A raíz de la polémica generada en nuestro sitio por el artículo «Las vicisitudes de Ibsen Martínez en Twitter» escrito por Xluis, el autor de El Mono Aullador de los Manglares se comunicó con nosotros vía Twitter solicitando que, en respuesta a ese texto, replicáramos por aquí su artículo en el que explica las razones por las que en algún momento se alejó de la red social Twitter. En aras de concederle al autor su derecho a replicar, reproducimos a continuación el contenido de dicho artículo, extraído de su página web.
Por qué salí de Twitter
Hace pocos días “me salí” de la red social Twitter.
Recurrí para ello a una página de servicio, un website de acceso libre cuyo lema es “¡Vuelva a tener amigos reales!”. Se llama “Web-0.2 Suicide Machine” (www.suicidemachine.org). Permítame detenerme durante un párrafo o dos en las motivaciones de los chicos holandeses que mantienen esta web.
Para empezar, tienen mucho sentido del humor [negro ]. La idea de ofrecerse como una máquina para suicidas responde a la concepción pesimista que tienen de las llamadas “redes sociales”: para ellos, las redes son un limbo de soledades narcisistas, un hiperespacio de inconducente banalidad. Lo más grave, y de ello no cabe duda, es que nada hay más aniquilador de la productividad personal, en especial la de aquellos que, como este escribidor, vivimos de exprimirnos la mollera tecleando a toda máquina contra una fecha fija, que la compulsión de “entrar un momentico a ver qué hay para mí en Facebook”.
Sostienen los “webmasters” de esta máquina para suicidas que la adicción internética que producen las redes sociales en el humano común , con su perenne invitación a pronunciarse instantáneamente sobre esto o aquello en menos de 140 palabras, es una amenaza letal a la capacidad de relacionarnos con el mundo desde los valores seculares del humanismo.
Sostienen que la sensación de estar “comunicados” es ilusoria; que el frenesí “twitérico” o la compulsión de compartir “links” de prensa, fotos y videos personales, poemas, refranes, canciones, felicitaciones y, sobre todo, opiniones instantáneas sobre asuntos complejos, tal como ocurre en Facebook, es , en lo esencial, inconducente, como todo frenesí. Facebook es para ellos, en el mejor de los casos, una vitrina de narcisistas, campo catártico para señoras solas, sala de espera de los desconocidos de siempre. Me apresuro a decir que de Facebook me hago una opinión distina, entre crítica y benévola. No así de Twitter.
Los chicos de la máquina virtual para suicidas, no niegan, por cierto, el potencial de las nuevas tecnologías; tan sólo se ofrecen a ayudar a protegernos de sus efectos más disolventes: convertir a los internautas en triviales mamadores de gallo parados en una esquina del hiperespacio. Parlanchino té-canasta de “marujas” de la red..
¿Porqué llaman a la suya “máquina para suicidas”? Porque nos proponen “suicidarnos para la red social”. ¿Por qué esta eutanasia virtual? Ah, porque están atentos a borrar todo vestigio de tus datos – códigos, fecha de cumpleaños, teléfonos celulares, cuentas de correo electrónico, etcétera – de los cuales, según muchas denuncias, hacen uso indebido las redes, incluso mucho después de tú haberlas abandonado. La muerte asistida que ofrece “Suicide machine” te saca para siempre de la esfera virtual.
Con todo, y valgan lo que puedan valer las de estos muchachos, hay razones menos “humanísticas” para poner en duda el valor que comúnmente se le otorga a Twitter, por ejemplo, cuando se habla movimientos sociales y políticos.
En efecto, una de las supersticiones comúnmente asociadas a Twitter – del mismo tipo de las que, en su momento, alentó Facebook– es la de que constituye una herramienta invalorable para enfrentar gobiernos tiránicos. Moldavia, el Día Mundial contra las Farc, las movilizaciones de la oposición iraní, son algunas de las experiencias en las que Twitter, por ejemplo, ocupa un lugar destacado en los reportajes.
