Pequeñas perlas de sudor que se aglutinan en mi frente.
Gotas de ese fantástico regulador de la temperatura corporal que de manera sutil se deslizan por mi cara.
Esa manifestación física demuestra que estoy aterrado. Sumamente nervioso. Asustado.
Estar en esta situación, no es fácil. Todo mi cuerpo lo sabe.
Ella siente algo. La intuición femenina siempre será uno de los elementos más importantes que nos separan a los hombres de ese maravilloso género. Ella sabe, algo me pasa, pero en su infinita conexión conmigo, decide ignorarlo.
Mi angustia se arremolina en mi pecho como si de un huracán se tratase. Mi ritmo cardiaco sube, siento el latir de mi corazón reflejado en mis tímpanos.
Por su percepción extrasensorial y con una ligera mirada inquisitiva sabe que las manchas del sudor en mi espalda muestran que estoy realmente asustado.
Asume que mi reacción es por la poca confianza que le tengo a los aviones.
Mi ceño fruncido y mi pecho sobresaltado expresa que no quiero pasar por ese detector.
Ella me toma la mano y me sonríe, en un plácido gesto de compromiso para conmigo y me dice: Te quiero, todo saldrá bien.
Todo mi plan se verá arruinado en segundos y eso es lo que me mortifica.
Justo al pasar por ese detector, deberé sacar esa pequeña caja aterciopelada con la joya que me costó 4 meses de sueldo, con la que pienso sellar el compromiso y proponerle que sea mi esposa.
El oficial del detector, sabe que algo me pasa, lo leo en sus ojos entrenados. El olfatea el terror. Ella mete todo en esa caja de plástico que pasará por el detector. Yo me niego, manteniendo el anillo en el bolsillo de mi pantalón. Con la cabeza en alto, decido someterme al examen de esa máquina. Por supuesto, no lo paso.
Luego de un sinfín de momentos durante el fin de semana de vacaciones, creo que ha llegado el instante preciso .Decido acabar con este suplicio. Y con la mirada extrañada de más de dos docenas de personas, me arrodillo sobre mi pierna derecha y me dirijo hacia ella.
Durante el beso más profundo que he disfrutado con ella, siento como se constriñen mis vasos capilares, señal inequívoca que el sudor no empañara este momento tan feliz.