Un sábado de estos, como sucede casi todos los sábados, salí a cenar con dos amigos. En esta oportunidad, fuimos a un restaurant nuevo por sugerencia de uno de los acompañantes quien tenía buenas referencias del sitio y, a eso de las 10 y cuarto de la noche, tal vez un poco más tarde, estábamos traspasando los umbrales de la puerta del lugar.
En este punto debo aclarar que omitiré los nombres tanto del sitio como de quienes me acompañaron o de quienes haré referencia en este post pues mi intención es ilustrar un poco acerca de lo que pienso sobre la atención al cliente, las relaciones públicas y los efectos que las redes sociales pueden tener en las dos y no, como alguien me dijo, “destruir”, con mi crítica.
Pues bien, entramos y el sitio se encontraba bastante lleno, no a tope, pero a simple vista no se observaban mesas vacías. Hablamos con la chica de recepción quien, sin mucho interés nos dijo:
-No tenemos mesas y no les sé decir para cuándo pueda haber alguna. La cocina cierra a las 11 de la noche.
Ella se volteó sin mostrar la más mínima intención de continuar atendiéndonos y, cuando ya yo me disponía a decirles a mis compañeros que nos fuéramos a otro sitio, apareció una simpática y amable anfitriona quien nos invitó a pasar, sentarnos en unos cómodos sofás y esperar a que se desocupara una mesa.
Así lo hicimos. La chica nos tomó el pedido de bebidas y a los pocos minutos nos estaba despachando lo requerido.
“Bueno, parece que la mala impresión inicial, se desvanecerá”, pensé ingenuamente.
Permanecimos sentados, conversando por cerca de 25 minutos, los vasos se vaciaron, casi que hasta el hielo lo consumimos y en todo ese tiempo no había la más pequeña muestra de que nos fuesen a conseguir un lugar donde cenar.
Entonces, faltando 5 minutos para las 11, llamo a la chica simpática y le digo:
-Amiga, ya ha pasado casi media hora y aún no tenemos mesa y lo que me preocupa es que nos dijeron que la cocina cierra a las 11 y no quisiera que después de tanto esperar nos digan que no podremos comer.
Cuando la chica se disponía a responderme, la interrumpió un anfitrión quien, amablemente, nos dijo que no nos preocupáramos que, efectivamente, la cocina cierra a las once pero que en vista de la cantidad de gente, ese sábado la mantendrían en funcionamiento por más tiempo.
-Deme 3 minutos y les ubico una mesa. Dijo y se retiró.
No había pasado el tiempo que el hombre pidió cuando ya estaba de regreso y nos llevó a la mesa que había conseguido. Nos sentamos y, al mirar alrededor, me doy cuenta que había unas cinco mesas vacías para dos personas en las que nos hubieran podido ubicar perfectamente sin hacernos esperar tanto. Callé y no emití ningún comentario al respecto para no parecer rudo.
Al instante apareció el mesonero para tomar el pedido. Su actitud me pareció bastante grosera pero, tomando en cuenta la hora y lo amable del otro muchacho, una vez más callé y me calé que el tipo nos dijera:
-Bueno, tienen que ordenar rápido porque ya la cocina está a punto de cerrar.
Apresurados pedimos té y los primeros tres platos que se nos ocurrieron para no pasar por el mal rato de no poder cenar después de tanta espera. Pedimos un salmón, un cordero y yo me decanté por una pasta de con tiras de lomito.
Pido excusas a los lectores por dar tantos detalles que tal vez les haga tediosa la lectura, pero me gustaría que, una vez que tengan el panorama completo de la situación en mente, si piensan que yo estoy equivocado y no tengo razón, me lo hagan saber con un comentario al pie y, si pueden, lo argumenten.
Pues bien, el salmón, al decir del comensal estuvo perfecto. El cordero, aunque parecía por textura y sabor cualquier otra carne menos cordero, estaba sabroso y, mi pasta, aparte de poca, cuando comencé a comerla noté que de tiras de lomito lo que tenía era dos trocitos de no más de 2 centímetros de largo por medio de ancho, ¡en un plato cuyo costo era de 100 bolívares!
