Filmaciòn de «El Fanguito». Documental Crítico de la realidad cubana
Después de la catarsis realizada por la función del melodrama de Fernando Pérez,»Hello Hemingway» y, sobre todo, por las crudas imágenes de «El Fanguito», el corto documental de Jorge Luis Sánchez en el que, por primera vez, un creador se atreve a mostrar la cruel realidad que viven las barriadas más pobres de Cuba, me fui al hotel a dormir un rato. Necesitaba cargar baterías para la noche que prometía ser larga.
Así lo hice. Dormí poco más de una hora, me levanté y me fui al teatro Mella a un recital de boleros con una cantante que me habían recomendado mucho, aunque ahora no recuerdo su nombre. Mis amigos me habían dicho que después del concierto nos reuniríamos en el café del teatro para conversar un rato.
Llegué y conseguí que la puerta estaba cerrada y el café vacío por completo. Me quedé un rato parado mirando hacia adentro, pensando que tal vez estaban ya en la función y que alguien me abriría para poder entrar.
EL ESPECTACULAR TEATRO MELLA
Pero nada. No se oía el más mínimo ruido. Convencido de que me había equivocado de teatro, ya estaba listo para regresar al hotel, cuando vi que una pareja se acercaba a la puerta y venía hacia donde yo estaba.
-Qué pasó asere? – me dijo el muchacho.
Le conté lo sucedido y él me informó que el recital lo habían hecho a las cinco de la tarde y que ya todo el mundo se había retirado.
Lamentando la confusión me disponía a irme cuando la muchacha me dijo que entrara para que, por lo menos, conociera el teatro.
Pensé: «total, si ya los planes de la noche se me habían arruinado, pues conocería el Mella y luego me irìa al malecón, donde siempre se conseguía diversión durante las noches del festival.
Abrieron la puerta y se presentaron: Alejandro, se llamaba el muchacho y era el encargado del teatro. Ella se llamaba Verónica y lo estaba acompañando en su guardia.
Al entrar me sorprendió conseguir un grupo de cubanos adentro conversando. Hasta ese momento, había pensado que sólo estarían Alejandro y Verónica.
Los otros al verme se miraron entre sí. Extrañados, inquirieron con la mirada a la pareja. Estos les explicaron mi situación y poco a poco todos nos fuimos relajando y dejando a un lado la mutua desconfianza que sentíamos inicialmente.
POR FIN, EL CUBANO TRABAJADOR
Así fue como conocí al escritor Ernesto Fidel, tal y como suena, nombre más revolucionario no podía tener. Al poeta Julio Vicioso, a Eugenio, que era administrador del algún teatro, si mal no recuerdo, a la actriz de teatro Verónica y a Alejandro, descendiente de familia acomodada, a la que la revolución le expropió sus propiedades, y quien en ese momento, era el encargado del teatro Mella.
Esa fue una de las mejores noches que pasé en La Habana. El teatro, que cuenta con cerca de 1500 butacas, era espectacular con su gran escenario a la italiana y su moderno estilo arquitectónico.
Lo mejor de la noche fue que, por fin, pude tener contacto con el cubano llano, el ciudadano que vive su vida sin pretender que un turista le proporcione las cosas de las que se ve privado en su cotidianidad, el que trabaja para su sustento sin estar esperando la opotunidad de aprovecharse del prójimo. Nada de jineteras y traficantes.
A medida que se fue rompiendo el hielo del primer contacto, comencé a relatarles a los muchachos mis vivencias en su ciudad. Mis decepciones con respecto al régimen y a la calidad de vida del pueblo cubano y la tristeza que me producía cada vez que yo tenía privilegios o preferencias como turista y era mejor tratado que los nacidos en esa tierra.
Pasamos la noche cantando, sacamos máscaras y vestuarios de los espectáculos que allíi se han producido y jugamos como niños. Ellos bebían del ron cubano, no del Havana Club, por supuesto. Ese está destinado a los turistas. Ellos tomaban del ron de menor calidad al que el gobierno les permitia acceder.
Cuando ya había descargado con ellos mi rabia y frustración, me dijeron:
-Es impresionante como en tan pocos días has podido captar lo esencial de la vida del pueblo cubano. Pero, aunque todo eso es así, también hay otra parte de la isla que nosotros te quisiéramos mostrar para que puedas completar tu visión de Cuba.
Fidel y Julio me comentaron que eran muy pocos los turistas que veían lo que realmente es La Habana pues el sistema no les permite que tengan contacto con la realidad más allá de lo que el régimen le quiere mostrar. «Tropi collage», comentaron a coro y me prometieron que después me explicarían a qué se refería esa expresión.
Todos tenían sus fuertes crìticas al régimen e incluso llegaban a tener agrias discusiones cuando se enfrentaban quienes, dentro del grupo. buscaban la forma de salir de la isla y los que sostenían que debían quedarse, dar la pelea y tratar de mejorar la situación. Por supuesto, también estaban quienes se ubicaban en un punto intermedio y trataban de conciliar las dos posiciones.
Con la finalidad de mostrarme un rostro más amable de la Cuba revolucionaria, Eugenio se ofreció a llevarme al día siguiente a conocer otras cosas de la ciudad y Fidel me invitó a cenar a su casa.
Salimos del teatro como a las 2 de la mañana, felices. No podíamos parar de hablar y comentar mi experiencia en Cuba. Nos fuimos caminando, cantando y conversando hasta el malecón donde, sentados a la orilla del mar, esperamos el espectáculo del hermoso amanecer habanero. Nos despedimos y Eugenio se comprometió a buscarme a las 10 de la mañana en el hotel para ir a visitar La Habana Vieja, declarada por la Unesco como Patrimonio Histórico de la Humanidad.
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Muy buen artículo. Escriba mas. :-)
Gracias María ;-)