Memorias de un viaje a la isla – Crónicas de Cuba (I)

6
1314
yoani-sanchez3
Yoani Sanchez bloguera cubana

En los últimos días he seguido muy atentamente la situación de la bloguera cubana Yoani Sánchez, en lo relacionado con su imposibilidad de asistir a la ceremonia de premiación en la Universidad de Columbia para recibir la mención especial del premio María Moors Cabot que le fuera conferida por su blog Generación Y.

He leído algunas de las publicaciones que la balsera virtual ha hecho en su blog y sobre todo, he seguido sus comentarios en Twitter y observado algunos de los videos que ha subido a la red, en especial, el último «Cantarles las cuarenta» grabado cuando asistió (el 12 de octubre) a la Oficina de Inmigración y  Extranjería de Cuba para verificar si le habían otorgado el permiso de salida y, como ella misma dice, comprobar que seguía en el mismo sitio.

Su permiso de salida seguía siendo negado sin dar ninguna explicación. El régimen cubano, una vez más, no le permite salir de la isla, sin darle siquiera una explicación y un por qué.
Al ver su situación, me vinieron a la mente los recuerdos de un viaje que hice a la isla caribeña en 1990, para asistir al Festival de Cine Latinoamericano que anualmente se lleva a cabo en Cuba y decidí escribir estas crónicas sobre mi viaje a La Habana.
Como el cuento es largo, las publicaré por partes, primero para no aburrir con una larga  historia y segundo para ir haciendo el recorrido mental por esos ocho días intensos que viví en la tierra de Martí.
FLASH BACK – diciembre, 1990
Yo estaba recién graduado en Comunicación Social, trabajaba en la Universidad de Los Andes y tenía frescas las ideas del socialismo que nos emocionaban cuando éramos universitarios. Me sentía ansioso por conocer la patria de Fidel y  ver de cerca la maravilla que podía ser el sistema socialista.
Así que, preñado de ilusiones, me enrumbé por ocho días al Festival de Cine, en un viaje financiado a pagar en dos años, con más intenciones de conocer de cerca La Habana que de encerrarme en los cines a ver películas.
OBSCURIDAD TOTAL
Lo primero que me asombró al bajar del avión y subir al autobús que nos llevaría al hotel Vedado, fue la obscuridad en la que estaba sumida la ciudad. Eran cerca de las once de la noche, y  no podía creer que estuviera llegando a la capital de un país, con esas calles en tinieblas y solitarias.
La Habana de noche
La Habana de noche
El autobús hizo una primera parada en el hotel Deauvill para dejar al lote de venezolanos que se hospedaría allí. Entonces, recibí la segunda sorpresa del viaje: en una edificación en frente del hotel, amparadas por la obscuridad de la calle y tras unas columnas, se encontraban dos mujeres. Una era mayor, según pude distinguir y la otra bastante joven, vestida con una minifalda roja con lunares blancos, una blusa descotada y una cartera terciada al brazo.
 No me pude contener y le comenté al amigo que iba en el asiento a mi lado:
 -¿No que en Cuba no hay, prostitución? ¡Pues, esas son putas, aquí y en cualquier país del mundo!
En ese momento comencé a sentir que algo no encajaba con la visión que yo llevaba de La Habana y la realidad que se me estaba mostrando.
SI TU SUPIERAS LO QUE COMO YO
Al día siguiente, me levanté, me bañé con agua bien caliente y agarré calle sin ningunas ganas de ir al cine. Bajé a desayunar y me pareció que la comida tipo buffet estaba bastante aceptable y abundante. La servía una señora de unos cuarenta y  tantos años. Cuando me sirvió mi ración le dije «oye, pero que pichirre. ¿por qué me pone tan poquito?»
 -¡Ay, mimí!- forma cariñosa que tienen los cubanos para llamar a la gente- si tu supieras lo que tengo que comer yo-. Dijo la señora y me pareció que se le aguaron los ojos. Ante lo cual, sonreí apenado, dí media vuelta y me fui a la mesa. Ya empezaba a notar como una opresión extraña en el pecho.
Tomé mi desayuno y empecé a caminar por esas calles de La Habana, rumbo hacía el Malecón.
Las avenidas, aunque en buen estado, tenían muy poca circulación de carros y me llamaba la atención lo viejo de los modelos, los más nuevos eran los rusos Lada. Entonces me percaté que la ciudad toda era como si se hubiera detenido en el tiempo.
Las edificaciones más nuevas eran de los años sesenta, una arquitectura hermosa, pero bastante deteriorada.
Entonces, tuve la sensación de que estaba realizando un viaje al pasado…
Continuará