Al ver aquello y considerando que ya la cocina supuestamente estaba por cerrar, ante el temor de quedar con hambre, llamé al mesonero y le pedí que por favor nos llevara pan y mantequilla, ya que no nos lo habían servido.
-No, pan no hay. Se nos terminó-. Fue la respuesta.
¡Yo no lo podía creer! Pedimos la cuenta y nos dispusimos a salir. Uno de mis amigos se tropezó con una conocida que estaba comiendo en una mesa cercana, se paró a saludarla y ella, muy feliz, le dijo:
-¡Ya hemos comido como 6 platos distintos! ¡Todo buenísimo!
-Me alegro por ti, le dijo el amigo, a nosotros nos sirvieron lo que había y apurado.
-¡No puede ser! Dice ella, él –y señala a un tipo que estaba sentado en su mesa- es uno de los dueños.
El hombre miró y sólo dijo:
-Es que es muy tarde. Vengan otro día más temprano.
Yo me encontraba ya en la salida cuando toda esa escena sucedió pero, al salir, el amigo me lo comentó y, entonces, ya no aguanté más, tomé el teléfono, abrí mi Twitter y escribí un comentario en el que me quejaba de la atención del sitio, de lo escasa de la comida y de lo caro del servicio. Como la red no permite más de 140 caracteres por tweet no me extendí en detalles de lo sucedido.
Inmediatamente, recibo un DM (mensaje directo, para los legos en la red del microblogging) de un amigo que me pide le cuente qué sucedió en el lugar porque él les hace la publicidad.
Yo, ni corto ni perezoso, mientras literalmente calentaba una arepa en mi casa para calmar el hambre y la rabia, le conté todo tal y como sucedió y como lo acabo de relatar. Entonces él me dice: “Listo, ya le pasé todo lo que me dijiste a uno de los dueños porque varias personas me han dado la misma queja del lugar”.
Nos despedimos, me comí mi arepa con jamón y queso y me fui a ver televisión y a dormir. Pasan varios días, y, una tarde, me llama uno de los amigos de esa noche y me dice:
-Gocho, no sabes el revuelo que se ha formado por tu tweet sobre el sitio. Me llamaron de relaciones públicas y me dijeron que nos invitaban a comer, para que comprobemos que fue cuestión de mala suerte ese día y que quieren hablar contigo.
-No hay problema, le digo, dales mi número y que me llamen.
Al colgar con él, suena mi celular y es una querida amiga, amiga íntima del hombre con el que acababa de hablar. La saludo efusivamente, como siempre, y cuando comienza a hablar me doy cuenta que la llamada tiene que ver con lo del restaurant.
-Golcar, se ha presentado una situación muy incómoda que salpicó a fulano (el amigo común) y que por rebote me salpicó a mí. Me llamaron del restaurant para reclamarme porque un amigo mío está destruyendo el sitio por twitter. Yo les dije que él no podía ser porque no tiene twitter y me dijeron que uno de los que andaba con él era. Averigüé y me enteré que eres tú. Y como estabas con fulano y yo les hice las relaciones públicas para el lanzamiento del lugar pues me salpicó a mí. No me parece justo que por una mala experiencia que tienes y en un momento en que el restaurant se encontraba colapsado de gente, salgas a destruir un sitio que está empezando porque a mí, que sé de salir a comer, me han pasado cosas así en todos lados en Maracaibo y no salgo a criticar y creo que les has debido dar una segunda oportunidad antes de salir a destruirlos por twitter…
Y por allí se largó a hablar. Yo le dije que no veía por qué ella se tenía que ver involucrada en eso porque ella no es la esposa de fulano como para que la culpasen de nada. Explicó que a él lo había llevado ella allí y, aunque no me convenció el argumento, no insistí en ese punto y pasé al siguiente. Y luego de contarle lo acontecido, le pregunté:
-¿O sea, que lo que tú me dices es que después de la noche que yo pasé en ese lugar, tendría que haber vuelto a arriesgarme a ser maltratado de nuevo antes de expresar mi descontento? ¿No crees que la actitud, si estaban colapsados, debió ser decirnos que no podían atendernos como nos merecíamos y de acuerdo a los precios del lugar y que nos invitaran a volver otro día?
