actuaciones que lo que importa para que un bolero llegue al corazón, no es la calidad vocal sino la capacidad que tenga el cantante para transmitir la pasión que encierran esas canciones de amor y despecho, y ¿quién mejor que una buena actriz para lograrlo?
Como quien prolonga un orgasmo
Hace poco dije en twitter que el libro de boleros de Elsy Manzanares lo estaba disfrutando poquito a poquito, como quien degusta un trago sorbo a sobo, como quien prolonga un orgasmo. Y así ha sido, la lectura de «La noche de anoche» ha constituido un verdadero placer y no me queda más que, para finalizar estas líneas, agradecerle a la autora el honor que me hizo tomándose la molestia de enviarme el libro.
Elsy, recibe desde el tesoro que constituyen mis recuerdos de infancia y juventud mis sonoras GRACIAS y mi caluroso afecto.