Mirándose en el espejo de Moldavia e Irán, el buen twittero opositor venezolano quizá siente que tiene un motivo de autocomplacencia moral al pensarse émulo de aquellos denodados luchadores democráticos.
Sin embargo, hay una masa de evidencia, acopiada últimamente por estudiosos especialistas en el tema de las redes sociales que debería ser, por decir lo menos, descorazonadora para quienes pasan el día enviando sarcasmos de 140 palabras contra Chávez y “retwitteando” las triviales bagatelas de Alberto Federico Ravell o las babiecadas de Simón Alberto Consalvi. No menos inconducente es la “lumpentwittería” chavista, dedicada a la aspersión de léxico cloacal, fánaticas soflamas, amenazas, descalificaciones e insultos.
Para empezar, echemos un vistazo a las cifras duras de las redes sociales.
Mientras usted lee esto – si es que ha llegado usted hasta aquí– el número de twitteros en el mundo rebasa ya los 27 millones, de los cuales se calcula que los venezolanos hacen el 10%. No en balde Gaby Castellanos, reputadamente la mayor twittera de Europa en número de seguidores y “tweets” enviados, es venezolana.
La mayoría de esos twitteros ignora algo que la revista especializada “Wired” [1] ha hecho público esta semana: que el 71 % de los tweets enviados en todo el mundo son ignorados por completo.¡Qué manera de desperdiciar el tiempo!
2.-
Una compañía canadiense – Sysomos– dedicada al análisis del impacto las nuevas tecnologías ,y en especial, de las redes sociales, condujo un estudio cuya metodología es sumamente escrupulosa: más de mil doscientos millones de mensajes, enviados en el mundo entre agosto y septiembre de 2009, fueron seguidos, atendiendo no al contenido de los tweets sino meramente a su trayectoria.
Descubrieron que siete de cada diez tweets se pierde en el astral hueco negro del olvido sin ningún tipo de reacción detectable. Del resto, sólo el seis por ciento obtiene un “retweet”. El 92% de esos retweets ocurre durante la primera hora. Al someter estas cifras a un estudio probabilístico, se arriba a un resultado sorprendente: ¡menos de uno de cada doscientos tweets es “retuiteado” una vez ha transcurrido esa primera hora!
Dicho de otro modo: una hora depués de que has enviado ese tweet cuya composición en sólo 140 palabras te ha hecho sentir muy ingeniosos, tu mensajito – como dice la nota de “Wired”, ya es historia antigua, menos que periódico de ayer.
Yendo más a lo profundo, los investigadores de Sysomos encontraron que el 85% de los mensajes que tienen respuesta obtienen una y solamente una. Sólo el 10.7 % obtiene dos respuestas y apenas el 1.53 % llega a suscitar tres comentarios sin llegar al “retweet”. De modo similar a los retweets, el 99.6% de las “@replys” ocurren en la primera hora.
(La revista “Wired” incluye una muy instructiva animación sobre el inquietante fenómeno de los tweets que no llegan ninguna parte que puede leerse en http://www.wired.com/epicenter/2010/10/its-not-just-you-71-percent-of-tweets-are-ignored)
Mucho más podría decirse, al parecer, sobre el papel atribuido a Facebook en muchas iniciativas sociales globales, pero ello no sólo no cabe en un tweet de 140 palabras y tampoco en las mil de un artículo en la revista “Zeta” que, ¡a Dios gracias!, sigue siendo un medio de papel donde apareció originalmente este artículo.
[1] http://www.wired.com/epicenter/2010/10/its-not-just-you-71-percent-of-tweets-are-ignored
Ibsen Martínez- Escritor venezolano
es una lastima que no se agregue en este articulo las estadisticas de lectura de medios impresos, porque la conclusion seria otra: tendriamos que suicidarnos de la escritura, no solo de las redes sociales.
cuantos guacales de libros y revistas se pudren en depositos y desvanes? cuantos periodicos son comprados para conocer los resultados del beisbol y luego «leidos» diagonalmente y reusados mientras se pinta el cuarto de los carajitos? cuantos libros son «recomendados» o prestados («retwitteados») con la garantia de que «esta vaina te va a volar la cabeza, pana»?