-Bueno, pero ustedes al ver que tardaban en atenderlos han debido irse. Yo no hubiera esperado. En fin chico, a mi no me parece justo que los destruyas y ellos quieren invitarlos a comer para que comprueben cómo es el servicio.
-Ahora es a mí, al que no le parece justo lo que planteas, dije ya molesto, porque no es justo que porque yo me quejé por twitter ahora me inviten a cenar y me atiendan como un rey y que el servicio siga siendo igual de malo para el resto de los mortales. Es más, mi crítica no ha sido la única, aunque sí tal vez la única que salió por twitter, pero el domingo estuvo allí una amiga con su esposo y salieron bravísimos por el mal servicio pues hasta les cambiaron los platos que pidieron.
-Eso es como si yo hubiera salido a destruir a Tu Maskota y a decir que allí venden animales piches por el que te compré y se murió.. Yo no dije nada…
Y aquí, con el perdón de ustedes, paso a relatar lo más resumidamente que pueda:
LA HISTORIA DEL ANIMALITO PICHE
Hace aproximadamente un año, esta amiga me llamó porque necesitaba unos animalitos para su niña. Yo la atendí por teléfono, recibí su pedido, armé el habitáculo lo más bonito que pude, y, sin ningún costo adicional, me ofrecí a llevárselo a su casa para evitarle el viaje a la tienda. Hasta descuento le di y, al finalizar el día, le despaché su pedido con todo el cariño del mundo y con todas las indicaciones sobre cómo mantenerlos.
Como 15 días después me llama de nuevo y me dice que una vecinita se enamoró de los animalitos y que ella le ofreció regalarle uno. De nuevo preparé el habitáculo con lo necesario y se lo llevé al trabajo. Al llegar me di cuenta que en el sitio estaba fuerte el aire acondicionado por lo que le dije a quien lo recibió que lo pusiera donde hiciera menos frío para que el animal no sufriera y que se lo llevaran lo antes posible de allí para que no se enfermara.
Pasaron dos o tres días, la amiga me llama y me dice que el animal está triste, que no come ni se mueve. Le explico que posiblemente fue por el shock térmico que sufrió por el frío del local, le doy las indicaciones del tratamiento que debía hacerle y le digo que no se preocupe, que si no mejora, yo se lo cambio por otro.
Como una semana después me llama y me dice que el animalito se murió, que nunca mejoró. Yo, cumpliendo lo ofrecido, agarré otro animalito, sano, y se lo hice llegar.
Final. Hasta ahí llegó la historia del animalito piche, hasta el día en que ella me lo recordó para hacer la comparación con la mala experiencia vivida en el restaurant.
Le hice saber que no había punto de comparación pues yo le ofrecí la mejor atención, en ningún momento le dije “¡apúrate a comprar!” o “no me importa si se te murió porque con seres vivos no hay garantía”, ni nada por el estilo.
Ustedes me dirán si yo estoy orinando fuera del perol.
-Bueno, chico, ya tengo que colgar porque voy a entrar a un sitio en el que no quisiera ventilar este asunto. Dijo. Allí tienes la invitación para una nueva visita al sitio, si quieres. Chaíto.
EL PODER DE LAS REDES SOCIALES
Toda esta larga y aburrida historia me estuvo rondando la mente durante horas. Por un lado, pensaba en por qué no es posible en nuestro país, específicamente, en Maracaibo, obtener un buen servicio en casi ningún sitio.
