Fue amor a primera vista, diría yo. La perrita se acercó a mí con cautela y me olió justo cuando salía del agua. Entonces me miró con sus ojos caramelo entrecerrados. Me derretí. Tanto tiempo sin sentir humanidad y la vengo a encontrar en un perro callejero.
¿O seré yo a quién se le está enfriando el corazón?
Mi hermana no comparte mis mismos sentimientos. Cuando el salchicha-terrier-cocker se acerca a ella intentando sacarle una caricia, Eloisa salta de la toalla, intentando proteger su piña colada. «Alberto, ¡quítame de encima esta perra!», gritaba mientras corría de un lado a otro.
Que tonta, ¿A qué le tiene miedo? ¿A que se le pegue la sarna?
Alberto agarró una lata de cerveza y se la tiró a la perrita. El pendejo casi acierta y le pega a la cabeza al animal, que salió corriendo hacia mi por casualidad. Me agaché para rascarle el hociquito y me volví a parar con un pensamiento en la cabeza…
-«¿Qué te pasa a tí, hijo de puta?», dije, al tiempo que agarraba la misma lata de cerveza que Alberto había tirado al perro y se la devolvía.
– «¿Qué te pasa a tí Tatiana? Respeta para que respeten. Mira que si hablamos de puta…», dijo, sin terminar la frase. creo que mirada de fiera le enfrió las bolas al pendejo ese. De hecho, casi le doy un bofetón, si no fuera porque Eloísa se puso en el medio de los dos.
– «Tati, please, contrólate. Comportémonos como una familia normal, hermanita, así sea en vacaciones. Además, ¿te vas a poner así por un perro sarnoso? ¡Por favorrrr!»
La verdad no tenía nada que replicar a ese par; se merecen el uno al otro. Así que agarré mi toallita y la tendí bien lejos de tanta idiotez. A mi lado derecho estaba Papelón, mi nueva perrita, tan destartalada como yo. Al izquierdo reposaba un whisky Etiqueta Negra, el cuál revolvía con el dedo índice. «Salud, Venezuela», dije levantando el traguito al mar y brindando por tiempos mejores.
(Parte de la serie de relatos de «La Jaula de Oro»)
(Dibujo por Ytaelena López)