Resuenan cantarines los techos,
melodías monótonas improvisan;
gotean (¿o sangran?) los aleros,
las aguas el suelo irisan.
Caleidoscopio desparramado en asfaltos tornasoles;
superficies carentes de roce, resbalosas;
luces rojas agrediendo los ojos, aceitosas;
parabrisas salpicados por gruesos goterones .
La ciudad se paraliza toda,
el agua se represa,
la población se siente presa
por la natura que incomoda.
Las personas se refugian en los portales;
los motorizados bajo puentes parecen anidar;
El tráfico se acumula en los corredores viales;
Llueve, llueve, llueve sin cesar.
Sin duda, nosotros vemos la lluvia distinto a otros países. Lo cual no está bien o mal. Es distinto, simplemente.
Una compañera de trabajo me refirió esta anécdota: tenía una visita del extranjero en su casa; un día ésta le preguntó, divertida: «¿Aquí cuando llueve ponen la noticia en televisión?», después de estar viendo el noticiero.
Si una cosa extraño en España es la lluvia.
España es bien seca, ¿no? Ahora bien, Caracas debe ser uno de los pocos países (si no es el único) en el cual alguien muere ahogado en una autopista.