¿Por qué en lugar de hacer pasar un mal rato a los clientes no les dicen: “Mire, lamentándolo mucho, no lo vamos a poder atender como se merece mejor vuelva otro día para que no se lleve una mala impresión?
¿No hubiera sido más elegante que en ese mismo momento, cuando el dueño escuchó la crítica, le hubiera dicho al amigo: “¡Eso no puede ser, disculpen! Llamé a sus amigos que les invitó un café por la casa o un digestivo. Es que la cantidad de gente nos desbordó”?
Si la amiga llama como relacionista público del lugar, ¿no era mejor que dijera: “Golcar, la gente del restaurant está muy apenada por el mal rato del sábado y quiere invitarlos a cenar para resarcir los daños”, en lugar de pretender hacer ver que la culpa fue mía por no irme y por llegar tan tarde y que soy muy injusto al quejarme?
Evidentemente, aún estamos muy, pero muy lejos de alcanzar los niveles de excelencia en prestación de servicios de otros países como Colombia o Estados Unidos y esto lo dice alguien que no está de acuerdo con aquello de que el “cliente siempre tiene la razón” porque hay clientes de clientes y en más de una oportunidad, cuando alguno se ha puesto necio, grosero e impertinente, con el mejor acento maracucho que este gocho puede emplear le he dicho:
-¿Vos sabéis cómo es la cosa? Que no te voy a vender nada y te me váis.
También es evidente que para desarrollar un buen trabajo en relaciones públicas no es suficiente ser muy conocido o prestar servicios en algún medio de comunicación. La profesión va mucho más allá de la popularidad de quien la ejerce y de su poder de penetración en la comunidad.
Y, finalmente, una gran lección que extraigo de toda esta historia es la importante función que cumplen las redes sociales para controlar a quienes prestan servicios. Sólo hace falta poner un comentario en el momento justo y que oportunamente se cumpla la teoría de los 6 grados de separación, para que el mensaje publicado llegue a quien nos interesa que llegue. Esto lo he comprobado con los bancos, por ejemplo, pues hace poco, gracias al twitter también logré solucionar mis problemas para obtener el efectivo de cadivi, luego que por medio de esta red atendieron mis quejas.
La denuncia a través de las redes sociales se hace imprescindible sobre todo en lugares como nuestro país donde hacerse oídos sordos a lo que la gente diga parece ser la premisa. Uno puede en un banco armar el gran escándalo y no pasa nada, aunque haya 200 personas escuchando, pero un tweet, que a lo mejor sólo lo vieron 20 personas, puede generar conmoción dentro de la institución. Por eso es que una amiga, gerente de un banco, me dijo en una oportunidad:
-¡Yo odio twitter! ¡En el banco nos tienen verdes con las quejas que llegan por esa vaina!
Yo lo siento mucho por el inconveniente que le pude haber causado a mi amiga pero no pienso dejar de expresarme libremente a través de las redes sociales y a través de mi blog. Yo no cobro por hacer un tweet o por publicar algo en mi bitácora. Nunca lo haré si eso implica dejar de decir lo que pienso de las cosas, de la política, de los lugares que visito. Dejé de ejercer la comunicación en medios e instituciones porque las palabras censura y autocensura no cuadran con lo que yo pienso de la profesión. Los comentarios a favor o en contra de algo los hago ejerciendo mi libertad de pensamiento y expresión. Escribo para drenar, compartir y comunicar. No busco prestigio ni fama, sólo compartir mis experiencias de vida con quienes quieran y tengan a bien recibirlas.
Desconocia que los establecimientos estuvieran tan pendientes del Twitter. It’s payback time.