la verdad es que aunque el 99 porciento de los tweets sean ignorados, porque sencillamente el 99 por ciento de los tweets sean banalidades, ese uno por ciento puede cambiar UNA vida y entonces su tarea fue cumplida. o no era esa la intencion de escribir? desde cuando es la relevancia masiva nuestra razon para escribir? es mas, no deberiamos agradecer que podemos alcanzar 20 personas sin invertir una locha? que podemos distribuir una oracion de hasta 140 caracteres sin inventarnos un cuento que justifique su aparicion publica?
el 99 por ciento de los libros tambien son ignorados, quizas porque el 99 porciento de los libros no nos dicen nada. el 99 porciento de periodicos y revistas dura una hora en nuestras manos (o una invisible vida en nuestros estantes) y luego se desvanece… la irrelevancia, la fugaz existencia no es exclusividad del tweet como genero literario, ni exclusividad de lo digital como formato…
nos toca a nosotros ver como nos la llevamos con ello. y quizas lo que pasa es que cuando uno alcanza un cierto exito en un formato, no acepta ser irrelevante en otro.
la culpa es del medio. claro.
se pierde que jode tiempo en las redes sociales y ese tiempo es valioso para un escritor que vive de eso. eso se podia haber twitteado. y nos ahorrabamos el resto.
Este artículo no es ninguna respuesta a nada, ni explica el grosero, abusivo y preotente uso del Twitter por parte de Martínez.
Desagradable, repelente y poco digno de un intelectual.
totalmente de acuerdo contigo Guido. Pero si el jura que es una respuesta ¿que podemos hacer? Pero dice mucho sobre el mismo. Quizas demasiado, mas de lo que en realidad queria saber
Bueno, yo estoy de acuerdo con Ibsen en que «Twitter no sube cerros» y que su impacto como herramienta de praxis política se ha sobrestimado.
Twitter y Facebook, como herramientas políticas, no son el santo graal para oponerse a los dictadores. Es ingenuo creer que Mugabe o Al Bashir tiemblan en sus botas porque apareció Facebook.
Pero es igual de ridículo minimizar el potencial de la red. ¿Cuánta gente vio el video de Neda siendo masacrada por la guardia iraní, y que impacto tuvo eso en el mundo? Mucho. De hecho, Andrew Sullivan quería nominarla al premio Nobel de la Paz.
Y se equivoca Ibsen al subestimar el alcance de estos medios, y sobre todo la capacidad *emancipatoria* que tienen: se acabó el tiempo de los editores, de los artículos por encargo, de la verticalidad estalinista (que parece que él añora).
Yo llegué a publicar en físico en El Nacional por el 2002. El resultado fue un correo electrónico algo laudatorio y dos personas que conocía que me leyeron. Porque NADIE lee El Nacional (especialmente en el interior).
Yo publico acá y tengo acceso a una vitrina de tres mil visitas por día. Varios artículos han superado la centena de comentarios. Las críticas a la FNB, a «Por el medio de la calle» y a los Festivales caraqueños han tenido impacto: han recibido respuesta, han efectuado cambios.
¿Cuánta gente toca Ibsen con sus periódicos en físico? ¿Cuánta gente afectan sus columnas? ¿Cuándo fue la última vez que Ibsen dijo algo relevante sobre la sociedad caraqueña, que se discutió, se analizó, tuvo impacto?
Es lamentable, pero parece ser alguien que sangra por la herida, alguien que no soporta que rechacemos sus cánones ridículos y anticuados de edición, que decidimos hacer campo aparte.
La verdad sea dicha: más gente lee a Sergio Monsalve en Facebook, que los que leen a Ibsen en… ¿dónde es que publica ahora? Ah, claro, a nadie le importa.
Gente fatua y autoritaria como el Sr. Martínez abunda en todas partes, en todos los medios. Todos usan la violencia. Algunos creen hacerlo con algún refinamiento, llamando a los demás «descerebrados» y cosas por el estilo, pero la sustancia es la misma. La sinceridad está mal vista.
Igual a quién le importa lo que opine el autor de Por Estas Calles.