6 Comentarios

  1. Yo fui a Cuba en el 86. Acababa de terminar mi doctorado en teorias de decisión, y la guerra en Nicaragua bajo Reagan dominaba las noticias latinoamericanas. Reagan había minado puertos, financiado a los terroristas de los Contras, vendido armas ilegalmente a los iraníes y salía sonriente en las pantallas de TV como niño bueno. También fui a Cuba esperando encontrar el paraíso soicalista. Visité el departamento de matemáticas de la Universidad de la Habana y logré hablar con varios profesores. Les presenté mi modelo para distribuir los helicopteros rusos an la frontera con Honduras de modo de minimizar el tiempo de respuesta y maximizar su efectividad en el conflicto. Mi carpe diem contra la hipocresía de Reagan.
    El tipo me escuchó con paciencia, terminé mi explicación y le pregunté que le parecía el plan. Se rió. Me dijo que no entendía como un venezolano residente en EEUU, con un doctorado de Michigan y una esposa tan linda como Mary, quería irse a vivir en Cuba, pues ese era mi plan. Me dijo sin titubeos: esto no es una revolución, es una desgracia. Pensé que el tipo era un gusano y no quise seguir hablando con él. Me pue a caminar por la universidad con Mary y al poco tiempo una mujer policiía se nos acerca y nos pide el permiso para caminar por la universidad. ¿Permiso? le increpé. ¿Acaso no es esto una universidad? Si, me dijo «pero yo se si usted no es un espía de la CIA» Se me alborotó el gocho y le dije algo sobre su ridiculo pensamiento. Mary me apretó la manoo y me sacó de la universidad. No quería que nos mandaran a algun Gulag cubano.
    Fuimos a la exposición cultural de Checoeslovaquia donde un hombre corvo atendía a los visitantes. Veíamos la exposición caundo el hombre corvo se me acerca y me pide un favor: «¿Me podría usted comprar una caja de Marlboros en el hotel? Los cigarrillos cubanos no tienen filto y me hacen daño.» Le dije que mejor los comprara él y me aclara que él no puede entrar al hotel a comprar cigarrillos con dólares. Es un delito. Cogí los pesos que me ofrecía para la compra, fui al hotel y le compré no una caja sino un paquete con sus 10 o 12 cajetillas. Al verme llegar con la bolsa en la mano caminando hacia él, salío corriendo y se escondió. Luego se acerca a mi discretamente y me dice que lo puedo meter en un problema si le doy los cigarrillos delante de todos. Pongo la bolsa en el suelo, me muevo unos pasos y él recoge la bolsa con el paquete. Le digo que había una oferta de Marlboros. Él reconoce mi mentira piadosa y se sonríe. Me dice «Se que fumar es malo, pero soy viejo y aquí no se puede hacer nada sino fumar.»
    Al salir buscamos un taxi. Nadie se para. Entro y le pregunto al hombre corvo que puedo hacer para agarrar un taxi. Me da una cajetilla de Marlboros y me dice: «con esto»
    Al salir de nuevo, agito mi mano con la caja de Marlboros al ver al taxi y este se para y nos recoge. Me dice el conductor que ya cumplió la cuota y ahora usa el carro para sus negocios. Resulta que los taxistas deben producir 60 pesos mínimos al dia y todos ellos, al llegar a los 60 pesos dejan de recoger pasajeros y se dedican a sus negocios: cambian dolares por pesos a 10×1 (el cmbio oficial es 1×1), con los dolares y por medio de turistas como yo compran jeans, perfumes y medias de seda en las tiendas Intur (esas tiendan solo aceptan turistas y altos jerarcas del gobierno), y luego le venden la mercancia a los campesinos que venden sus vegetales en un sistema llamdo «por la libre» fuera del alcance de la tarjeta de racionamiento.
    El taxista nos lleva al hotel Duville, cerquita del malecón. Le pregunto si puede buscarnos aldia siguiente para ir a Varadero. Por 100 dólares, será mi taxista todo el dia. Llega con un amigo al dia siguiente y lo primero que hacemos es ir a una tienda Intur donde compro una media docena de jeans, pantaletas, perfumes y medias de seda. Nos vamos a Varadero. on 19 millas de arena blanca, el agua es tibia y las olas deliciosas. Ahora tenemos hambre y nos sentamos en un restaurant frente a la playa. Le digo al mesonero que quiero probar la famosa «Langostada» cubana. Somos 4 en la mesa, Mary, el taxista, su amigo y yo. El mesonero me dice en voz baja, csi como un susurro: «A ellos no les puedo servir langostada. Solo a usted y a su esposa» ¿Por qué? pregunto con la sorpresa reflejada en mi voz. Bajando aun mas la voz me dica «»porque ellos son cubanos y la langostada en solo para clientes con divisas» Le digo que voy a pagar con dolares por la comida de todos. El mesonero me dice que ni aun así. «Las langostas son para los turistas. A mi me gustaría servirles a todos, pero son ordenes del gobierno y no me quiero meter en problemas.» Le doy un manotazo a la mesa y digo en alta voz. «Nos vamos de esta mierda.» Fuimos a un comedor popular que el taxista conocía y comimos lechón asado; pagué con pesos cubanos de 10×1.
    En los 12 dias que estuve en Cuba, vi cosas hermosas. Fuimos al Tropicana donde vi bellas danzas; las playas de Varadero son preciosas; los cubanos son ingeniosos y resistentes; el mojito en la Bodeguita del Medio es bueno y sabe a Hemingway. Pero me dio coraje y tristeza un país donde fumar, comer, y caminar por una universidad son actividades prohibidas en nombre de la seguridad del estado. El comunismo se fue a la mierda y Reagan no me pareció tan mala persona, despues de todo.