P.D: No se de otro sitio donde poner esta duda: ¿Si gano el concurso de los 100 euros se me puede hacer una videoentrevista en la que me saque la pinga y salude a Frank con ella? Urgente, favor responder, es para saber si participar o no…
Chorizo: ¿Necesitas los cien euros para eso? Tanta porno gratis que hay y ¿te vamos a pagar a ti? lo irás a tener como un percutor…
Golcar, ¡qué arrecho, la culpa es tuya! Digo por lo que te dijo tu amiga, que debiste haberte ido si tardaban en atenderte. Qué cara de tabla tiene la gente para esconder su mediocridad. Es inaceptable que estando el dueño ahí te hayan cobrado completo. Pensé que tu historia iba a ser la del típico cliente que se cree el único en el restaurante y que llega quince minutos después de la hora de cierre a pedir lo más complicado o el del que exige quedarse ahí hasta que se acabe la caña de la barra.
Más estúpido aun es la gente que piensa que puede tapar el sol con un dedo y que si la gente se queda callada no va a pasar nada, como si tweet fuera a afectar la calidad de la comida. Si lo que dijiste es mentira y la comida y el servicio son buenos, la gente igual irá. Si es al contrario, ni que hagas lo que hagas. La gente puede ir una vez por publicidad pero no va a tardar en salir corriendo.
Chorizo, en realidad no creo que estén tan pendientes, es solo que mi tweet salió justo en el momento en que alguien que se sintió afectado estaba conectado y se armó el peo. Lo increíble de todo esto es que nos acostumbramos a ser maltratados en todos lados y a cualquier nivel como si no tuvieramos derechos. Por eso la gente dice que hay que darle 2 y 3 oportunodades a un sitio para ver si algún día nos atienden bien cuando lo normal debería ser que siempre seamos bien atendidos. Por eso nos asombramos e incluso no sabemos a veces como actuar cuando nos atienden amablemente en algùn lugar.
De lo del concurso no sê. Pero si hay euros de por medio me intwresa aunque espero no pasar por la pena de tener que mostrar mis diminutos atributos. Saludos.
Gyubari mi comentario tambièn hacía referencia al tuyo solo que desde el móvil es difícil corregir y cuando le dí a publicar, me di cuenta que no te nombre. Si. Al final resulta que la culpa es de uno que no se cala el maltrato calladito y paga por él.
Es cierto la atencion es pesima en el pais. pero tambien hay que entender.
Cuando era estudiante en margarita Consegui un buen empleo como camarero, ya que hablaba ingles. El trato era que trabajara desde las 6pm hasta las 10pm. A mi me parecio justo y las propinas hacian que el sueldo se olvidara.
Un sabado, tambien, el lucal estaba full, pero ya eran las diez y me queria ir, se lo digo al dueño y me dice que aun no que habian personas importantes, estaba el gobenardor del estado y unos gringos comemierdas, que me hicieron la vida verde. A las 12.15 am les tuve que decir que se fueran a la mierda ya que tenia sueño.
Ok, me despidieron, pero uno de los gringos era de una revista esas internacionales sobre restaurantes , que realizo una critica atroz sobre el lugar ya que no queria ser esclavo y le limpiara la comisura de sus labios.
Tambien son personas, que se cansan y a veces no estan para ser amables con nadie
Y sobre tu amiga. Eso confirma mi teoria que no hay mujeres amnesicas. Podra no recordar su nombre, ni donde vivia y menos su trabajo. Pero se recordara exactamente el dia que la embarcastes y de a cara que pusiste, y hasta la escusa que le distes
Posiblemente el trabajo de mesero no es el mäs apropiado para ti, Luis. Yo tampoco tengo mucha paciencia y a veces prefiero perder un cliente conflictivo antes que ganar una ùlcera y hay clientes de clientes. Pero si una persona està siendo amable contigo y tu como mesero eres un patan, no hay cansancio que te disculpe. Por lo general trato a los mesoneros con mucho respeto y buen humor porque se que es un trabajo duro. Hay un sitio en Maracaibo, ese sí lo voy a nombrar, es el restaurante àrabe Jai Lai, all atiende una chica que es el ejemplo del buen trato. He llegado a las 11 y pico y cuando ya estan recogiendo y ella me ha tratado siempre como si fuera el primer cliente del día incluso cuando ha hecho dos turnos entaconada. Eso es servicio y buena atenciòn!
