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Piedra, papel o tijera. De la incertidumbre al no me jodas

Debo confesar que fui al  pre estreno de la película de Hernán Jabes con muchas expectativas, porque sin conocer mucho de su obra tenía la impresión de que es uno de los buenos directores de la nueva generación. Y en parte esta expectativa fue cumplida, la película es entretenida, con un muy buen soundtrack, buena foto, actuaciones decentes, en fin, un buen paquete para salir feliz y orgulloso de la sala.

Pero no fue así, la película me dejó vacío, o peor aún, me dejó con la desazón de cuando al chicle se le acaba el sabor. Pasa días pensando en por qué había ocurrido eso, hasta que una amiga dio con la clave «es que es una película de Cine Millonario 2».

Luego de las risas solo se podía admitir que ella tenía razón. Es una película construida a base de trucos, de giros externos que sorprenden al espectador,  de golpes de efecto que luego de consumirse su efecto se diluyen en nada, pero que te llevan de la mano hasta un final que puede impresionar a los incautos, a los que se pasaron media película escribiendo en el pin, a los que llevan rato pensando que quieren más cotufas, a los que celebran que por por fin le pudieron meter mano a la jeva, pero a quienes han seguido la historia quedarán exclamando un «no me jodas» o «chamo, que molleja, se te pasó la mano»

Y es que Piedra, Papel o Tijera es una película a la que no se le puede escarbar mucho y hay que contentarse en quedarse en la superficie, brillante, bien hecha, pero superficie al fin. Y en eso no hay nada malo, excepto que la película pretende otra cosa.

El principal problema de la película es su poca o nula claridad temática, ¿Sobre qué trata piedra, papel o tijera? ¿Sobre lainfidelidad, sobre la lucha de clases, sobre la maldición del dinero, sobre la familia? No sé, pero al tratar de hablar de tantas cosas terminaron no diciendo nada. Bueno, si dicen algo, pero es el mismo discurso que se le ha atragantado a nuestro cine cuando trata temas actuales, estamos jodidos simplemente porque estamos jodidos.

Y es que parece que para nuestros jóvenes cineastas Venezuela está estructuralmente jodida, que es bastante cierto, pero el problema es que no se propone nada, si no que se queda hasta allí, resignados y con los brazos cruzados, quizás con el temor que cualquier cosa que se diga puede ser usado en su contra por cualquiera de los dos bandos de nuestra polarizada sociedad. O, en el peor de los casos, es que simplemente no les importa decir nada, sino que quieren contar su vaina, hacer su película y ya.

En todo caso, esa poca profundidad temática donde se refleja más es en los personajes, todos tristes instrumentos del destino, de la necesidad del autor para que pasen cosas y que la película no se tranque, impulsados por la inmediatez de los acontecimientos porque no se les permite la virtud de pensar, porque quizás solo piensen guevonadas. Son personajes sin voluntad, reaccionarios, presos de su rol factual, esclavos de sus estereotipos.

Los personajes acá son meros agentes de acción, sin profundidad psicológica, ni consciencia social, donde parece que importa más lo que les pasa a lo que sienten, sin tener arco de transformación sino que se reafirman en su condición de estar jodidos porque Venezuela está jodida, tan así que el único destino posible para la mayoría es que los maten, porque no había forma que aprendieran algo o sacaran algo bueno de la historia.  Ah, perdón, les arruiné la sorpresa final, pero ya que la saben iluminenme sobre las razones Morales, sociales y humanas que justifican tanta matazón.

Este problema se debe principalmente a la  estructura escogida. El gran motor de la acción es el azar, no la voluntad de los personajes, pero este azar nunca es tal, sino que sirve para complacer las necesidades del autor, no los deseos y necesidades de los personajes, para hacer la historia artificiosamente emocionante e imprevisible, claro, uno se queda viendo para ver que nueva cosa les va a pasar a esta pobre gente, que nuevo as bajo la manga se va a sacar el autor que entra en la lógica de sorprender al espectador sea como sea, y que los personajes hagan lo que se les ordene y se callen la jeta.

Algunos dirán es que estos personajes son como la gente común, atrapados en el caos de la ciudad y que no se los puede pedir mucho, de verga pueden reaccionar a lo que les pasa. Pero la experiencia hecha por tierra la validez de ese argumento, solo hay que remitirse al neorrealismo, al nuevo cine latinoamericano, al cine iraní de los 90, donde la grandeza de los personajes viene precisamente al demostrar la inquebrantable voluntad del ciudadano común para enfrentarse a ese monstruo que es el destino.

En fin, les recomiendo ver la película, no se defraudarán, pero no olviden sus cotufas. Mientras, sigamos esperando por el cine venezolano arriesgado, que nos cachetee en nuestros asientos, nos remueva el estomago y, sobretodo, nos haga pensar y dar ganas de hacer algo por cambiar la realidad, tengo fe que llegará pronto. Por ahora, sí me niego y lo sé.

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