  2. Uf, Carlos, qué buen comentario! Tuve una experiencia similar en Varadero que en alguna de las entregas relato. Es muy fuerte todo lo que uno puede llegar a pasar en esa isla. Al final, Reagan y Fidel, Bush y Fidel o Chávez y Bush, no son mas que dos caras de una misma moneda y estoy convencido que unos existen porque existen los otros. Son simbióticos y al desaparecer unos desapareceran los otros y el mundo será un mejor lugar.

  3. Golcar, te confieso algo Yohani Sánchez, no es santo de mi devoción, me parece una oda a la pacateria mustia la chica, y la eligieron como emblema las mafias mayameras, allá ellos, yo no la tendría como referente del cubano libertario, pero es cosa de gustos.En cuanto a tu artículo si bien solo es la primera parte me conmovió hondamente, ¿como no sentir empatia con un pais de gente tan alegre que vive realidades tan triste?, que brevemente has reflejado con mucha habilidad, me ha gustado mucho la primera parte de estas entregas. Salu2 XD

  4. PacoPancho, de confesión a confesión he de dicirte que estas crónicas las escribí hace unos 2 años cuando estaba empezando a saber de Yoani. Al dIa de hoy, ella me resulta un personaje un poco enigmático a quien no sé exactamente donde ubicar. En los últimos tiempos me han surgido ciertas dudas acerca de la bloguera y he leIdo algunas críticas que le hacen que parecen guardar cierta lógica. Es extraño que a ella le permitan hacer y decir en la isla muchas cosas que no le permiten a otros. Por menos de lo que ella dice muchos cubanos no volvieron a ver la luz del sol. Algunos dicen que ella forma parte de esa nueva cara de libertad que quiere vender la revolución. Así que de verdad no sè a estas alturas cómo etiqueta a la Sánchez quien tiene màs acceso al internet que el cubano comùn y a quièn el régimen le permite andar tranquilamente haciendo oposición aunque no la dejan salir de Cuba.

  5. Caramba CarlosElio, que magnifico comentario el que hiciste, y si eso ocurrío en el 86 nos figuramos como habrán «mejorado» las cosas en la isla, da tristeza que se secuestre la dignidad de un pueblo.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here