Bueno, Xluis precisamente en eso es que me gano la vida de tres años para acá, cuando decidí estudiar otra vez. He trabajado en unos cuantos sitios, algunos estaban abriendo, otros ya estaban de moda, el resultado es que he llegado a un nivel de sociopatía considerable. También pude haber escrito el guión de Horrible Bosses. El asunto expuesto por Golcar es muy simple, si no te puedo atender como es te lo digo y si la cocina se cerró, se cerró. El describió muy bien la situación y considero inaceptable la respuesta que le dieron, no que se hayan equivocado. Igual si el sitio y la comida son buenos la gente irá así sea a comer en un galpón.
También he trabajado con muchos piratas que quieren cobrar 200 bolos por una pasta cuatro quesos, hecha con pasta La Sirena y quienes los empleados y los clientes les dan más o menos igual. Se supone que yo quiero brindar un buen servicio porque significa más propina (no siempre es así), en tiempos en los que ya no pagan el 10%, si el jefe me deja mal por mala gerencia la que queda mal soy yo, porque soy la cara que pueden ver (tú sabes la culpa siempre es del mesonero). Por eso me importa.
Es verdad que todo el mundo se queja del mal servicio en Vzla, pero me consta que los clientes dan para escribir tres libros de cuentos de la cripta. La gente no piensa, por ejemplo, que si el transporte te deja tienes que pagar un taxi y que dependiendo de dónde vivas ese taxi tal vez no te quiera llevar. Esto por poner el caso más sencillo. Aquí desde el momento que tú le sirves un plato a alguien pasas a ser inmediatamente un cachifo analfabeta que debe estar dispuesto a trabajar como un inmigrante ilegal para que no lo deporten. O sea eres una cosa y como la cosa que eres te tiran algo pal pasaje. Yo he tenido diferentes trabajos pero este me parece muy fastidioso, aunque lo hago muy bien. También es en el que he ganado más, pero es que debe ser así, porque yo no lo haría por un sueldo mínimo cosa que sí he hecho como maestra o secretaria, feliz y sin quejarme mucho. De todas formas dije que llego hasta diciembre de este año. Antes de que ponga a Napalm Death a tres tablas y los mate a todos. A TODOS DIJE.
Exacto, Gyubari. Con un simple: «lo sentimos mucho la cocina esta cerrada venga otro día para poder atenderlo como se merece». Que hubiera dicho al vernos entrar la chica de la puerta, nos habríamos evitado todos el mal rato. Tal vez mi tweet solo habría sido para lamentar que no pude conocer la cocina del sitio porque llegué tarde.
Por otro lado, siempre me ha parecido detestable la gente que cree que porque está pagando puede ser un patàn con quienes prestan servicios y ello tienen que calàrselo.
Aquí en Venezuela siempre hemos visto el trabajo de mesero despectivamente cosa que no sucede en otros sitios donde son muchos los estudiantes universitarios que lo hace si avergonzarse y sin que la gente los mire como seres inferiores
Estoy TOTALMENTE de acuerdo contigo Golcar, mi novio y yo frecuentamos muchos sitios los sábados en las noches, desde el más barato y bueno hasta el más caro y malo, depende de cómo anden nuestros bolsillos, y la conclusión es que la atención que prevalece es pésima, es tan raro que nos atiendan bien, que cuando eso sucede nos «excedemos» en la propina, como si eso fuera un pago extra, debiendo ser un valor agregado innato en esta clase de servicios al público. Yo siempre trato de manifestar mi descontento y cuando no puedo más me largo… así de simple, y por supuesto no voy más.
