¿Documental de “Los Amigos Invisibles”? Si lo calificamos así, podríamos ponerle la etiqueta a cualquier programa de MTV y no es el caso. Película musical, lo llaman por los lares menos condescendientes de “Cahiers Du Cinema”.
Incluso, el colega Jesús Ramírez produce una iniciativa de corte similar, bajo el nombre de “Con Acústica”, donde combina la grabación de temas de un concierto con entrevistas de los miembros del grupo a destacar. Lo realiza, lo edita y lo graba de la misma forma. La única diferencia estriba en el presupuesto.
“La Casa del Ritmo” costó 30 mil dólares. Según informan los comunicados de prensa, el dinero se consiguió a través de una campaña de “crowd funding”. Es decir, el financiamiento de la película fue pagado y amortiguado por los fanáticos.
No quiero pecar de impertinente, pero en mi condición de crítico y director de no ficción, debo compartir dos inquietudes al respecto. O la plata se evaporó o el billete se administró para tirar las copias. De resto, la pantalla no justifica y sostiene el monto de la inversión.
Otro problema. La cinta carece de dimensión crítica, de profundidad conceptual, de gama de matices.
En realidad es plana, superficial y políticamente correcta, como una cuña largometrada. Traje a la medida para levantar la imagen y la pegada de la banda en el mercado de consumo. Lo opuesto a un trabajo de Grant Gee para Radiohead, por poner un ejemplo.
Lo forzadamente análogo a “Shine a Light”, pero sin el talento de Martin Scorsese, la historia y el escenario de los Rolling Stones. Toro Salvaje rodó su encargo para los abuelos en el Beacon Theatre de Nueva York. La cámara vuela y propone una doble lectura del evento.
En cambio, el grupo criollo toca en un “local alternativo” y modesto de la “Gran Manzana”, al calor de una galería de hispanos y latinos, mientras el nulo contenido habla de su consagración internacional. Tampoco se palpa en la cadencia de los cuadros por segundo. Nadie confronta a los integrantes de la formación, quienes siempre se escudan en el humor, el egocentrismo y la charlatanería para evadir los puntos delicados y conflictivos.
Muchas preguntas quedan en el aire. Yo las formulo y las suelto al viento a la espera de respuestas.
¿Por qué hacerlo afuera con poca gente, cuando en Caracas convocan al triple del público? ¿Por esnobismo, por seguir alimentando el mito de la conquista nacional del territorio foráneo? ¿Cuáles son los antecedentes y el contexto del conjunto? ¿Ellos figuran en dicho entorno global?
Es difícil de entender. En especial me inquieta la moral etnocéntrica de “Los Amigos”, extrapolada ahora a la metodología neocolonial de “La Vida Boheme”. Las dos desaparecen en acción del mapa.
Regresan en períodos de vacaciones para brindar alegría a sus incondicionales. Agotan las entradas de sus temporadas en CCS. Luego emprende la despedida de Caracas, con los bolsillos llenos de bolívares devaluados.
Suramérica es su banco, su caja chica, su pozo de petróleo, su mina.
Explotación pragmática del patio trasero.
Por ende, Venezuela subsidia su aventura en Estados Unidos y Europa.
Mutatis mutandis, ocurre lo propio con “La Casa del Ritmo”. Primer caso en el país de una publicidad, disfrazada de “documental”, sufragada con los ahorros de los receptores del mensaje, en beneficio del culto a la personalidad del emisor.
Me recuerda la impostura de los militantes de la “Cámpora” en Argentina y de los chicos del PSUV, obligados a “cubrir” con su sueldo el importe y el precio de la propaganda de sus respectivos partidos de gobierno.
Es de una tautología absoluta. Mentira repetida vil veces a lo largo del trámite.
En su descargo, el visionado se disfruta en la sala oscura y logra la identificación inmediata del espectador, a base de testimonios anecdóticos, frescos y chispeantes, a ratos.
La ejecución de los seis en tarima, es impecable, a pesar de la escasa creatividad de la fotografía, limitada a moverse en piloto automático, con la pericia de un aficionado.
Briceño se mete a la audiencia en un bolsillo, Figueredo derrocha oficio por cada poro, Maurimix bate las congas con pasión, Mamel se destaca en la batería y Pardo conduce la batuta de la gozadera.
El Catire no termina de convencer. Para mi es un bajo equis en la vida. Mejor es su desempeño como echador de cuentos delante del foco.
Las palabras de los seis recorren los diferentes pasajes conocidos del currículum Wikipedia de “Los Amigos”.
Apenas un par de detalles rompen con lo predecible del argumento. Brillante la idea de diseccionar el origen de canciones famosas por el estilo de “Disco Anal” y “Esto es lo que hay”.
Allí el señor del Afro desnuda una gratificante humanidad y sensibilidad. A Figueredo y a Mamel los siento incómodos y demasiado serios, calculados con la oración. Julio se desinhibe y se olvida de los compromisos por instantes.
Por desgracia , el saldo es negativo por lo excesivamente comercial y complaciente. No le aporta un centímetro al expediente vislumbrado por los padres y fundadores de la tendencia.
A propósito, les recomiendo “Anvyl” y “Gimme Shelter”, verdaderas y arriesgadas empresas de deconstrucción con fines autorales.
La personalidad y la identidad de “La Casa del Ritmo” se diluye entre sus listas de éxitos y sus autobombos.
Desaprovechada además la participación de David Byrne, un maestro en toda regla. Su obra, “Stop Making Sense”, lo comprueba y constituye la antítesis de la escritura automática de “La Casa del Ritmo”, plena celebración del discutible sistema de “Los Amigos”, adaptados a una ecuación de populismo y demagogia escapista por mera necesidad de vender placas.
Los redime su profesionalismo, mística y persistencia en el tiempo. Los condena su juego oportunista con el vacío de la posmodernidad, para extraer réditos.
Veinte puntos para la edición y el uso del material de archivo. La sorpresa de los créditos.
Cero uno en la boleta de la factura y del subtexto del guión.
No es la cura sino la enfermedad. Un trampolín, una plataforma, una vitrina, una prostitución del arte de Morris, Herzog y Curtis.
Te evade del panorama de espanto y brinco.
Funge de tapadera, de pote de humo. Le funciona al estado y a las emisoras.
Incentiva la pasividad y la alienación de las generaciones futuras.
Es el rock y el pop de la claudicación ante el poder.
Tipo fashion film patrocinado por Pepsi.
Deja vu sobre el desarriago y la fuga de cerebros.