Si bien pagar no da derecho a tratar a otros mal, si da derecho por lo menos a exigir un buen trato y un buen servicio, por tu historia calculo que pagaron mínimo 700 BsF que no es calderilla. Y leyendo esto me recordé de tu otro artículo de los venezolanos ante las críticas, yo he trabajado en RRPP y te puedo decir que la forma en que lo están manejando es la peor posible, por un lado no se puede sentar precedente de que si alguien habla mal del servicio se le invite luego a una cena, eso se presta a muchos vicios y por el otro, ante la crítica lo mínimo es averiguar qué pasó y pedir disculpas.
Coño, Golcar, qué provincianos son esos maracuchos. Armar tanto revuelo por un tweet. Tú no te preocupes, que hiciste lo correcto.
Joder, no había leído las fantasías homoeróticas de Chorizo.
Lo siento, hermanazo, no voy pendiente.
yo cuando lei el titulo pense que era algo acerca de la falta de atencion de los padres a sus hijos cuando estan en el internet…
y no golcar, tu texto no se hizo ni fastidioso ni me parecio que meabas fuera del perol.¡ahora uno no se puede ni quejar del servicio que le hayan brindado!ni que hubiese sido gratis¿uds han encontrado algun restaurante que haya dado la comida gratis cuando ha sido mala?yo he escuchado que en otros paises algunos lo hacen, pero no se, viendo como es la cosa por aqui me suena como a mito….
Yo he escuchado de paises en los que te devuelven el dinero si quieres, sin rollos ni nada. De otros en los que ponen la cantidad de calorias que lleva la comida en los restaurantes. De algunos en los que no te tratan como si te estuvieran haciendo un favor al venderte algo.
Efectivamente, Frank, es mentalidad de provinciano y de tener una errada concepción de lo que es la atención y las relaciones públicas. Y eso que escribí un solo tweet y no me afinqué en el tema porque ahí si no sé qué habría pasado. Sihanulo y Chorizo cuando uno tiene la posibilidad de viajar aunque sea para Cúcuta (ni qué decir si es para USA) se da cuenta de que en Venezuela uno paga un dineral por productos de mala calidad y para que lo maltraten. En los países donde hay respeto por el consumidor y el cliente atienden bien tanto a que va a comprar un lápiz como al que va a comprar una enciclopedia. Acá pagamos carísimo para recibir pésima atención y malos productos. En USA tu puedes ir a cambiar un producto 2 meses después de comprado y ni siquiera te exigen el recibo. Claro, allí hay confianza tanto en quien vende como en quien compra. Nadie se quiere pasar de vivo.
Tremendo artículo. Tanto así que le pase el link a todos los community managers de la agencia donde trabajo.
De pana que absurdo lo que te pasó. Lo que faltó es que te dijeran que «armaste esa campaña negativa para comer gratis, lambucio».
Desde que uso twitter y foursquare no pierdo la oportunidad de hacer ese tipo de comentarios. Yo no soy muy exigente, tolero bastante humillación. Pero cuando el maltrato raya en la violencia física, o pillo algún vello púbico fuera de lugar, invierto un minuto en redactar un comentario especialmente venenoso. Con foto si es posible. En foursquare es muy efectivo. Disfruto montones cuando, meses después de haber dejado un comentario, el dueño de un local que ha descubierto foursquare (o la internet en general), me escribe para preguntarme qué pasó y como «hacemos» para borrar ese comentario ;)
Mal servicio y gente de mala leche hay en todas partes. Quizás en Venezuela sea particularmente notorio porque el servicio es caro y malo.
Alejandro, no tengo duda que deben haber pensado eso y se deben haber extraÑado cuando les dije que no me interesaba ir a comer por cuenta de ellos y que me atendieran bien solo porque había pasado todo lo que pasó. No tiene sentido. Algún dIa volverè sin anunciarlo a ver si es verdad que saben lo que es servicio. Gracias por compartir el post.
Eso es lo peor Daniel, que no hay relación entre la calidad del servicio y de los productos y los precios uno siempre termina pagando carísimo por recibir maltrato y lo que hay. Pocas veces uno puede escoger lo que quiere, ser bien atendido y no salir con la sensación de que te estafaron.